Francia

El diablo y cuatro de Madrid

Cuándo: 10 de enero, 21:00 horas.. Dónde: Sala La Riviera. Paseo de la Virgen del Puerto s/n. Madrid. Cuánto: 20 euros.

De izda. a dcha., Jesús Antúnez, Amparo Llanos, Samuel Titos y Cristina Llanos
De izda. a dcha., Jesús Antúnez, Amparo Llanos, Samuel Titos y Cristina Llanoslarazon

La discográfica que editó hace quince años «Devil Come to Me», Subterfuge, no lo tenía nada claro. En vez de ofrecer los tres discos habituales por contrato a una banda nueva, Dover en este caso, les ofrecieron dos. La compañía madrileña hizo bien su trabajo promocional con la banda de las hermanas Llanos, Jesús Antúnez y Samuel Titos, cuatro chicos recién salidos del cascarón. Pero algo pasó de repente. «Un día, Jesús vino corriendo y nos dijo que se habían vendido 8.000 copias en tres días. Nosotras habíamos puesto toda la fe en que eran buenas canciones, pero ya vimos que algo empezaba a pasar», rememora Amparo Llanos. Y ocurrió el mayor efecto bola de nieve que se había producido con un disco de rock indepediente y en inglés, en la era de la cinta de cassette. «Estábamos muy lejos de otros grupos como Sexy Sadie, Mercromina o Doctor Explosión... y al poco tiempo estábamos a años luz, pero en el otro sentido», evoca Cristina.

Matices y sorpresa

«Nosotros, por entonces, no contábamos. Costaba muchísmo hacerse un hueco en el sector independiente y no teníamos ni mánager», señala Amparo. Se tomaron el disco como una opción de hacerse un huequito. «¿Pero vender medio millón? Jamás. Ocurrió un magnetismo, una vibración...». A ello ayudó un anuncio de una bebida, Radical Fruit (hoy casi desaparecida), en la que sonaba el estribillo de «Lie for You», y el fenómeno ya no se podía parar. Traspasaron fronteras hasta Alemania, Francia, Italia, Grecia y Holanda. Samuel Titos, actual bajista de la banda, no formaba parte de ella entonces y tiene un recuerdo interesante como espectador: «Igual que había pasado con Nirvana, el disco de Dover no tendría por qué haber trascendido el underground o la escena más independiente, por muchas barreras: el idioma,el sonido y la actitud. Y de repente... fue alucinante, hasta en televisión. Yo recuerdo que, por una vez, no te sentías un bicho raro. A la gente le gustaba lo mismo que a mí. Por fin no era yo, que estaba trastornado, ni estabas solo en el mundo. Pasaba en tu país y pasaba con la música que te gustaba».

Claro que todo tenía sus consecuencias. Los conciertos multitudinarios como el Festimad 97, el Dr. Music de ese año, o el que ofrecieron en Anoeta traían buenas y malas sensaciones. Amparo Llanos: «Tengo recuerdos muy buenos pese al estrés. Hay que estar ahí, pero el problema era cumplir. Estar a la altura de la gente que venía a verte, cuando en realidad acabábamos de empezar. Era una mezcla de alucine y emoción». «Recuerdo un lugar al que fuimos a tocar, que pusieron el escenario en un camión. Creo que se llamaba Villazuelo o algo así. El pueblo se desbordó de la gente que fue a vernos. Se acabó el tabaco en todas partes y la Policía no sabía qué hacer. Y la gente estaba enloquecida y nuestro técnico, que estaba en medio con la mesa, pedía ayuda mientras estábamos tocando por el comunicador. ''S.O.S., S.O.S.'', decía... (risas). Y luego no recuerdo cuánto tardamos en llegar al camerino», relata. Aseguran que nunca se dejaron llevar por el ego ni pidieron excentricidades para el backstage, salvo una pequeña salida de tono: «Fue en el Benicàssim del 96, creo. Salimos al escenario y yo dije: ''Somos Dover y no somos indies, somos unos macarras de mierda'». Era por el rock & roll, pero parece que sentó bastante mal y nos costó una cruz en el festival durante muchos años, pero no fue con mala intención. De todas formas eso ya es del Pleistoceno, aunque es verdad que nunca más hemos vuelto a tocar después...», explica Cristina Llanos. «Es que nuestro disco encajaba de alguna manera en los 90, pero por otro lado era un poco más rockero y más fuerte que lo que se hacía en el momento, que era todo muy popero. Nos relacionábamos poco. Estábamos solos en nuestro local, intentando actuar una vez al año», dice Amparo.