Caso Faisán

El dueño del bar Faisán admite el «chivatazo»

La Razón
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A Joseba Elosua, el dueño del bar Faisán de Irún a quien una voz anónima alertó, el 4 de mayo de 2006, de un inminente golpe policial contra el «aparato de extorsión» de ETA, esa llamada telefónica le dejó «grogui»

A Joseba Elosua, el dueño del bar Faisán de Irún a quien una voz anónima alertó, el 4 de mayo de 2006, de un inminente golpe policial contra el «aparato de extorsión» de ETA, esa llamada telefónica le dejó «grogui». Elosua declaró como testigo en el juicio que sienta en el banquillo a dos mandos policiales como supuestos autores de ese soplo. El inspector José María Ballesteros –la persona que según las acusaciones le entregó el móvil para que el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamies, le pusiera en alerta– estaba sentado sólo unos metros detrás de él. Pero nadie se atrevió ayer –ni la Fiscalía ni el resto de las acusaciones y tampoco su defensa– a preguntarle si identificaba al procesado como la persona que le entregó el teléfono. Y es que el día anterior el comisario Carlos Germán, que interrogó seis veces a Elosua tras el chivatazo, ya dejó claro que el dueño del bar Faisán no iba a identificar nunca al enigmático individuo porque tiene un bar en la frontera y «no quiere indisponerse con ningún policía». Ninguno quiso correr riesgos. El abogado de Ballesteros, José Luis Vegas, sí le recordó que cuando el juez Pablo Ruz le mostró una foto del inspector no lo identificó como la persona que le dio el teléfono. Ayer se ratificó a gritos. «¡Joder, dije la verdad!».

Elosua rememoró su encuentro con la persona que le entregó el móvil («a primera vista parecía un comercial») e incluso, siete años después, se atrevió a perfilar una descripción fisonómica. «Pelo negro, puede ser que llevase peluca. Más bien chaparro, con acento extremeño y sin gafas». Le preguntó por Joseba Elosua. «¿Padre o hijo?», replicó él. Y le pasó un móvil «porque me dice que hay una persona que me quiere hablar». La conversación duró «ocho o diez minutos». El mensaje, claro: «Ten cuidado, que mañana cuando pase van a detener a Cau (supuesto etarra encargado de recaudar el dinero de la extorsión a empresarios).

Del proceso y la situación política, Elosua dijo que su interlocutor no le habló. «Estaba completamente orsay de eso. ¡Cómo me va a hablar del proceso si no me conoce de nada! Yo no soy político». Pero su yerno, Carmelo Luquin (a quien le contó la conversación mientras los dos se desplazaban a Bayona para poner al corriente a Cau Aldanur), le desmintió minutos después. Luquin dijo al tribunal que su suegro le había confesado que su interlocutor le aseguró que la llamada tenía como objetivo «no fastidiar el proceso» y que le advirtió que no comentara con nadie lo ocurrido.

La conversación dejó «abobado» a Elosua. «Pensé que era una tomadura de pelo. Me volví un poco tararí. Era como un circo. Pensé que era cosa de la Ertzaintza, pues la forma de actuar de la Policía es diferente». Intentó llamar a Cau desde el móvil de su hijo, quien declaró después que su padre no quería hacer la llamada desde el teléfono del bar ni desde las cabinas cercanas. «Había muchos moscones alrededor, muchos inspectores», recordó su progenitor trazando un círculo con las manos. Después acudió a Luquin. «Sácame de este embrollo», le dijo. «Vino un poco ofuscado diciendo que le habían pasado un teléfono y me dijo que mirase por la ventana a un señor que estaba de espaldas», aseguró su yerno al tribunal. Luquin no recuerda ningún rasgo físico de esa persona. «Estaba lejos», se excusó. Luquin contó que Elosua quería ir a Bayona «para hablar con José Antonio Cau». «"¿Cómo vas a ir en esas condiciones? Te llevo yo». Ya en Francia, pararon en una cabina para asegurarse de que Cau estaba en casa y le avisaron de su llegada. A preguntas del presidente del tribunal, Alfonso Guevara, Elosua admitió que se desplazó a Francia «a avisarle de lo que me dijeron por teléfono, que le iban a detener». Guevara lo despidió. «Creo que será la última vez... si Dios quiere».