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«Ladies and gentlemen, the captain is speaking», así arranca Iglesias la campaña

«Ladies and gentlemen, the captain is speaking», así arranca Iglesias la campaña
«Ladies and gentlemen, the captain is speaking», así arranca Iglesias la campañalarazon

«Ladies and gentlemen, the captain is speaking. Damas y caballeros, les habla el capitán». Así se dirigía Pablo Iglesias a través del microfono de su autobús de campaña a sus compañeros de partido y a los periodistas que le acompañaremos durante un periplo electoral que –tras arrancar ayer en las calles de un remoto pueblo de Zamora, Villaralbo– pretende acabar con el candidato de Podemos en La Moncloa. «Compañeros de la prensa, mantengan apagadas sus grabadoras. Nos espera una travesía agitada en la que esperamos turbulencias políticas. Despegamos hacia el asalto a los cielos. Relájense y disfruten del viaje». Con estas palabras terminaba Iglesias su alocución inicial nada más inaugurar la caravana electoral de Podemos; una peregrinación de más de 12.500 kilómetros que le llevará a las cuatro esquinas de España predicando «el evangelio del cambio»... con unas encuestas que no acaban de despegar pisándole los talones.

La campaña de Podemos dio comienzo anoche en Villaralbo, una pequeña localidad a 6 kilómetros de Zamora. Además de desmarcarse del resto de partidos y de escenificar la preocupación de Podemos por el medio rural, la pegada de carteles de anoche ofreció la posibilidad de que se produjera un último encuentro entre Pablo Iglesias y su padre antes de que comience la vorágine de la campaña electoral.

Entre broma y broma, cierta tensión flotaba en el ambiente del autobús de campaña durante los primeros compases de este «asalto a los cielos» al que hacía referencia Iglesias. En el partido son muy conscientes de que esta campaña no es una más. Podemos ya no es un fenómeno emergente sino una realidad política a la que le ha llegado la hora de la verdad: sus primeras elecciones generales. El impulso y el entusiasmo con el que nació este proyecto han terminado y ha llegado la hora de convertirse en una alternativa real de gobierno o en un partido escorado hacia la extrema izquierda incapaz de conectar con electorados transversales. El miedo escénico a medida que se acaban los ensayos y se acerca la fecha del estreno se vio potenciado ayer por el sabor agridulce del último barómetro del CIS. Dulce porque Podemos podría lograr 45/49 escaños en el nuevo Congreso y, además, formar cuatro grupos parlamentarios con sus aliados regionales en Cataluña (10/11 diputados con Barcelona en Comú, ICV y EUiA), Valencia (7 diputados con Compromís) y Galicia (5/6 diputados con Anova y las Mareas). Amargo porque no es suficiente. Ni siquiera para ser determinantes. Y todo el relato de Podemos se basa en ser protagonistas del cambio, no una nueva versión –quizá algo más jóven– de Izquierda Unida. La marca política con la que Iglesias se presenta a la presidencia del Gobierno es nueva, pero dejará de serlo el 21 de diciembre y, hoy por hoy, sólo un milagro puede provocar un vuelco que le lleve a La Moncloa. En ese milagro se cree fervorosamente en Podemos, se da de hecho por sentado. Y, mientras, se va acercando el día de la verdad para Pablo Iglesias: el día en el que callan los políticos y hablan las urnas.