Política

Las quinielas de los partidos en la semana clave

Las quinielas de los partidos en la semana clave
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A siete días de la decisiva cita con las urnas, las formaciones políticas hacen balance de la primera semana de campaña y afinan sus instrumentos demoscópicos para perfilar con mayor acierto la estrategia a seguir. Porcentajes, escaños y baile de encuestas para tratar de acercarse al veredicto final que los españoles darán el próximo domingo. Mientras tanto, la maquinaria electoral de los partidos no se detiene y se dirige de forma especial al objeto de todos sus deseos: los indecisos.

Objetivo Rajoy: tocar los 130 escaños

El PP llega al ecuador de la campaña convencido de que ha afianzado su ventaja como la fuerza más votada con respecto a sus rivales políticos. Alrededor de unos seis o siete puntos. Y también cree que difícilmente se van a producir vuelcos significativos en la última semana. A su juicio, lo mas volátil continúa siendo Ciudadanos, y esto les afecta a ellos, pero también a los socialistas. En las filas populares son conscientes de que si se quedan en un porcentaje de voto que ronde el 28 por ciento tendrán difícil argumentar que tienen un mandato para gobernar. Aunque también manejan la previsión de que la izquierda tendrá serias dificultades para articular un pacto que implique a Ciudadanos. Por tanto, el escenario continúa siendo confuso, y entre las pocas premisas para el contexto postelectoral se consolida la de que «o eres capaz de pactar o te vas a la oposición». Para ellos, el acuerdo con Rivera no será fácil, sobre todo si este último ha crecido mucho. Pero también cuentan con que, para los socialistas, «pactar con Rivera para darle el poder sería certificar su propia muerte». En el lado contrario les pesa que a ellos no se les han dado bien los pactos en los últimos años, como recuerda un miembro de la dirección. «Ahí están los casos de UPN, Cascos o Coalición Canaria», apostilla. El objetivo para esta última semana aún es el de alcanzar la barrera de los 130 escaños.

De esta recta final, el cara a cara del lunes con Pedro Sánchez es el principal punto de referencia. Rajoy y su equipo lo preparan midiendo todo al milímetro, porque en un contexto tan excepcional como el de esta campaña, el resultado no sólo les afecta a ellos sino que también puede tener consecuencias en el voto de los emergentes. En la «fontanería» valoran el hecho de que si se equivocan en su gestión, puede acabar beneficiando a los partidos nuevos. Y esto no sólo depende de ellos, sino también de la actitud con la que lo manejen los socialistas. «Si es duro y traslada la imagen de que es más de lo siempre, puede acabar sumando a los que no están en lugar de a los partidos grandes», advierten. La clave del resultado del 20-D está, según el análisis del PP, en cómo encaje la conjunción entre las ganas de cambio de la gente y la demanda también mayoritaria de un camino sin riesgo. «La sensación de que ese camino sin riesgo tal vez no exista es lo que explica las dudas en el electorado». Y ahí es donde insistirá Rajoy en sus últimos mítines, informa Carmen Morodo.

Sánchez tirará de garra para llegar a 90

La victoria o la derrota del PSOE el próximo 20 de diciembre no se medirá sólo en escaños o porcentaje de votos, que también, sino en función de la capacidad de maniobra que éstos le otorguen a Pedro Sánchez y su ponderación -o correlación de fuerzas- en la eventual coalición que pueda llevarle a La Moncloa. En cualquier caso, la supervivencia del líder socialista se enmarca en el baremo de los 90 diputados, por debajo de los cuales el aire se haría irrespirable en Ferraz, dejando sin oxígeno a la actual dirección federal.

Si se alcanzan los cien diputados -previsión bastante optimista- Sánchez salvaría los muebles, a pesar de romper el suelo histórico que dejó Rubalcaba, porque mantendría las siglas como alternativa de gobierno y fiaría a la estrategia de pactos la posibilidad de devolver a los socialistas el poder de la nación. No obstante, en el partido ha calado la idea de que el PSOE no pelea, por primera vez en democracia, por ganar sino por mantener su hegemonía en la segunda fuerza, frenando la amenaza que surge a izquierda y derecha por parte de los emergentes. Para ello, los socialistas van a elevar considerablemente el tono de su discurso en esta recta final de campaña. Lo harán no sólo en decibelios sino también en la dureza de sus argumentos, ante la falta de réditos que les ha reportado hasta ahora el tono excesivamente educado y conciliador de Pedro Sánchez. Prueba de ello será la intervención de éste en el cara a cara de mañana con Mariano Rajoy y también los discursos de algunos compañeros de campaña de las últimas horas. El cabeza de lista por Vizcaya, Patxi López, acusó el viernes a Pablo Iglesias de «loar a la izquierda abertzale y a ETA» y el desliz de Ciudadanos con la violencia de género se ha explotado al máximo, llevando incluso a la candidata por Barcelona, Carme Chacón, a tener que pedir disculpas por exhibir un tuit falso de Albert Rivera sobre este tema. Para frenar el efecto negativo de las encuestas, Sánchez y su equipo lo fían todo al debate de mañana, a no cometer fallos y a utilizar los «errores no forzados» en que incurran sus adversarios directos. Ante la incapacidad de amortizar el desgaste del Gobierno, se encomiendan a la movilización de la estructura del partido y a que el voto oculto y los indecisos opten por el proyecto de cambio que abanderan los socialistas, informa Ainhoa Martínez.

Rivera y la cifra de los 80

Los últimos sondeos han dado aire y ánimos a la formación de Albert Rivera, que ha visto en los votantes del PP un auténtico granero de papeletas de cara a lograr el mejor resultado posible. La intención es clara a una semana de que los españoles acudan a las urnas: hay que arañar el mayor número de votos de los que aún se muestran indecisos sobre si votar o no al PP de nuevo. Y es que desde el partido naranja tienen más que claro que llegar a los 80 escaños sería todo un logro, más si cabe cuando el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) le otorga entre 63 y 66 diputados.

Pero durante los últimos meses, Ciudadanos ha visto cómo, poco a poco, iba ascendiendo en las encuestas y, por ejemplo, en el sondeo de octubre de NC Report para LA RAZÓN no alcanzaba ni los 40. Dos meses después, el CIS les suma otros 20.

Su estrategia para lograr este difícil objetivo está siendo en esta recta final la de mantener su discurso de ataque a los partidos que tacha de «viejos», como PP y PSOE, al tiempo que ningunea a Podemos.

Y, al igual que el PP va desgranando nuevas medidas y anuncios en estos últimos días, Rivera ya dijo esta semana que, en el caso de formar Gobierno no descartaría fichajes de otros partidos. Eso sí, mantiene, al menos por el momento, su mensaje de que no pactaría no con Mariano Rajoy ni con Pedro Sánchez. Es otra de las claves de su discurso de «novedad».

Por el momento, el candidato de Ciudadanos mantiene una completa agenda de actos, entrevistas y apariciones en medios de comunicación para continuar con lo que desde el partido consideran beneficioso: vender imagen. Algo que creen han tenido que copiar los demás partidos.

Al respecto de estas apariciones televisivas de todo tipo, desde el seno de la formación venden la tesis de que los dos líderes de los nuevos partidos, Rivera e Iglesias, fueron los más cómodos y activos en el debate a cuatro del pasado lunes.

Cualquier mensaje es poco para tratar de atraer a esos cerca de 900.000 ciudadanos que dudan entre socialistas, populares o Ciudadanos. Rivera lo sabe y quiere quedarse con ellos. Las encuestas le dan fuerzas y va a exprimirlas hasta el último momento, informa Fernando Cancio.

Iglesias quiere mandar con 65 o 70

Podemos afronta la recta de final de la campaña con el reto de mantener el arranque inicial de euforia y despejar las incógnitas que sobre la «presidenciabilidad» de Pablo Iglesias existen en buena parte del electorado. Durante el debate a cuatro de Atresmedia, el candidato de Podemos ofreció una imagen combativa contra el bipartidismo e indignada contra la corrupción, pero lejos del nivel de solvencia que se espera de un presidente del Gobierno. Ayer mismo Ada Colau se hizo eco de estas críticas a Pablo Iglesias y las comparó a las machistas que las mujeres que se dedican a la política reciben. «Queremos que te vistas como quieras, que estás guapísimo», gritó Colau en el mitin de Badalona. La alcaldesa de Barcelona estará presente hoy también en el mitin de la Caja Mágica de Madrid, acto central de campaña de Podemos en el que previsiblemente se volverá a escenificar la buena sintonía entre el partido de Iglesias y el independentismo catalán en su versión más radical, algo que puede pasar factura a las esperanzas electorales Podemos en buena parte de España y que puede dar al traste con el sueño de superar –junto a sus socios en Cataluña, Valencia y Galicia– al PSOE y convertirse en la fuerza de referencia de la izquierda con cuatro grupos parlamentarios en el Congreso que sumen en conjunto entre 65 y 70 diputados. El mantra elegido para mantener la sensación de euforia fue incoado por Íñigo Errejón en Tenerife el pasado jueves: «Estamos muy cerca de ganar, lo estamos tocando con los dedos», eslógan que desmienten con rotundidad todas las encuestas, pero que será eficaz para evitar que se desinfle el espíritu de remontada en el último momento.

Hasta ahora, Podemos ha tenido la suerte (o la habilidad) de que el debate no se centre en sus evidentes relaciones con el chavismo o con la extrema izquierda antisistema en la que se gestaron como partido. La táctica de maquillar una ideología de extrema izquierda, evidente en los primeros meses de existencia del proyecto, y sustituirla por un grito de rebeldía juvenil y sonriente contra el bipartidismo ha sido exitosa, al menos, en el electorado más jóven. Pero en Podemos se es muy consciente de la estrecha ventana de oportunidad que un proyecto de corte radical y contestario como el liderado por Iglesias tiene en la España de hoy en día, informa Andrés Rojo.