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«El quinto poder»: Assange, el enigma continúa
Dirección: Bill Condon. Guión: Daniel Domscheit-Berg, David Leigh, Luke Harding y Josh Singer. Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Daniel Brühl y Carice van Houten. EE UU-Bélgica 2013. Duración: 128 minutos. «Thriller» dramático.
No, «El quinto poder» no desvela nada nuevo sobre Julian Assange ni WikiLeaks, y lo que cuenta, no lo dice demasiado claro. Este extraño, siniestro tipo, este advenedizo de internet con ínfulas de profeta clarividente que revolucionó el mundo de la información destapando secretos gubernamentales de alto riesgo, corrupciones, sobornos y documentación clasificada a nivel mundial (sin olvidar la publicación de los mensajes del 11-S y aquellos telegramas diplomáticos que supusieron el principio del fin), que puso en peligro la vida de sus informadores, que presume de un pasado traumático relacionado con una secta religiosa formada por niños teñidos de blanco y de liderar el «periodismo ciudadano», continúa siendo un enigma tras el visionado de la cinta. Que, en tanto producto cinematográfico a secas, ya lo decíamos, también pincha seriamente. Quizá todo este embrollado asunto, esta «V de Vendetta» digital, era una empresa demasiado ambiciosa para Bill Condon («Candyman 2», «Kinsey», «Dioses y monstruos», «Amanecer»...), quien opta por imprimirle a la obra un tono muy frío, ambiguo, desapegado, como si el director no supiera o dudara a quién creer y a quién no en ocasiones y cómo contar uno de los mayores escándalos del siglo XXI. Error, y grande. Basada en los libros escritos por los reporteros británicos Daniel Domscheit-Berg y David Leigh, y salpicada de caprichosas escenas fantásticas que en un filme sobre un tema de esta naturaleza, nos recuerda aquello de que nunca se deben juntar churras con merinas, y menos si hay un ordenador de por medio, los dos protagonistas de la historia poca culpa tienen de los resultados, porque tanto el pálido y carismático Cumberbatch (aunque probablemente impregna al personaje de una dosis de tenebrosidad un poco exagerada) en la piel de Assange como el siempre eficiente Brühl interpretando a Daniel Berg, su en un principio hechizada mano derecha hasta que el rompecabezas empieza a cerrarse, realizan un buen trabajo y consiguen que las escenas compartidas sean las mejores del filme. Un cóctel excesivo, paradojas, de información, de viajes por todo el planeta que nadie sabe quién ha pagado, de noticias que acaban sepultando cualquier emoción, sea de agrado o rechazo, hasta la más pasajera.
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