Editorial

El «error Sánchez» con Unidas Podemos

El éxito de la maniobra de La Moncloa depende, dicho en plata, de la destrucción de la marca de Unidas Podemos.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.Alberto R. RoldánLa Razón

En política no son, precisamente, desconocidas las maniobras de desestabilización interna de un partido adversario, más si es concurrente en el mismo espacio electoral, pero lo habitual es actuar con la máxima discreción posible y, sobre todo, manejar los tiempos para que el objetivo tenga difícil reaccionar. De ahí, que mueva a extrañeza entre los observadores políticos la operación a plena luz del día que ha impulsado La Moncloa para cambiar el liderazgo de su socio de Gobierno y conformar una opción a la izquierda del PSOE que no sólo se pretende más eficaz en las urnas de diciembre, sino la última oportunidad de reeditar el ejecutivo de coalición.

Y no se han regateado gestos. La nueva líder, Yolanda Díaz, ha sido aupada sin rubor desde los medios gubernamentales, se le ha ofrecido, con la moción de censura, una tribuna extraordinaria en el Parlamento; se multiplica oficialmente el eco de su gestión en el Gabinete y, al mismo tiempo, se restringe la presencia institucional de sus, al parecer, ya excompañeras de partido.

Que conste que entendemos las motivaciones de una operación de tal naturaleza, puesto que las políticas que han impulsado desde un radicalismo pueril Irene Montero e Ione Belarra, las caras más representativas de Unidas Podemos ante la opinión pública, se habían convertido en un pesado lastre, más bien una losa, para las expectativas electorales del Gobierno, incluyendo, por supuesto, la parte socialista.

Esta realidad, que el entusiasmo del infatigable José Félix Tezanos no conseguía desvirtuar, se había instalado entre el cuerpo electoral y comprometía cualquier atisbo de reedición de la actual mayoría. Ahora bien, el éxito de la maniobra depende, dicho en plata, de la destrucción de la marca de Unidas Podemos, el eclipse de sus dirigentes más vinculados al fundador de la formación, Pablo Iglesias, y el pase con armas y bagajes de los cuadros morados al nuevo ¿partido? ¿plataforma? ¿agrupación? ¿federación? de Yolanda Díaz, que, así, junto con las formaciones de la diáspora podemita, como Más País, dispondría de suficiente masa crítica para contar políticamente tras las elecciones.

Esa destrucción, como hoy explica LA RAZÓN, tiene una fase previa en los comicios de finales de mayo, en los que el partido de Iglesias tiene que verse claramente superado. Y aquí está el problema. Aunque los muñidores de la operación monclovita se muestran convencidos de que el sector de Pablo Iglesias apenas retendrá un 30 por ciento de los apoyos y de que las primarias, de celebrarse, serán un paseo militar para Yolanda Díaz, traducido ese porcentaje a la aritmética electoral supone la neutralización de las opciones populistas de izquierda en un buen puñado de circunscripciones provinciales, cuyo tercer o cuarto escaño pasaría a Vox. Es decir, que si el sector de Iglesias decide atrincherarse, podríamos hablar con propiedad del «error Sánchez».