Política

Elecciones andaluzas

Termómetro de las generales

El resultado del 2-D marcará el ritmo de la legislatura aunque no determinará el adelanto electoral. La irrupción de Vox dibujará un nuevo mapa en la derecha, donde el PP tendrá que pelear por mantener la hegemonía

El resultado del 2-D marcará el ritmo de la legislatura aunque no determinará el adelanto electoral. La irrupción de Vox dibujará un nuevo mapa en la derecha, donde el PP tendrá que pelear por mantener la hegemonía.

Las autonómicas andaluzas inauguran un ciclo electoral que se anticipa que estará marcado por la inestabilidad y por dos grandes batallas, una en el bloque de la izquierda y la otra en el centroderecha. Contra pronóstico, Vox ha tenido un protagonismo inesperado en la campaña hasta convertirse en una de las claves de esta noche electoral. Su futuro estará muy condicionado por lo que ocurra hoy y por si este partido consigue o no representación en el Parlamento andaluz. La previsión con la que ayer se cerró la jornada de reflexión es que deje de ser una fuerza extraparlamentaria y entre en la Cámara autonómica con cuatro o cinco escaños, un nuevo problema para el Partido Popular, aunque mantenga el segundo puesto. Este escenario abre al PP una vía por el centro y otra por la derecha, y de confirmarse llevará a que el partido entre en pánico por la posibilidad de que en comunidades como Madrid, Valencia o Castilla y León puedan sacar un mejor resultado que en Andalucía. Al contrario, si estas expectativas no se cumplieran y Vox se quedara fuera del Parlamento, su recorrido sería muy limitado, y si acaso sólo con alguna posibilidad en las elecciones europeas.

La campaña electoral deja un panorama muy abierto y lleno de incertidumbres. Ni siquiera el PSOE, al que todas las encuestas le dan la victoria, las tiene todas consigo. Susana Díaz ha hecho una campaña dirigida a contener el desgaste de los 36 años de gobierno socialista, nada cómoda en el tema de la corrupción y tampoco en otra de sus grandes banderas, el funcionamiento de los servicios públicos y de los servicios sociales.

El PSOE andaluz sabe que, aun ganando, se enfrenta a un escenario muy incierto y donde el bloqueo amenaza con poner incluso en liza la «cabeza» política de su candidata. Susana Díaz siempre ha huido de una coincidencia de sus elecciones con unas generales, y con esa presión la puede estar esperando la candidata de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, con quien no está claro si mantiene más diferencias políticas o personales. En Madrid, desde Podemos advierten, cuando se pregunta por el posible acuerdo de investidura del PSOE con Adelante Andalucía, que el gran problema «es que no se soportan». «Como mucho, podría llegar in extremis a permitir una investidura para al minuto siguiente colocarse en la oposición, y ya es mucho», sentencian. Así que en teoría las urnas pueden dejar al PSOE dos socios, la confluencia de la izquierda y Ciudadanos, pero igual de resistentes a «marcarse» con un apoyo al PSOE cuando suenan tambores electorales en toda España. De momento, tanto Teresa Rodríguez como el candidato de Ciudadanos, Juan Marín, han comprometido su palabra renegando de ese futuro pacto, por lo que el PSOE nacional y el andaluz tienen ante sí dos interrogantes: cuánto contendrán la pérdida de escaños –la previsión es que vuelvan a perder bastantes votos–, y si podrán formar gobierno aun ganando las elecciones.

No obstante, a nivel nacional el PSOE se aferrará a la victoria, aun a costa de una nueva caída en votos en uno de sus principales bastiones territoriales, y el alcance de su resultado en Andalucía no será determinante en la fecha de las generales. Puede tener influencia, pero no determinarla. La clave está en los Presupuestos, en la evolución de Cataluña y en la medición de si suma o desgasta retener el poder sin apoyo de Podemos y con una mínima capacidad legislativa. Andalucía es un termómetro de la fuerza del PSOE, pero no decidirá la fecha en la que Pedro Sánchez convocará las generales.

En estas elecciones se juega mucho más el PP andaluz. Es su examen más difícil frente a Cs, porque aquí no tienen coartada para justificar que el partido de Albert Rivera les pueda quitar la segunda posición en el Parlamento autonómico. El nuevo PP ha decidido jugársela directamente en esta campaña de la mano de un candidato, Juan Manuel Moreno, recibido de la etapa anterior de Mariano Rajoy y que apoyó otra candidatura distinta a la de Pablo Casado, la de Soraya Sáenz de Santamaría, en el Congreso Nacional de julio. La decisión de Casado de tener tanta presencia como si él fuera el candidato se explica dentro del partido con la sencilla afirmación de que «no tenía otra alternativa». Casado no podía esconderse ante unas elecciones tan complicadas como éstas cuando el PP entra en una larga etapa electoral con una dirección recién estrenada y bajo la amenaza de que el Gobierno «ataque» el «nuevo proyecto» con la artillería de la «Operación Kitchen». De nuevo, el pasado, pero con capacidad, asumen en el PP, de seguir haciendo daño al «nuevo partido». Aunque baje en apoyos, y se le añada el problema de Vox, el PP intentará salvar la cara con el hecho de que consiga mantener la segunda posición en la Cámara autonómica.

Casado y su equipo harán su seguimiento desde Génova aunque se especuló con la posibilidad de que el líder nacional acudiera a Sevilla para pasar la noche electoral con Juan Manuel Moreno. De la campaña popular ha llamado también mucho la atención la importante cuota de presencia que ha tenido Adolfo Suárez Illana, recolocado en el nuevo PP de momento como presidente de la nueva Fundación Concordia y Libertad. Esta decisión de Casado de darle espacio y protagonismo, y hacerle sitio en la planta noble de Génova, ha servido para que en el partido se especule sobre los futuros destinos políticos «más altos» a los que puede estar llamado el hijo del ex presidente del Gobierno, que ya tuvo su primera experiencia en política en la etapa de José María Aznar como candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha. ¿Posible candidato en Madrid? La ceguera con la que se manejan en las filas populares anima a que suene su nombre, pero también otros que acaban de ser colocados como piezas fundamentales en la nueva dirección, tal es el caso del vicesecretario de Organización, Javier Maroto.

El nuevo PP se juega en estas elecciones dar un paso adelante en su consolidación para hacer frente a las elecciones autonómicas, municipales y generales bajo el nuevo vendaval que les eche encima el pasado, o, por el contrario, retroceder posiciones en un escenario ya de por sí muy complejo. Ahora bien, incluso en el peor de los casos, el nuevo líder del PP tirará hacia adelante, puede ser que con más zancadillas internas, pero sin alternativa a su liderazgo y a su candidatura a las próximas elecciones generales. El Congreso de julio le habilita para poder recorrer ese camino pase lo que pase este domingo en Andalucía.

De Ciudadanos, quizás lo más exacto que puede decirse de ellos es que son los aspirantes que llegan con más serenidad a la jornada electoral. Todas las encuestas han confirmado que son el único partido que crece en apoyos, y esto les permite sacar la conclusión de que su pacto con el PSOE para investir a Susana Díaz en la Junta no les ha pasado factura, sino que les ha permitido presentarse en esta campaña como una oposición útil. Esto choca con el contundente compromiso de Juan Marín de no volver a pactar de nuevo con los socialistas. Desde el PP se malician que con los resultados ya en la mano, Cs acabará justificando un nuevo pacto con Susana Díaz en el objetivo de frenar que a la Junta llegue Podemos, pero el contexto electoral general deja todo completamente en el aire. Después de haber ensayado todas las fórmulas, haber firmado un acuerdo de gobierno con Pedro Sánchez y otro con Mariano Rajoy, Albert Rivera utilizará su política de pactos en Andalucía pensando en sus intereses nacionales y sin perder de vista la alianza de Pedro Sánchez con Podemos y su relación con los partidos independentistas.