Opinión

Triunfo amargo

El Partido Popular ha logrado cambiar el clima de opinión a su favor hasta convertir sus siglas en las más votadas y, sin embargo, los resultados cayeron como una losa: esperaban más

Recuento de votos. Elecciones 23J.
Recuento de votos. Elecciones 23J.Jesus G. FeriaLa Razón

En política, las posibilidades resultan a menudo escasas y hay que dar pasos en función de las circunstancias. Alberto Núñez Feijóo ha obtenido una victoria inequívoca este 23J. Los votos conquistados le permiten hacerse con 136 escaños. 45 más que tuvo el PP en las últimas elecciones. 14 más que la segunda fuerza, el PSOE, que tiene 122. Se trata casi de los mismos resultados del Partido Popular en 2016, cuando Mariano Rajoy mantuvo La Moncloa por última vez. En poco más de un año al frente del partido, Feijóo ha logrado cambiar el clima de opinión a su favor hasta convertir sus siglas en las más votadas.

Y, sin embargo, los resultados cayeron como una losa sobre la familia popular. Sin paliativos. Todos esperaban más. Y esto le va a obligar a adaptarse a la realidad. Es decir, a hacer política, porque el gallego ha trabajado a destajo para transformar en escaños la energía que infundió al centro-derecha con su salto al frente del partido. Como recuerda un veterano diputado, «Alberto desencadenó una ola interna de adhesión y ha ejercido con manos libres para hacer y deshacer».

Feijóo ha sido capaz de atraer voto moderado del PSOE y, a la vez, domar el empuje de Vox

Las estructuras de Génova han cargado sobre sus espaldas la enorme presión de enlazar dos ciclos electorales marcados por una arrolladora actividad del jefe de filas. Además de comerse a Ciudadanos, Feijóo ha sido capaz de atraer voto moderado del PSOE y, a la vez, domar el empuje de Vox. De hecho, el mismo Santiago Abascal arrancó la contienda imaginando una entente con los populares y la terminó contra la estrategia del líder genovés, que buscaba enterrarlos bajo sus llamamientos a concentrar el voto.

Alberto Núñez Feijóo está decidido a ensanchar la «casa común» del centro-derecha. Es una tarea en marcha y sólo él puede llevarla a cabo. Habrá tiempo para analizar lo sucedido con el PP y Vox, pero da la sensación de que fueron arrastrados por la campaña. Se perdieron en sus refriegas. Además, Santiago Abascal cayó en la trampa, en la recta final, de acudir al debate a tres en TVE con Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, a pesar de que casi nadie le ocultó que era contraproducente para la taquilla electoral de la derecha. La consecuencia fue que sirvió para enchufar a la izquierda. No sólo en los mítines de PSOE y Sumar, abriéndose a toda velocidad la idea de una supuesta remontada, sino en numerosas conversaciones privadas entre los preocupados «progresistas» a los que a partir de ese momento se les vio bien movilizados.

La mayoría de españoles han estado más en derrocar el sanchismo, pero también es cierto que Sánchez ha aguantado el tipo y ha sido capaz de movilizar un voto de la izquierda «en defensa propia». Sobre todo en Cataluña, donde ha restado buena parte de electores a ERC y puede decirse que ha sido el gran escenario que le ha permitido salvar los muebles y, ya veremos, si seguir gobernando.

La noche electoral ha sido un carrusel de sensaciones enfrentadas para Génova. Los rostros circunspectos se amontonaron en las plantas nobles y los militantes que se encontraban en el exterior mostraban estar lejos de entender nada. Normal, el futuro es incierto. Desde el principio, sus dirigentes se quisieron situar en cifras incontestables, incluso hablaron de ilusorias mayorías absolutas. La política es un juego de expectativas, en este caso partía muy arriba de la tabla. No era lógico.

El escenario interno en Génova comenzará a despejarse hoy lunes. Hay quienes hablan de otras elecciones, en vista de lo complicado de la articulación de mayorías estables. Ahora el tablero queda a expensas de la resolución del bloqueo. Aquí cabría añadir que «es lo que hay». Porque «pensar que los socialistas faciliten gobernar a Alberto Núñez Feijóo», susurran algunos altos cargos, «es no conocer bien a Pedro Sánchez».

El líder del Partido Popular lo intentará, a sabiendas de que Sánchez preferirá morir matando

El líder del Partido Popular lo intentará, a sabiendas de que Sánchez preferirá morir matando, y sin ignorar lo que el líder socialista opina de él y cómo fue a por todas en su contra hasta caer en la basura. Frentismo y polarización son sinónimos de sanchismo. Una cosa, además, está clara: las diferencias entre ambos son insalvables.

No obstante el líder del Partido Popular se propondrá, como fuerza más votada, para ir a la investidura. Veremos que hace Su Majestad el Rey. Pero, Alberto Núñez Feijóo es consciente de que el país está muy cansado tras dos procesos electorales, el último en pleno verano. Así que aquello que vaya a hacer debería aclararlo cuanto antes para, si da el paso al frente, ponerse de inmediato a la tarea de tejer la investidura y un proyecto que permita una gobernanza fiable y estable. En esa demanda seguramente coincidirán una buena parte de los españoles. Se abren tiempos muy complejos de negociaciones y donde cada político deberá retratarse.