Iberoamérica

Iberoamérica, entre la crisis y el populismo

La pandemia de coronavirus golpeó dramáticamente a la mayoría de las repúblicas iberoamericanas, que, salvo excepciones como Costa Rica, apenas disponían de unos sistemas de Salud Pública capaces de hacer mínimamente frente a la emergencia sanitaria. Las imágenes de las colas en Perú y México para hacerse con bombonas de oxígeno clínico en los mercados paralelos, que dieron la vuelta al mundo, opacaban la realidad de unas economías frágiles, con altas tasas de informalidad, que dejaron sin ingresos a las capas de población más débiles, por las medidas de confinamiento.

Como ha sucedido en otros puntos del globo, y hoy publica LA RAZÓN, la crisis, prolongada más allá de la pandemia, se ha visto agudizada por el repunte inflacionario, especialmente, por la subida de los combustibles, y la caída del valor de las monedas nacionales frente al dólar estadounidense. Ciertamente, la gravedad de la situación varía entre los distintos países iberoamericanos, pero sus consecuencias políticas y sociales han tenido una tónica similar, con la eclosión de movimientos populistas, la mayoría de izquierdas, que recurren a las viejas fórmulas del socialismo, siempre fracasadas, aderezadas con el recurso al indigenismo, como en la década de los sesenta del pasado siglo.

Aquellos gobiernos, como el del ecuatoriano Guillermo Lasso, que han tratado de hacer frente a la crisis desde la ortodoxia económica y la libertad de los mercados, han tenido que ceder ante las protestas callejeras, no exentas de violencia, o han sido barridos en las urnas, como el colombiano Iván Duque, zarandeado por un movimiento de agitación popular, que prendió en las principales ciudades del país. Otros, finalmente, como Venezuela o Nicaragua, han visto la intensificación de la represión política y social, que en el último caso alcanza a la propia iglesia católica, una vez que han sido reducidos al exilio a o la prisión los representantes de la oposición democrática.

México, la gran potencia continental, presenta características propias por su vinculación comercial con Estados Unidos, que ata las manos al populista Andrés Manuel López Obrador, y por las enormes remesas de dólares que proceden de la emigración, pero la situación económica se deteriora –la inflación del 8 por ciento es la mayor en 22 años y el PIB se ha estancado– a caballo de una inseguridad pública y jurídica que desalienta las inversiones extranjeras y retrae la iniciativa empresarial doméstica.

Iberoamérica, pues, repite su historia reciente, la de aquella «década perdida» que, en realidad, se prolongó 15 años, y lo hace desde las mismas premisas: populismo político y fiscal, proteccionismo económico, control artificial de los precios, multiplicación de la burocracia y búsqueda de un enemigo exterior, al que cargarle la irresponsabilidad propia. Y lo que más padece es la libertad y la democracia.