
Editorial
El hartazgo en la Sanidad española
La incompetencia y el sectarismo ideológico de una ministra de extrema izquierda como Mónica García ha servido de catalizador para una revuelta de la Sanidad española que ha concitado el unánime apoyo de todos los sindicatos y asociaciones profesionales del sector y que augura un largo periodo de inestabilidad y conflicto

El Sistema Nacional de Salud, reputado como uno de los mejores del mundo, se sostiene en buena parte sobre los bajos salarios y la precariedad de unos excelentes profesionales que demostraron en la pandemia una entrega y una capacidad de sacrificio que la sociedad premió con el sincero agradecimiento, pero que la administración pública no ha sabido traducir en una mejor realidad de sus condiciones laborales. Así, la incompetencia y el sectarismo ideológico de una ministra de extrema izquierda como Mónica García ha servido de catalizador para una revuelta de la Sanidad española que ha concitado el unánime apoyo de todos los sindicatos y asociaciones profesionales del sector y que augura un largo periodo de inestabilidad y conflicto, con las inevitables repercusiones en la atención a los pacientes, aunque, eso sí, desde la seguridad de que las situaciones más urgentes o prioritarias recibirán el trato que sea necesario. La oleada de protestas comienza a partir de mañana con los médicos como protagonistas, a quienes se unirán el resto del personal sanitario a primeros del año próximo, a menos que desde el Ministerio, que ha vendido una realidad negociadora que, por los hechos, sólo estaba en el imaginario gubernamental, se avenga a aceptar que la situación de los profesionales sanitarios ha llegado a un límite insostenible que es preciso solucionar. Más aún, cuando la demanda de servicios de salud en una sociedad en proceso de envejecimiento como la española no ha dejado de crecer y seguirá haciéndolo en las próximas décadas. Simplemente, no se puede seguir cargando sobre los hombros del personal sanitario, con guardias de 24 horas, mal pagadas y que ni siquiera computan salarialmente a la hora de conformar la futura pensión; con plantillas reducidas que se cubren a base de interinos y sin unas retribuciones que se ajusten a los exigentes niveles de formación. Es preciso un estatuto marco que sea justo para todos los profesionales sanitarios, sin excepciones ni discriminación entre los diferentes colectivos, porque, como hemos señalado, para garantizar en el futuro el buen funcionamiento de la Sanidad española, sin apabullantes listas de espera y con la incorporación de los continuos avances científicos a los tratamientos médicos, hay que llevar a la opinión pública la convicción de que sus trabajadores deben recibir un trato justo, laboral y salarial, que solo será posible desde un esfuerzo presupuestario y una organización de los sistemas de trabajo acordes con la evolución de la medicina moderna. Quienes, como la ministra García, se llenan la boca con la supuesta defensa de la Sanidad pública, incluso, contraponiéndola a la privada, como si ambas no fueran complementarias en un sistema de salud moderno, deben actuar con el ejemplo y demostrar una coherencia que no se compadece con sus actos políticos. Especialmente, cuando los trabajadores llevan largos meses denunciando unos planteamientos ministeriales erróneos y dañinos para el sector, que cae en saco roto. Aunque, eso sí, la ministra García puede presumir de haber conseguido unir en su contra a toda la profesión, sin distinciones ideológicas.
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