Editorial
Un presidente cercado, pero dispuesto a seguir
Con toda probabilidad asistiremos a un cierre de filas del partido en torno al líder, como viene siendo habitual en la cultura política del socialismo patrio cuando ve en peligro el mantenimiento del poder.
No son pocas las voces en el seno del PSOE que advierten de una batalla por la sucesión de Pedro Sánchez entre algunos de los miembros de su «guardia pretoriana», dando por supuesto que el actual presidente del Gobierno va a resignar su cargo ante el doble acoso de algunos de sus socios de investidura y los casos de corrupción que afectan al partido e, incluso, a su círculo más cercano. También, por supuesto, sin descartar el desgaste añadido que supondrá la ofensiva política y judicial de la oposición.
En este sentido, aunque desde fuera del ámbito de influencia de La Moncloa, toman sentido las palabras del ex presidente Felipe González, en las que aseguraba que manejaba media docena de nombres que podían hacerse cargo del PSOE sin mayores problemas, si bien, no quiso resolver la incógnita de sus identidades, lo que resta valor al aserto. Ciertamente, estamos de acuerdo en que la situación política y personal que atraviesa el secretario general del PSOE, con uno de los que fueron sus más cercanos colaboradores, José Luis Ábalos, directamente en la mira judicial; con la aprobación de los Presupuestos Generales en el aire, malos datos en las encuestas de opinión y serias resistencias entre los barones regionales a respaldar el acuerdo de financiación singular con ERC alientan las especulaciones, pero a la probada capacidad de resistencia del personaje hay que sumarle que –salvo que surja a la luz pública alguno de los «tapados» de González– si por algo destaca su equipo de colaboradores, tanto en el Gabinete como en el partido, es por su fidelidad al jefe, llevada hasta el punto de desdecirse en horas 24, a medida de las necesidades del discurso gubernamental, siempre cambiante.
Y no parece que la actual relación de fuerzas vaya a cambiar en el próximo congreso socialista de diciembre. Es más, con toda probabilidad asistiremos a un cierre de filas del partido en torno al líder, como viene siendo habitual en la cultura política del socialismo patrio cuando ve en peligro el mantenimiento del poder. Por otra parte, en lo que respecta a sus socios parlamentarios, no hallamos motivos suficientes para que renuncien a sostener un ejecutivo al que todavía pueden seguir exprimiendo, menos, si la alternativa son unas elecciones anticipadas que, según las encuestas, darían la mayoría absoluta a la suma del centro derecha y de Vox.
La cercana experiencia con los gobiernos de Pedro Sánchez apunta más hacia una resistencia numantina del inquilino de La Moncloa, a la espera de un cambio favorable del viento, que a su renuncia, como nos recuerda el episodio de los «cinco días de reflexión», que se saldaron con el recurso al victimismo judicial y el anuncio de una reforma legal que restringiera la libertad de información. Cualquier otro político occidental ya hubiera dimitido, pero Sánchez es demasiado Sánchez.
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