El Euroblog

La "lepenización"de las almas

La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, se dirige anoche a la Prensa en Nanterre
La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, se dirige anoche a la Prensa en Nanterrelarazon

No ganó, pero fue sin duda la vencedora moral de las elecciones municipales francesas. Marine Le Pen, que sustituyó a su padre al frente del Frente Nacional (FN) en 2011, ha conseguido su objetivo: limpiar la imagen del partido ultraderechista para hacerlo más elegible para el electorado. Con 1.300 conejales y catorce alcaldías, los ultras aumentan su base electoral en el mapa del Hexágono con la esperanza de acabar con el bipartidismo de los hegemónicos Partido Socialista (PS), el gran derrotado de los comicios, y la Unión por un Movimiento Popular (UMP), la inesperada triunfadora. Con un 6,85% de votos, el partido de extrema derecha logró su mejor resultado en unas municipales desde su creación en 1972. Aunque aún está muy lejos de romper el "establishment", lo cierto es que el FN ya ha provocado las primeras grietas. A diferencia de otros comicios, en esta ocasión no ha funcionado el "pacto republicano", ese eufemístico "cordón sanitario"tejido por socialistas y conservadores para cerrar el paso al FN. Y es que el secretario general de la UMP, Jean-François Copé, consciente de que no le hacía falta para conseguir una ansiada "marea azul", secundó una estrategia de "ni ni". Es decir, ni pactos con los frentistas ni apoyo a candidatos de la izquierda. Al fin y al cabo, un 62% de su electorado no pone reparos a aliarse con el Frente Nacional. En menor medida, en el campo socialista, algunos disidentes hicieron oídos sordos a la consigna lanzada desde la calle Solferino y prefirieron hacer la guerra por su cuenta para no perder sus feudos.

Pero más allá del previsible castigo al partido en el poder, estas municipales han puesto de manifiesto la imparable desafección política de la población francesa. Alrededor del 38,5% de los 45 millones de electores prefirió quedarse ayer en casa y no acudir a votar. Dos de cada tres abstencionistas han sido en el pasado votantes de la izquierda que se han visto decepcionados por la gestión del presidente François Hollande 22 meses después de haber sido elegido. El "presidente normal"prometió entonces transformar Francia y crear empleo y, tras el tiempo transcurrido, no se vislumbra ninguna de las dos cosas. El paro volvió a aumentar el mes pasado y alcanzó la cifra récord de 3,3 millones. Hollande ostenta el triste honor de ser el presidente más impopular de la V República (17%) y su amortizado primer ministro, Jean-Marc Ayrault, le sigue los talones (16%). De ahí que no pueda extrañar que parte del electorado del desindustrializado noreste del país compre el discurso del FN, que culpa de todos sus males a la globalización y a Europa y les promete una protección y una seguridad que el Estado francés ya no puede darles. Según los sondeos, a un 40% de la población no le importaría tener un alcalde ultraderechista. Veremos qué piensan dentro de cuatro años. En el pasado, los ultraderechistas han sido como Atila. Allá por el municipio que gobernaban, dejaban a su paso una estela de deudas y desgobierno.

Para Le Pen, que aspira a disputar la segunda vuelta de las presidenciales de 2017, estas elecciones son sólo un paso más en su estrategia de ensanchar la escasa estructura territorial del FN. "Desde ahora habrá que contar con una tercera gran fuerza política en nuestro país", declaró una exultante Le Pen en el plató de cadena France 2. Su siguiente batalla serán las europeas del 25 de mayo en las que sueña con ser la primera fuerza política de Francia y doblar su número de eurodiputados. El sistema proporcional a un sola vuelta y en grandes circunscripciones electorales es una oportunidad única para que partidos pequeños como el Frente Nacional puedan dar la campanada. ¿Despertará entonces la sociedad francesa o preferirá permanecer lepenizada?

pgarcia@larazon.es