Editoriales

Unidas Podemos se desacredita solo

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante la rueda de prensa posterior a una reunión del Consejo de Ministros
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante la rueda de prensa posterior a una reunión del Consejo de MinistrosJavier LizónAgencia EFE

Preocupa al sector socialista del Gobierno, que ha hecho de la cumbre de la OTAN en Madrid su gran apuesta política y electoral para la última parte de la legislatura, que sus socios de la izquierda radical, donde militan los viejos comunistas, traten de deslucirla, trasladando una cierta sensación de desconfianza al resto de los aliados. Pero si la manifestación de ayer es todo lo que pueden hacer las izquierdas en contra de la Alianza Atlántica, ya puede tranquilizarse el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, sobre el éxito de la convocatoria.

Por supuesto, no es que las organizaciones convocantes, entre las que se encontraba Izquierda Unida, sólo haya reunido en las calles de la capital de España a menos de dos mil personas, autocares de provincias incluidos, es que el discurso supuestamente antibelicista está tan alejado de la percepción general de la opinión pública que se desacredita por sí mismo. En este sentido, y pese al perfil bajo, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, y el resto de los jefes de filas de Unidas Podemos han perdido una oportunidad de desmarcarse claramente de una posición política que sólo podría justificarse en la dinámica de la Guerra Fría, cuando los partidos comunistas locales, y no todos, aún jugaban un papel en la defensa de los intereses estratégicos de la URSS.

Hoy, sin embargo, la inmensa mayoría del cuerpo social tiene interiorizada la integración de España en la OTAN como la consecuencia lógica de nuestra pertenencia al bloque occidental, que es donde militan las democracias más avanzadas del mundo. Es más, la incalificable agresión militar de Rusia contra Ucrania ha sido el revulsivo que necesitaban las nuevas generaciones europeas y, por supuesto, españolas, para valorar a la Alianza Atlántica en su justa dimensión, como instrumento de defensa común de las libertades y los derechos democráticos que rigen en Occidente. Si un gobierno como el que preside Pedro Sánchez, que se decía adalid del pacifismo y llegó a acariciar la idea del desarme unilateral, no sólo se ha alineado firmemente en apoyo a la independencia y soberanía de Ucrania, sino que se dispone a incrementar los gastos de defensa, es porque el conjunto de la sociedad comprende que la preservación de la paz y la democracia exige esfuerzo y sacrificios.

Con sus reticencias y sus veladas acusaciones al belicismo de la OTAN, Unidas Podemos se aleja de la percepción general de una opinión pública que tiene muy claro quién es el agresor y quién la víctima. Pero a la izquierda radical española, esta desconexión con el cuerpo social no parece causarle la menor mella, aunque, desde luego, explica perfectamente su decadencia electoral. Al menos, cabría exigir a los ministros comunistas un mínimo de coherencia política. Y, tal vez, ni así recuperarían algo de la autoridad moral que han perdido entre sus electores.