Editorial

La perenne «olla a presión» francesa

Hay una Francia cuya única relación con la República discurre entre la Policía que vigila, los jueces que encarcelan y los funcionarios que regatean las ayudas sociales.

Nanterre (France), 29/06/2023.- A protester throws a rock during clashes with French riot police following a march in the memory of 17-year-old Nahel, who was killed by French Police in Nanterre, near Paris, France, 29 June 2023. Violence broke out after the police fatally shot a 17-year-old during a traffic stop in Nanterre on 27 June. According to the French interior minister, 31 people were arrested with 2,000 officers being deployed to prevent further violence. (Protestas, Disturbios, Fra...
Clashes after a march in memory of teenager killed by police in Nanterre YOAN VALATAgencia EFE

Rachida Dati, ex ministra de Justicia con Nicolás Sarkozy y actual alcaldesa del Distrito VII de París, describió ayer los disturbios generalizados que amenazan con paralizar buena parte de Francia como el resultado de vivir «sobre una olla a presión» que estalla cada diez o quince años y a la que, por toda solución, se pone una tapa, que son las Fuerzas de Seguridad.

Dati hablaba a la Prensa mientras el Gobierno galo ordenaba el despliegue de nuevas brigadas antidisturbios –a sumar a los 24.000 policías movilizados–, volvían a incendiarse las calles de Nanterre, se suspendía el transporte público en la región de Ile de France, tras la destrucción sistemática de autobuses y tranvías; se declaraba el toque de queda en varios municipios de Hauts-de-Seine, como Clamart, y las prefecturas presentaban los primeros balances de comisarías de policía, sedes municipales, edificios públicos, comercios, automóviles y mobiliario urbano quemados por todo el país.

Tal extensión han alcanzado las protestas por la muerte de un joven de origen magrebí a manos de un agente del orden, ya procesado por homicidio voluntario, que la agencia que mide la calidad del aire en París ha decretado una alarma por las cenizas de los incendios. No es la primera vez que estallan las «banlieus» en Francia, ni será la última, alimentando los miedos de una buena parte de la población francesa que vive resignada a la compartimentación de facto de sus ciudades y entre la que crece un sentimiento de xenofobia, puntualmente explotado por demagogos de toda laya.

Pero es innegable que hay una Francia, la que vive arracimada en las barriadas periféricas que surgieron al calor de los grandes proyectos de vivienda social y en los centros degradados de las viejas ciudades industriales, cuya única relación con la República discurre entre la Policía que vigila, los jueces que encarcelan y los funcionarios que regatean las ayudas sociales. Y, por supuesto, cabe preguntarse qué se ha hecho mal para que unos jóvenes que son la tercera y cuarta generación de emigrantes y que han sido escolarizados en el sistema nacional republicano bajo los valores de la libertad, la igualdad y fraternidad, se mantengan en una automarginación que estalla periódicamente, a medida que van llegando a la adolescencia las nuevas generaciones.

Es cierto que la violencia en Francia, creciente, no es patrimonio exclusivo de los inmigrantes, como demuestran las recientes movilizaciones antisistema, azuzadas por la reforma de las pensiones, pero también lo es que pese al endurecimiento de las medidas judiciales, a los planes estratégicos de prevención policial y a la renovada acción social de las políticas del presidente Macron el problema de la inseguridad en las grandes ciudades se está convirtiendo en endémico. Esa «olla a presión» que describía gráficamente la ex ministra Dati.