Editorial
Pasos hacia una investidura necesaria
El mercadeo del sanchismo en pos de reeditar Frankenstein, sumado al chantaje separatista y la permeabilidad socialista, han reforzado las razones de interés nacional para que Núñez Feijóo alcance el objetivo que una mayoría social de este país ha demandado
El escrutinio de la noche del 23J arrojó un resultado enrevesado con múltiples combinaciones y ninguna libre de aristas y obstáculos. Hemos mantenido la tesis tras la oficialidad de los resultados que Alberto Núñez Feijóo, claro vencedor de los comicios, estaba más que legitimado para presentarse a la sesión de investidura y por consiguiente para buscar con los grupos el apoyo suficiente en sus aspiraciones a la Presidencia del Gobierno. Nada ha cambiado en estas semanas que no se intuyera en la compleja aritmética parlamentaria. En todo caso, el mercadeo del sanchismo en pos de reeditar Frankenstein, sumado al chantaje separatista y la permeabilidad socialista, han reforzado las razones de interés nacional para que Núñez Feijóo alcance el objetivo que una mayoría social de este país ha demandado.
Vox ha tomado una iniciativa positiva en la dirección de desbrozar el camino abierto para la alternativa a la izquierda más extremista de Europa, que ayer mismo en el Congreso proclamaba que un gobierno de la derecha es incompatible con la democracia, en otra vuelta de tuerca más altamente peligrosa para la convivencia y el estado de derecho. El partido de Abascal ha propiciado ese avance al excluirse de manera incondicional en el proceso, seguro convulso y controvertido, para conformar apoyos en positivo o con abstenciones que den respuesta justa a la opción más votada en las urnas por los españoles.
El PNV se ha apresurado a refrendar su oposición a que el Partido Popular transforme su triunfo en gobierno como ocurriría en un estado de derecho consolidado. Los soberanistas, con cartas similares a la legislatura anterior, pretenden reeditar su juego sobre un tablero que los ha castigado con severidad. Con Sánchez como socio han entrado en decadencia política y electoral y prácticamente han perdido la hegemonía a manos de Bildu, antesala del desalojado del poder en la próxima cita con las urnas en el País Vasco. Tampoco el suicidio político de un proyecto que parecía inmune es un fenómeno novedoso. Torres más altas se han venido abajo entre torpezas, incompetencias y sectarismos.
Llegados a este punto, no podemos pecar de ingenuos ni confundir los deseos con el panorama real del laberinto institucional y partidista. Con Pedro Sánchez de por medio, capaz de cualquier despropósito o barbaridad con tal de certificar su poder, no hay reglas ni normas consolidadas ni respetadas. En otras circunstancias de nuestro maltrecho sistema hubiera sido impensable que un presidente del Gobierno urdiera planes con los enemigos de la España constitucional y, por tanto, de los españoles, pero la experiencia ha atestiguado que la izquierda se ha manejado sin resorte moral de espaldas al pueblo y al bien común.
El escenario está pues abierto con exceso de variables, algunas indescifrables, como Podemos, Junts e incluso el PNV. Conciliar algo entre tanta cuenta pendiente puede abrir la puerta al bloqueo.
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