Opinión

El triunfo decisivo

Es la victoria del constitucionalismo frente al separatismo

El presidente de la Xunta y candidato a la reelección, Alfonso Rueda (1d), celebra la victoria durante el seguimiento de la jornada electoral de los comicios autonómicos de Galicia, en el hotel Eurostars de San Lázaro, a 18 de febrero de 2024, en Santiago de Compostela, A Coruña, Galicia (España). Todos los gallegos han sido llamados a las urnas hoy, 18 de febrero, para elegir a su nuevo presidente autonómico para los próximos cuatro años. Hay 75 escaños en juego, por lo que los candidatos de...
Alfonso Rueda celebra el triunfo Álvaro BallesterosEuropa Press

Indiscutido e indiscutible. La victoria del PP en Galicia era necesaria, pero sobre todo es decisiva para España. Los dos grandes líderes del PSOE y PP, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, se jugaban el todo o nada y habían planteado una campaña a cara de perro en clave nacional. Hete aquí que el resultado no deja dudas. El triunfo del constitucionalismo frente a un separatismo cada día más exigente, chantajista y salvaje, que provoca un rechazo masivo en la ciudadanía. Las elecciones en Galicia, mucho más que unos meros comicios autonómicos, revelan que ese trozo de España, en las riberas de Finisterre, bajo la prosa de Rosalía de Castro y las ondas históricas de un galleguismo responsable, apuesta por la moderación, la buena gestión, la prosperidad económica y un autogobierno dentro de la nación española. Frente a una campaña tosca y sucia, plena de ataques en medio de filtraciones interesadas que buscaban solo erosionar al PP, estos resultados frenan este triple golpe separatista que asola nuestro país: el «procés» catalán y la amenaza soberanista entre Euskadi y Navarra. El «sentidiño», se ha impuesto.

Feijóo, el gallego del eterno retorno a Madrid, el hombre calmado, el pacificador que ha cosido las costuras de un PP que había vivido una profunda crisis, es junto a su hombre de absoluta confianza, Alfonso Rueda, el ganador absoluto de unas elecciones decisivas en la historia de una democracia rota en sus costuras por Sánchez.

Eran muchos los frentes abiertos por el «sanchismo», salpicado por esa ley de la amnistía inconstitucional, zaherido hasta por los asesinatos de guardias civiles en Barbate, a manos de un narcotráfico bien conocido por los gallegos, que le han pasado factura. Ha sido una campaña negra, en la que todo valía con tal de arrebatar a la victoria al PP. Rueda y Feijóo la afrontaron con jornadas maratonianas, las más intensas de todos los candidatos, con un resultado abrumador. Pese a decir que no cree en salvadores, lo cierto es que Feijóo ha logrado una extraordinaria movilización del electorado gallego para algo que repetía por doquier: «O España o el sanchismo». A tenor de estos resultados queda claro el gran cansancio de los españoles ante una forma de gobernar atrabiliaria, bajo una coalición social-comunista sostenida por la izquierda radical, separatistas y bilduetarras, con el asalto a las instituciones y un despotismo sin rubor.

El triunfo del PP inaugura en verdad, como se dice en las lecturas bíblicas, un nuevo ciclo justo y necesario. Justo, porque es inequívocamente democrático. Y necesario porque era imperativo dar una lección a Sánchez y sus socios por el bien de España. Cambio imparable, diferente estilo de gobernar y hacer política al timón de un capitán calmado frente a las tormentas, Feijóo. Su gran apuesta, Rueda, revalida una quinta mayoría absoluta, algo histórico, Feijóo mantiene su poder frente a las intrigas del «fuego amigo» que deseaban sustituirle, y a Sánchez le sale otro problema más que añadir a su largo inventario de asuntos impresentables que le acorralan. Noche electoral apasionante, con un choque de encuestas al borde del infarto que han recogido incluso votantes de socialistas moderados, que como dijo el histórico Paco Vázquez: «Prefiero votar al PP que a los separatistas que quieren romper España». Rueda y Feijóo han logrado salvar una campaña embarrada, con un PSOE ya destrozado por Sánchez, blanqueado por el separatismo del BNG que ha marcado un punto de inflexión electoral en toda España. Galicia ha votado cambio y la identidad nacional vuelve a la palestra.