Crítica de cine
«El alucinante mundo de Norman»: En ocasiones veo muertos...
Director: Chris Butler y Sam Fell. Guión: Chris Butler. Voces originales: Kodi Smith-McFee, Anna Kendrick, Elaine Stritch, Jodelle Ferland. USA, 2012. Duración: 92 minutos. Animación.
Sería absurdo ignorar el lugar común, o sea que este filme tiene más deudas con el imaginario de Tim Burton que con el de los hermanos Quay o Jan Svankmajer, por poner dos ejemplos ilustres de la práctica del «stop motion». El calificativo «burtoniano» es de los pocos derivados del apellido de un cineasta que significa algo para el público de multisalas. Sinónimo de un surrealismo mágico de tintes neogóticos, su poética, canalizada a través de los ojos saltones de sus marginados protagonistas, ha celebrado la diferencia como rasgo definitivo de su concepción del heroísmo. No es difícil, pues, encontrar en Norman un hermano gemelo del Chico Ostra, un colega de juegos del Jack de «Pesadilla antes de Navidad». Según confiesa el propio Burton, su educación sentimental se forjó entre monstruos y películas de terror de serie B, como la de Norman, un niño que, igual que el protagonista de «El sexto sentido», convive más con los muertos que con los vivos. En todo caso, es injusto juzgar una cinta tan creativa pensando sólo en Burton. La belleza artesanal de la animación con plastilina se combina con los hallazgos del digital para crear una miniatura preciosa que camina con armonía de funambulista por una trama delgada, simple y eficaz, que mezcla brujas, zombis, espectros y patrullas de linchamiento con pasmosa soltura. El cuidado diseño de los personajes, la moldeable expresividad de sus gestos y la fastuosidad de su dirección artística, hacen de la película una experiencia visual de primera magnitud, digna del Burton de la primera época. Cocinada en la factoría de la magnífica «Los mundos de Coraline», su atención al detalle realista y su facilidad para integrarlo en una fantasía que no evita los toques siniestros –es la excéntrica singularidad de una película que pretende ser infantil sin lograrlo del todo– compensan la previsibilidad de un relato que, en esencia, ilustra lo difícil que es demostrar tu coraje cuando todos piensan que sólo eres un «freak» que habla con fantasmas.
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