Editorial

La última bala de Sánchez también era de fogueo

Fue el momento en el que el candidato popular marcó los puntos decisivos del encuentro, por cuanto se hablaba de un futuro gobierno para España, y la sombra de los aliados parlamentarios de Pedro Sánchez sobrevolaba sobre el estudio de Atresmedia.

Debate Electoral Atresmedia. Feijoo Sanchez 23J
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se saludan antes del debateAlberto R. Roldán© Alberto R. Roldán

Atresmedia había preparado un debate en igualdad de armas, muy alejado de los formatos en los que el candidato socialista mejor se desenvuelve, y, difícilmente, el resultado podía ser otro. El presidente del Gobierno se dedicó a embarrar el terreno de juego, interrumpiendo constantemente al candidato popular, hasta niveles irritantes, y recurriendo a un argumentario demasiado conocido, que, aleatoriamente, se remontaba a los atentados del 11-M, a la quiebra de las cajas, a la crisis de 2008, a la Gürtel o a la política sanitaria de la Xunta de Galicia, sin ahorrar insinuaciones malévolas sobre la probidad de su adversario. Pero su argumento fundamental, reiterado hasta la extenuación de los espectadores, fue la identificación de Núñez Feijóo con Santiago Abascal, el líder de Vox, al que el candidato socialistas pretendió , prácticamente, materializar sobre la mesa, en una estrategia tan evidente como ineficaz.

Ya en los prolegómenos del debate, podía detectarse el nerviosismo en la bancada de Pedro Sánchez, que, sin duda, había interiorizado la imagen del «último cartucho», con el riesgo, a la postre, de trasladar a la opinión pública una sensación de partida en inferioridad, que no fue tal porque el presidente del Gobierno, con muchas tablas, pero, sobre todo, ayudado por la propia estructura del debate, poco propicia a que los contendientes se perdieran en divagaciones, acabó por reconducirse hacia la defensa de su acción política, al menos, en los espacios que marcaban los moderadores. Presumió, pues, de la mejora de la economía, de la recuperación del mercado de trabajo y de la gestión de la pandemia y el proceso inflacionario.

Pero, y es preciso decirlo, embarrar el debate, proyectando a todo lo largo del mismo el imaginario maniqueo que ha caracterizado la legislatura, con el victimismo de quien interpreta la crítica como agresión, fue lo mejor que podía hacer para, si quiera, empatar el debate. Porque Alberto Núñez Feijóo cumplió impecablemente con lo que se esperaba de él, con la propuesta de un retorno a las políticas de centro, las que ha proporcionado los mejores años de progreso a España, y un discurso alejado de las pulsiones frentistas que quería ser una mano tendida a aquellos electores de la izquierda incómodos con la deriva radical a la que las alianzas de legislatura ha conducido al PSOE. Sin embargo, venía precedido el candidato popular de una fama de buen gestor de lo público, siempre alejado de maximalismos, que no se compadeció del todo con los que vimos en algunos tramos del debate, donde se empleó con una dureza argumental hacia la acción de gobierno de su adversario sin concesiones y usando de la dialéctica más descarnada, la que pretende identificar al presidente del Gobierno como un político que distingue con mucha dificultad la verdad de la mentira. Fue, junto con las referencias a algunos de los asesinatos más terribles de ETA, cuando Núñez Feijóo descendió al campo embarrado que había propuesto el candidato socialista desde el mismo comienzo del «cara a cara».

No dudamos de la sinceridad de las convicciones de Núñez Feijóo, que llegó a ofrecer un pacto postelectoral a su contrincante, pero estarían en su derecho quienes, desde posiciones socialistas, pretendan interpretar esa aspereza dialéctica como una cesión, un guiño, a esos votantes de Vox que, en su fuero interno, dudan sobre la inutilidad de dividir el voto. En el campo de las propuestas electorales, de las soluciones para los problemas de los españoles, el líder socialista partía con un hándicap: la negación de rotunda de que tales problemas, económicos y sociales existieran, al menos, con la gravedad que denunciaba su adversario. A partir de ahí, sólo podía trasladar la discusión hacia la responsabilidad de los gobiernos anteriores del PP, a la pandemia y a la guerra de Ucrania.

Núñez Feijóo, por su parte, apenas consiguió avanzar algunas propuestas en política fiscal y económica. Hubo que esperar casi al final del debate, con un Pedro Sánchez algo más aquietado ante la evidencia palmaria de los indultos a los golpistas catalanes, la derogación del delito de sedición y la rebaja de la malversación, para que el candidato popular insistiera en algunos compromisos de calado, como la recuperación del delito de sedición y el endurecimiento de la malversación, así como la tipificación del delito de referéndum ilegal. Fue el momento en el que el candidato popular marcó los puntos decisivos del encuentro, por cuanto se hablaba de un futuro gobierno para España, y la sombra de los aliados parlamentarios de Pedro Sánchez sobrevolaba sobre el estudio de Atresmedia.