
Editorial
Desorden para un final de etapa política
El sanchismo alimenta el caldo de cultivo de la crispación, como último recurso para enderezar, desde el desorden ciudadano, una legislatura en sus últimos estertores

El sanchismo, huérfano de un proyecto social y político que no pase por el tamiz de intereses propios de sus socios de investidura, se ha envuelto en la bandera palestina consciente de que activar las viejas pulsiones antisemitas de la sociedad española, hoy mayoritariamente bajo las siglas de la izquierda, alimenta el caldo de cultivo de la crispación, como último recurso para enderezar, desde el desorden ciudadano, una legislatura en sus últimos estertores. No es cuestión de insistir en la gravedad de que el mismo Gobierno que demoniza y despliega toda la fuerza policial cuando las protestas ciudadanas se dirigen a Ferraz o que establece cordones de seguridad cada vez más extensos e impenetrables para que Sánchez no tenga que escuchar algunas opiniones de sus gobernados no sólo haya alentado los actos de violencia contra una prueba deportiva tan popular como es la Vuelta a España, sino que busque identificar con la demagogia más pedestre a los dirigentes madrileños del Ayuntamiento y la Comunidad con un supuesto sionismo genocida concebido por la maquinaria de propaganda gubernamental. En este sentido, la intervención absolutamente disparatada del delegado del Gobierno, Francisco Martín –modelo de político sectario sanchista al frente de una institución que se debe a todos los ciudadanos– justificando una algarada que rompió la paz social y mintiendo descaradamente sobre un despliegue de seguridad que dejó a los agentes a los pies de los caballos, es el epítome de este tiempo de confusión, en el que todo vale a los efectos de que Pedro Sánchez se mantenga en el poder. Si desde el Ejecutivo se sacrifica a la mayor gloria del presidente las cuentas públicas, la equidad entre comunidades autónomas, el prestigio de la Justicia, la igualdad de los ciudadanos e, incluso, la posición de España en el concierto internacional, nada tiene de extraño el recurso a la podemización del discurso socialista, rememorando aquellas expresiones de Pablo Iglesias sobre el placer de ver patear policías. Con todo, lo peor no es lo sucedido en el discurrir de la Vuelta, con ministros y dirigentes de extrema izquierda que cobran de las instituciones del Estado despreciando su deber de cumplir y hacer cumplir la ley, lo peor es la constatación de que son las mismas autoridades que caen con mano de hierro, castigando con multas y sanciones desproporcionadas para el nivel salarial del país, sobre el ciudadano que incumpla cualquiera de las normas de la selva administrativa, las que están dispuestas a saltarse las normas de convivencia más básicas, jaleando el enfrentamiento social, cuando conviene a sus intereses. Hoy son las víctimas de Gaza atrapadas en la trampa táctica de las milicias terroristas de Hamás, grupo criminal al que nadie en la izquierda parece conocer; mañana, lo que el gabinete de ideas monclovita considere que conviene al sanchismo para mantener la crispación social.
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