Editorial
La España feliz del Gobierno no es la real
Resulta especialmente hiriente y descorazonador el desapego de socialistas y comunistas con los padecimientos de los ciudadanos
Es ya un clásico de este Gobierno la hipérbole y la sobreactuación relacionada con la gestión económica del país. Casi cualquier dato que exponga el Instituto Nacional de Estadística, especialmente después del forzado relevo en la presidencia del organismo, es convenientemente instrumentalizado al servicio del discurso oficial que abandera el milagro monclovita de la recuperación y el crecimiento y de la España referente en la Unión Europea. En este sentido, el cierre del año con un crecimiento del 5,5% repitió los parámetros conocidos y desde Pedro Sánchez a Nadia Calviño pasando por María Jesús Montero y José Luis Escrivá ponderaron la excelencia de los réditos de la política desarrollada por el gabinete. La vicepresidenta sentenció: «España inicia 2023 con un motor económico sin precedentes». La propaganda lo soporta casi todo y en ese constructo diseñado por los estrategas no se contempla un solo paso atrás, ni siquiera el matiz de la cautela ante lo que se vislumbra en el horizonte. Por supuesto, los responsables gubernamentales conocen como lo sabemos todos que el discurso oficial que desgranan de esa nación feliz y próspera resulta insostenible ante el mínimo análisis solvente. Son conscientes, pero el espejismo rinde sus frutos y el plan es que cale en el suficiente volumen de electores como para asegurar opciones en los comicios. No hablamos aquí de responsabilidad ni de rigor ni siquiera de moral pública, sino de supervivencia política, de salvar el poder. Desgraciadamente, la verdad es que nuestro país con la dirección de Pedro Sánchez está muy lejos de ser la locomotora de Europa y que su legado nos aboca a décadas de sacrificios y dificultades. Calviño falta a la verdad. España se ha quedado a la cola de Europa en recuperación de PIB y a la cabeza en aumento de endeudamiento. En el cuarto trimestre casi todas las partidas figuran en contracción excepto un disparatado gasto público, que es lo que a duras penas sostiene la quimera de Moncloa, que nunca reconocerá que no crecemos, nos endeudamos. Hablamos de los españoles y las empresas, porque el Gobierno es el más caro, pero de los más ricos de Europa gracias a la inflación y al expolio fiscal de los bolsillos de todos. Resulta especialmente hiriente y descorazonador el desapego y la desafección, la ausencia de empatía de socialistas y comunistas con los padecimientos de los ciudadanos. Una encuesta realizada en diciembre por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) refrenda el panorama crítico que percibimos todos menos la izquierda: uno de cada tres hogares padece serias dificultades económicas, el 22% de los españoles vive completamente al día y el 90% ha modificado sus hábitos alimentarios por la crisis. Esa es la crudeza de las cifras, que es la que se recoge en las calles, los hogares y las empresas. Los españoles necesitan decidir su futuro, pero Moncloa teme el veredicto de la soberanía nacional.
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