Editorial

Los pactos de Sánchez sí lastran al PSOE

Nunca como hasta ahora se había dado una situación tan acusada de transversalidad en el electorado, que llega a superar las diferencias ideológicas.

Pedro Sánchez entrando al Congreso
Pedro Sánchez entrando al CongresoDavid JarLa Razón

Incluso en Extremadura, feudo tradicional socialista, gobernada por un sólido y veterano político como Guillermo Fernández Vara, las encuestas electorales dejan muy poco margen al optimismo del PSOE. Según el sondeo elaborado por «NC Report» para LA RAZÓN, el partido socialista perdería la mayoría absoluta que hoy ostenta y tendría que apoyarse en Unidas Podemos frente a la suma del PP y de Vox. Pero la diferencia en la intención de voto es tan estrecha entre ambas posibles coaliciones, sólo dos escaños, que puede producirse un vuelco tras la campaña electoral.

En el otro extremo geográfico, las Islas Baleares, el sondeo de «NC Report» concede una mayoría absoluta a la suma de PP y Vox a costa de la pérdida de 6 escaños de los socialistas y de Podemos, mientras que las formaciones nacionalistas mantendrían su actual representación. Una vez más, nos hallamos, al menos en el terreno de la demoscopia, ante la realidad de que es el PSOE el partido que más acusa el desgaste entre las formaciones de la mayoría de investidura que llevaron a Pedro Sánchez al gobierno de la Nación.

Y las causas parecen claras. Por encima de la mera gestión práctica de una legislatura, todo hay que decirlo, bastante complicada, se ha instalado en un sector de los votantes tradicionales de la izquierda una inequívoca postura de rechazo a los pactos, entendidos como cesiones, con los separatistas catalanes y los herederos de la banda terrorista etarra. Tal es así, que el presidente de la comunidad valenciana, el socialista Ximo Puig, en declaraciones a nuestro periódico, advierte a sus simpatizantes de la inconveniencia de votar en «clave nacional» en los próximos comicios autonómicos y municipales, consciente de que, más allá de los resultados de la propia gestión, lo que se ventila tiene su origen en La Moncloa.

Ciertamente, hay muchos motivos para desear un cambio de gobierno, pero nunca como hasta ahora se había dado una situación tan acusada de transversalidad en el electorado, que llega a superar las diferencias ideológicas. Porque lo que algunos barones socialistas tan caracterizados como Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, tratan de hacer pasar como simple «ruido de Madrid» no es más que el rechazo a unos acuerdos que, como ya hemos señalado, refuerzan la sensación de trato discriminatorio en detrimento de las comunidades que no plantean desafíos nacionalistas ni ponen en duda la legitimidad de las instituciones de la democracia española.

Con un problema añadido, que las elecciones llegan en un momento difícil para el Gobierno de coalición, no sólo por el enfrentamiento ideológico entre sus dos socios, sino, fundamentalmente, porque el deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de los españoles, castigados por una inflación que no tiene visos de mejorar, ha cristalizado, destrozando años de propaganda gubernamental.