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Puigdemont gana a ERC en Moncloa

La gestión del prófugo diluye la confianza del entorno de Sánchez en que ERC aguante y haga de costalero de Illa

GRAF7212. WATERLOO (BÉLGICA), 23/03/2024.- El candidato de Junts a la Generalitat Carles Puigemont (2i) se ha reunido con los demás cabezas de lista Mónica Sales (Tarragona), Salvador Vergés (Girona) y Jeannine Abella (Lleida) para preparar la campaña electoral. EFE/JxCat/Joan Mateu Parra -SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO)-
Puigdemont se reúne con los demás cabezas de lista de Junts per CatalunyaJOAN MATEU PARRAAgencia EFE

Carles Puigdemont está manejando tan hábilmente las cartas que le ha entregado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que en poco más de una semana desde que se conoció el anticipo de las elecciones catalanas al próximo 12 de mayo ya ha conseguido que se despejen en cierta forma a favor de Junts las dudas sobre quién ganaría hoy el pulso dentro del soberanismo. Los planes de Moncloa en Cataluña, y con la candidatura de Salvador Illa, han entrado en terreno resbaladizo porque la victoria aritmética del PSC se enfrenta siempre en todos los encajes de coaliciones con un precio altísimo en Madrid para el propio Sánchez: «Inasumible», tal y como confiesa algún ministro.

En el círculo de poder del jefe del Ejecutivo ya manejan como muy posible la variable de que ERC obtenga en estas elecciones menos escaños que en los comicios de 2021, lo que atribuyen a la peor imagen de Pere Aragonès frente a Puigdemont dentro del conjunto del electorado soberanista. El andamiaje argumental de Moncloa que coloca a los de Junqueras en el marco de una política pragmática en el Congreso le ha convertido en un político rechazado por la mayoría de los votantes de la CUP y también de Junts. Mientras que Puigdemont tiene mejor percepción en los votantes de la CUP y tampoco genera tanto rechazo en los electores de ERC. Además, Aragonès carga en las espaldas con la mala nota que recibe la gestión de su Gobierno, tanto entre los votantes de Junts como entre los de la CUP.

Por otra parte, Puigdemont ha conseguido ya instalar la sensación de que su regreso es posible con la ayuda de la amnistía y porque, además, es su deseo –el gesto de renuncia a la candidatura europea– y esto alimenta de nuevo la expectativa de que es factible un nuevo Ejecutivo de coalición soberanista, lo que, indudablemente, corre a su favor.

La lejana mayoría de investidura

Los datos que tienen en Moncloa apuntalan la victoria del PSC, con más votos y más escaños, frente al empate a 33 diputados con ERC que se dio en las últimas elecciones autonómicas catalanas. Pero en el equipo de Sánchez son plenamente conscientes de que esta condición de primer partido de los comicios está muy lejos de garantizar una mayoría de investidura y un Gobierno presidido por el exministro Illa. Para que eso fuera posible, necesitan que no salgan los números para un Ejecutivo de coalición independentista y que el PSC y ERC lleguen, asimismo, a algún tipo de acuerdo transversal que termine con los doce años de gobierno soberanista en Cataluña. Y esto último colocaría a los de ERC en una encrucijada de muy difícil salida.

En ese sentido, desde Esquerra destacan que recuperar la fórmula del tripartito les exige aceptar su fracaso como fuerza principal de gobierno, someterse de manera subordinada al PSC y renunciar a la autodeterminación. En la retórica discursiva, Aragonès está negando con rotundidad la viabilidad de un pacto de gobierno con el PSC. Pero también para el PSC, y sobre todo para el PSOE, supone un problema, ya que deja fuera a Junts del gobierno de Cataluña y esto es una amenaza para la continuidad del Ejecutivo de coalición que preside Sánchez. En suma, el tripartito, como reconocen la dos partes, es una opción muy poco funcional en términos políticos.

Debajo de la retórica oficial con la que el PSOE acompaña los primeros pasos de esta campaña catalana, los escenarios que manejan están sembrados de luces de alarma que acercan al presidente del Gobierno al final del alambre sobre el que camina desde que firmó el pacto de investidura con ERC y Junts. Ya solo el hecho de que los de Puigdemont puedan pasar a ser de nuevo el partido hegemónico en el espacio soberanista aumenta su capacidad para imponer su agenda de máximos sobre la autodeterminación.

Miedo a que el soberanismo despierte

Los gurús demoscópicos cercanos a Sánchez temen que el tiempo que falta hasta la cita electoral revierta la tendencia al declive del soberanismo y haga posible su mayoría en escaños. No obstante, con los datos que hoy dan las encuestas, las dos coaliciones posibles son las de un Gobierno PSC-Junts y la del citado tripartito de izquierdas, y las dos opciones están llenas de costes para Sánchez en Madrid. Por supuesto, la opción preferida para el PSC es un Ejecutivo en minoría, pero en Moncloa tampoco son capaces de medir el coste que el PSOE pagaría en España y en la gobernabilidad si ERC y Junts pasasen a la oposición en el Parlament catalán.

La alternativa de sacrificar a Illa para que gobierne Junts, si es la segunda fuerza más votada, puede parecer surrealista de entrada, pero sus costes y beneficios para cada una de las partes también se están midiendo en las proyecciones político-electorales que llegan al despacho del presidente.

En suma, todos los caminos del resultado de las elecciones catalanas confirman que, incluso con una victoria de Illa o un histórico Gobierno del exministro, Sánchez quedará más débil en Madrid para dirigir los destinos de la coalición que preside. No hay que olvidar que en la agenda de Moncloa había elecciones en Cataluña después de haberse asegurado unos Presupuestos Generales del Estado, o dos años de legislatura. Y ahora la cuentas no salen ni en el mejor de los escenarios.