Andalucía
Susana Díaz vetará un pacto con Iglesias para «salvar al partido»
La presidenta andaluza prefiere que los socialistas se «rearmen». en la oposición mientras se pasa el «sarampión de Podemos»
La presidenta andaluza prefiere que los socialistas se «rearmen»
en la oposición mientras se pasa el «sarampión de Podemos»
Susana Díaz tiene tantas ganas como Pedro Sánchez de presidir el Gobierno nacional, lo que no tiene es tanta prisa como un secretario general consciente de que su única opción de alcanzar el poder es formando un multipartito con Podemos, una abigarrado grupo de aluvión en el que se concitan separatistas de los cuatro puntos cardinales, apuntalado por los independentistas catalanes. Esta opción estrambótica barajaba el candidato socialista cuando, en la madrugada del lunes, llamó a la baronesa sevillana, quien le dijo que se fuera olvidando del asunto. No está claro aún si Díaz es la mujer de Estado que sus partidarios quieren ver en ella, pero sí está claro que es una mujer de partido. Felipe González, su gran referente, se lo dijo en una de las reuniones que tuvieron a finales de 2014: «Para serle útil a España, primero tienes que salvar al PSOE».
Si algo preocupa a Susana Díaz, aparte de sus ambiciones, es el PSOE. Y ya no sólo es consciente de que arrimarse a Podemos abrasaría a su partido, sino que tiene datos que lo demuestran. Hasta en Andalucía, pese a los quince puntos de diferencia, nota ya la presión de los antisistema en los núcleos urbanos. En Cádiz capital, donde Kichi gobierna gracias a los socialistas, el domingo se le fueron los podemitas a diez puntos. Por no mencionar la irrelevancia de un partido en circunscripciones clave: cuarta fuerza en Barcelona (muleta de Colau), cuarta fuerza en Madrid (monaguillos de Carmena) y tercera fuerza en Valencia (rehenes de Oltra). «Donde le hemos dado bola a Podemos, Podemos nos está comiendo por los pies. A ver si se entera Pedro», lamenta un socialista gaditano.
Desde que Pedro Sánchez es secretario general, sólo los registros del PSOE-A han salvado a los socialistas del naufragio total. En Sevilla, son conscientes de que esos números en crudo invisten a Susana Díaz de una autoridad moral que está dispuesta a ejercer. El domingo, su partido sólo se impuso en seis provincias (cinco andaluzas más Badajoz) y mientras la diferencia de votos nacionales con Podemos se redujo a un exiguo 1,4%, ella le sacó a la tercera fuerza, en la autonomía más poblada, quince puntos porcentuales y 700.000 votos. En el entorno de la presidenta, se admite ya que «el gran problema del PSOE es Podemos, que además insiste en convertirse en el contenedor de todos los disolventes de España. Gobernar con ellos sería renunciar a la vocación nacional que siempre ha tenido este partido».
Otra idea que descarta la presidenta andaluza es provocar la repetición de las elecciones, lo que considera un error estratégico «porque se acusaría al PSOE de contribuir a la inestabilidad», pero, sobre todo, táctico: «En ese escenario, sería casi seguro que Podemos mejoraría sus resultados del domingo porque podría explotar su discurso de que son la verdadera fuerza del cambio». Lo ideal es que «en una legislatura corta, con el PP obligado a un gran desgaste para gobernar, nos rearmemos como alternativa y logremos que se pase el sarampión de Podemos. Mucha gente vota a Pablo Iglesias por su anhelo legítimo de cambiar las cosas sin darse cuenta de que se trata de una amalgama que, como partido gobernante, resultaría por completo ineficaz». El quid de la cuestión es, ¿cómo conseguir que Rajoy sea investido sin pecar de entreguismo? «Esa pregunta no tiene respuesta ahora mismo». Y el argumento de la responsabilidad no parece que fuera a calar entre las bases, más cómodas con el propósito de Sánchez de bloquear la investidura.
Sin embargo, la presidenta de la Junta confía en la buena sintonía que siempre ha tenido con la militancia para convencerla de que lo mejor para el PSOE es retornar a la senda institucional de la que pretende apartarlo Pedro Sánchez con su extravagante política de alianzas, que sólo servirá para tocar un poco de poder antes de quedar engullido por Podemos. En este empeño, Díaz cuenta también con una bala de plata: se lleva extraordinariamente bien con Felipe VI, quien ve en ella una garantía de que, bajo su liderazgo, los socialistas volverían a aparcar en el armario su alma republicana.
En estas cavilaciones andaba el PSOE andaluz cuando le cayó como una bomba el anuncio sorprendente, por la inoportunidad del momento aunque no por el hecho en sí, de que Pedro Sánchez se presentará a la reelección como secretario general. Esta reafirmación del liderazgo al día siguiente de horadar el suelo electoral histórico del partido (89 escaños, pues uno pertenece a un socio canario que irá por libre) fue recibido en Sevilla como una provocación en toda regla, como si quisiese apropiarse por el procedimiento del tirón de la autoridad que le han negado las urnas. En cualquier caso, el congreso ordinario está previsto para febrero, pero como es probable que entonces aún no haya Gobierno, se retrasará hasta mediados de 2016. Y la federación andaluza es consciente de que será decisiva en la elección del próximo líder socialista. Pero ya habrá tiempo. Esa batalla todavía ni se vislumbra.
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