Mariano Rajoy

Cercanía con el español común

Cercanía con el español común
Cercanía con el español comúnlarazon

Se acabó el plasma. Es el signo de la nueva política. Ya no cuenta tanto la entrevista con un grupo de periodistas seleccionados, ni frecuentar una tertulia televisiva cada sábado, siempre ante las mismas personas y argumentos. Ahora, cualquier candidato que se precie debe mostrarse capaz de hacer frente a la pregunta incómoda de la gente común, esa que vive el día a día de la calle. Es donde se ganan las elecciones. No basta con tomar al asalto las redes sociales y convertir una palabra en treding topic, ni debatir públicamente con los candidatos alternativos. El medio imprescindible de la sociedad del espectáculo es la televisión, una vía abierta a cualquiera, y a la que el político debe adaptar el estilo y la imagen.

En un momento en el que el peligro es la distancia entre la clase política y el electorado, la ventaja competitiva es presentarse como una persona que conoce las preocupaciones cotidianas y es capaz de salirse del guión. Mariano Rajoy se presentó en la Sexta en la noche del sábado para someterse a un test de sociabilidad. Durante más de una hora se enfrentó a las preguntas de 16 ciudadanos. Y acertó en las formas, algo necesario para hacer creíble el contenido. Era una asignatura pendiente en el líder del PP. El distanciamiento que había mostrado, al menos en apariencia en los últimos tiempos, respecto a los sacrificios que los españoles habían tomado para salir de la crisis, había perjudicado gravemente al partido. Sin embargo, Rajoy supo transmitir seguridad en el proyecto político, lo que es un valor en tiempos de incertidumbre. Dejó claro, además, que su rival es Pedro Sánchez, de manera que alertaba a los electores del PP que manejan la posibilidad de votar a Ciudadanos, que votar a Rivera es dar el poder al PSOE.

Fue una táctica inteligente, destinada al núcleo duro de votantes populares, y a parar la sangría de votos hacia de Ciudadanos, que tanto daño les hizo en las últimas elecciones municipales y autonómicas. Acertó también en las formas suaves de desautorizar al adversario, asentadas en una aparente lógica, que coinciden con el deseo de paz social de gran parte del electorado. Las respuestas a los temas más comprometidos fueron realistas, alejándose así de los grandes proyectos y aventuras institucionales anunciados por los candidatos alternativos para resolver problemas cotidianos.

Rajoy presentó soluciones sencillas a las cuestiones sociales, como las pensiones, el desempleo o los impuestos, eludiendo la demagogia o el maximalismo al que nos tienen acostumbrados los populistas y nacionalistas. Al problema de los independentistas en Cataluña respondió con dos ideas fuertes: la solidaridad entre españoles y el cumplimiento de la ley. Lo mismo hizo con el tema de la corrupción, afirmando obviedades como que «Todos los condenados por corrupción serán expulsados del partido», o «Quien la haga, la paga».

Si para algo sirvió el programa de «La Sexta Noche» fue para desmontar la crítica sobre el alejamiento del presidente del Gobierno de la vida ordinaria, o sobre su falta de cintura ante preguntas espontáneas. Es la tónica de esta campaña del PP, que está sorprendiendo a los adversarios, consistente en mostrar la cercanía con el español común. El fracaso de las últimas elecciones no ha caído en balde, y el giro en la política de comunicación está empezando a ser todo un acierto.

Contra todo pronóstico es ahora Rajoy el que está marcando la agenda política, dirigiendo todos los focos hacia la comparativa con Pedro Sánchez, que quedará al descubierto en el próximo debate televisivo «cara a cara».