Editorial

El inalienable derecho de defensa de Israel

Los auténticos responsables de la matanza exhibirán los cadáveres de los niños y de las mujeres mientras acusan al gobierno de Tel Aviv con el infamante «genocidas».

Israelis killed by Palestinian militants are seen near Sderot, Israel, on Saturday, Oct. 7, 2023. Palestinian militants in the Gaza Strip infiltrated Saturday into southern Israel and fired thousands of rockets into the country while Israel began striking targets in Gaza in response. (AP Photo/Ohad Zwigenberg)
Israel PalestiniansASSOCIATED PRESSAgencia AP

Habrá tiempo para analizar los fallos de seguridad que han permitido la terrible incursión terrorista palestina en el sur de Israel y, dado que hablamos de una democracia en la que se respeta la pluralidad política y la libertad de expresión, lloverán las críticas sobre el gobierno de Benjamin Netanyahu con la inevitable acritud. Y, sin embargo, el hecho de que el ataque llevado a cabo por los combatientes de Hamás haya sido devastador, con más de un centenar de israelíes muertos, la mayoría civiles asesinados a sangre fría; un millar de heridos y toma de rehenes, no es más que otro trágico capítulo de la continuada agresión del terrorismo sobre el pueblo de Israel.

Nada justifica el bombardeo indiscriminado de objetivos civiles ni los asesinatos al azar de transeúntes inocentes ni, por supuesto, el incumplimiento sistemático de los acuerdos de alto el fuego por parte de Hamás. Pero, claro, en los territorios como Gaza, donde domina el grupo islamista palestino, o en las martirizadas tierras del sur del Líbano, donde reina Hizbulá, nadie puede exigir responsabilidades a unos dirigentes para quienes el término «pueblo» es sinónimo de «escudo humano».

Y así, cuando las operaciones militares israelíes de búsqueda y destrucción de las infraestructuras terroristas de Hamás, de sus depósitos de armas, túneles de infiltración y centros de mando y comunicaciones, todos ellos escondidos entre la población civil palestina, sus escuelas, centros religiosos e, incluso, hospitales, provoque los inevitables estragos, con el rosario de muertos y heridos civiles, los auténticos responsables de la matanza exhibirán los cadáveres de los niños y de las mujeres mientras acusan al gobierno de Tel Aviv con el infamante «genocidas».

A un gobierno, dicho sea de paso, que tiene la obligación de defender a su población y al que asiste, como a cualquier ejecutivo surgido de la legitimidad democrática, el inalienable derecho de defensa de sus fronteras y de sus gentes. En este sentido, no podemos más que felicitarnos por la rápida y contundente reacción del mundo libre –con las habituales excepciones equidistantes– en la condena del ataque terrorista y en el apoyo al gobierno israelí en unos momentos tan trágicos. Pero si Occidente quiere que alguna vez llegue la paz y la democracia a esas castigadas tierras tendrá que actuar en consecuencia con sus principios.

Porque la entidad de la operación terrorista del sábado, más allá de problemáticas efemérides, confirma lo ya sabido: que Hamás recibe armas, entrenamiento y financiación de países islamistas que están en la mente de todos y que buscan en el desgaste de Israel, también, el daño a las democracias occidentales. Hace falta, pues, mayor compromiso con los israelíes y actuar contra los patrocinadores del terror. Al menos, así se salvarán algunas vidas palestinas, hoy, meros rehenes.