Política
Cruce de minimítines catódico
Díaz quiso que sus rivales le aclararan si van a bloquear la formación de un gobierno si no ganan, mientras asistía, igual que Rodríguez, a como Moreno y Marín se enzarzaron a ratos para acabar mostrándose abiertos a desalojar al PSOE
Díaz quiso que sus rivales le aclararan si van a bloquear la formación de un gobierno si no ganan, mientras asistía, igual que Rodríguez, a como Moreno y Marín se enzarzaron a ratos para acabar mostrándose abiertos a desalojar al PSOE.
La clave era no perder, sobre todo si se tiene en cuenta que casi una tercera parte de los llamados a ejercer su derecho al voto el próximo 2 de diciembre, en concreto el 26,6%, no tiene aún decidido qué papeleta introducirá en la urna, según se desprende de la encuesta hecha pública hace unos días por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). La campaña de los comicios andaluces del 2D tenía en la noche de ayer un momento decisivo, el primer debate catódico «a cuatro» de los principales candidatos: Susana Díaz (PSOE), Juanma Moreno (PP), Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) y Juan Marín (Ciudadanos), nombrados en orden descendente a la representación parlamentaria que lograron en 2015 y que los dos últimos aspiran a cambiar. Rodríguez y Marín se estrenaban además como púgiles televisivos que han de hacer frente al impulso de la fuga.
La cita era a las 21:30 horas en estudios de Canal Sur, donde se confirmó lo previsible: el número de intervinientes y el hecho de que los partidos impongan un reparto de tiempos tasados por las reglas que marca la Junta Electoral para los medios públicos privó a los espectadores de un verdadero diálogo entre los aspirantes a traspasar las puertas del palacio de San Telmo. De hecho, hubo cronómetros para los tiempos, controlados por árbitros profesionales de baloncesto.
El programa se estructuró en cuatro bloques que giraron en torno al empleo, a la economía y la política fiscal; a los servicios públicos esenciales y, por último, al reto territorial. Los contrincantes mantuvieron un tono moderado durante la mayor parte del debate, aunque éste se convirtió a ráfagas en «pim pam pum» a dos entre Moreno y Marín, para tranquilidad de la presidenta de la Junta, a cuenta de la corrupción, por ejemplo, si bien es cierto que el segundo acabó indicándole al primero que si no provocan juntos el relevo en la Junta los andaluces «no se lo perdonarán». Pero antes, el popular corresponsabilizó al naranja de los fracasos del Ejecutivo autonómico, dado que su formación ha sido aliado de legislatura de los socialistas y Marín le afeó la «obsesión brutal» que le atribuyó con Cs, una formación que ha logrado, subrayó, que los ex presidentes Chaves y Griñán «estén hoy en un tribunal de Justicia», a lo que Moreno le replicó que «dónde estaban» cuando se denunció el «caso Mercasevilla», los propios ERE o las anomalías de la extinta fundación Faffe. Marín le respondió que «en su casa» y llegó incluso a enseñarle un folio en blanco en el que escribió «nada», como sinónimo de lo que había logrado el PP en cuarenta años. Ambos se dirigieron luego a Díaz, eso sí. Moreno para preguntarle «por qué pidió el archivo de los ERE» y Marín para aseverar que éstos constituyen «el mayor caso de corrupción de España» y dejarle claro que «no será presidenta con los votos de Cs» porque «no quiere regenerar» y han «robado». Punto que el popular aprovechó para preguntarle al líder regional de Cs por qué la apoyó si sabía que había robado.
La presidenta de la Junta, que parte como favorita para resultar vencedora el 2D según las encuestas, afirmó que ha aumentado los controles. Fue la primera en tomar la palabra e intentó trasladar una imagen de solvencia al electorado. Dejó claro nada más arrancar que aspira a una «amplia mayoría» para evitar el «bloqueo político» en la comunidad, que ella no provocará si no revalida la confianza de los electores, según aseveró. Moreno insistió en los principales mensajes que enraízan su campaña y que pasan por plantear el 2D como un referéndum contra el socialismo, como una oportunidad de «optar» por el desalojo del PSOE.
Rodríguez, quería aprovechar la ocasión para trasladar «sin interferencias»propuestas de la confluencia como que los diputados justifiquen las dietas que cobran e introducir en el debate a colectivos como las «kellys», o los taxistas. No se olvidó de las tarjetas «black», que ligó a PSOE y al PP, formación a la que recordó incluso el «volquete de putas» del sumario del caso Púnica. Y Marín, quien tenía la oportunidad de aumentar su índice de conocimiento entre los potenciales votantes, puso el acento en que los ciudadanos están cansados del «y tú más» del bipartidismo y quieren «soluciones» a sus problemas. Su partido pretende, dijo, «devolver Andalucía a los andaluces».
Hubo también juegos con siglas. Mientras Moreno abogó por una BMI, una bajada masiva de impuestos en la región hasta dejarlos a los niveles de la comunidad de Madrid; Rodríguez apostó por SMI, implantar de una vez el salario mínimo profesional.
Díaz intentó trasladar que llegaba con «los deberes hechos» en materia de empleo, ya que hay «565.000 parados menos», pero el resto le reprochó que lo hiciera, dado que la tasa de desempleo andaluz no da para presumir. Hubo momentos de tensión también en el segundo apartado en el que Moreno defendió que hace falta «un cambio urgente del modelo de gestión» sanitaria y acusó a la socialista de ser una «máquina de crear desigualdades». «Muchos golpes de pecho de socialismo, pero cuando se trata de gobernar se ven sus carencias», deslizó. Marín tuvo un momento duro con Díaz, a la que le reprochó, portada de periódico en mano, que Andalucía fuera para ella «el segundo plato» porque «quería irse a Madrid», en alusión a su lucha interna con Pedro Sánchez -que recordó Rodríguez en uno de sus turnos-, y la molestó al referirse a su exceso de moqueta. Cataluña se coló en la parte territorial de un debate del que es difícil determinar quién salió más airoso.
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