El Euroblog
A Berlusconi no le gusta la tele pública. (Darío Menor, Roma)
A principios de los noventa, cuando estaba a punto de comenzar el que sería su primer Gobierno, Silvio Berlusconi contaba que sus hijos decían en el colegio que su padre "arreglaba televisiones", pero que a partir de entonces tendrían que decir que "arreglaba Italia".
Por "arreglar televisiones"el hombre más rico del país entendía la construcción de su imperio mediático, que incluye tres de los siete principales canales: Canale 5, Italia 1 y Rete 4. Los tres derrochan espectáculo y felicidad en sus programas y cuentan con unos informativos ante los que cualquier espectador extranjero enarcaría las cejas, cuanto menos. Así debe ser la televisión según Berlusconi: un lugar optimista que invite a soñar y haga olvidar al público sus problemas diarios.
Ahora que nuevamente ostenta el poder, "Il Cavaliere"no sólo cuenta con el respaldo de sus tres canales privados, también disfruta del apoyo de los tres de la televisión pública, la Rai. Pese a algunos programas ácidos, como el que el jueves protagonizó la cómica Sabina Guzzanti, la Rai cumple con la norma no escrita de no criticar en demasía al Ejecutivo. Sin embargo, para Berlusconi es insuficiente: la televisión pública también debe contribuir a anestesiar a los italianos y dejar de preocuparlos por la crisis económica o por las manifestaciones de los estudiantes.
"Haré todo lo posible para que las televisiones públicas y privadas no causen ansiedad", advirtió recientemente "Il Cavaliere". Si se continúa difundiendo "pesimismo"desde las pantallas, el primer ministro asegura que tendrá que intervenir, ya que los canales "deberían cooperar para que las cosas vayan mejor". "No se debe propagar el pánico, que es negativo e influye en el consumo y en la vida de las empresas. Es necesario mantener los nervios templados y estar tranquilos". Para terminar su amenaza, Berlusconi recurrió a sus habituales experiencias personales: "Yo difundo serenidad, pero cada vez que enciendo el televisor me doy cuenta de que no lo hacen nuestros políticos, ni nuestros economistas, ni nuestros periodistas".
Advertida queda la Rai: u opta por contar sólo buenas noticias o tendrá que aguantar que Berlusconi la "arregle".
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