Elecciones vascas

Bildu roza el sorpaso, pero pierde el pulso con el PNV por 28.000 votos

Histórico resultado de la izquierda abertzale, que iguala a los nacionalistas con 27 escaños y se impone en Álava y Guipúzcoa, aunque claudica en Vizcaya

EH Bildu se quedó ayer a un paso del sorpaso al PNV en el País Vasco. La izquierda abertzale consiguió un resultado histórico, pero finalmente tuvo que claudicar ante la fortaleza electoral jeltzale en Vizcaya. Igualó a escaños, 27 (seis más que en 2020), con los nacionalistas, pero le faltaron 28.819 votos para imponerse por primera vez como la fuerza más votada. En dos de los tres territorios históricos –Guipúzcoa y, sorprendentemente, Álava, la formación de Arnaldo Otegi ganó en votos y en escaños–, aunque nada pudo hacer en el histórico nicho de votos del PNV, donde el nacionalismo resistió y evitó así claudicar electoralmente ante los de Pello Otxandiano, al superar a EH Bildu en Vizcaya en 61.310 votos y tres escaños.

El botín de la izquierda abertzale se traduce en 341.735 votos –con el 100% escrutado– y un 32,48% de los sufragios, a 2,7 puntos porcentuales de los nacionalistas de Imanol Pradales. Un margen cada vez más estrecho teniendo en cuenta que en 2020 el PNV aventajó a EH Bildu por cien mil votos y 11,21 puntos porcentuales.

La hegemonía del PNV en número de votos, por tanto, se mantiene –el PSE ya consiguió más escaños que los nacionalistas en 1986–. Pero las sucesivas marcas de la izquierda aberztale –incluidas las ilegalizadas Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y el Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV), consideradas por el Tribunal Supremo el brazo político de ETA– nunca antes habían amenazado la primacía jeltzale como en este 21A.

Pese al histórico resultado electoral, el candidato abertzale a lendakari, Pello Otxandiano, lo tendrá muy complicado para convertirse en el sustituto del peneuvista Iñigo Urkullu. Si como parece el PNV y los socialistas reeditan su pacto de coalición, su mayoría absoluta en escaños garantizará al candidato jeltzale, Imanol Pradales, retener para los nacionalistas la Lendakaritza.

El PSE tiene la llave

Y eso que un posible pacto de izquierdas con el PSE y Sumar garantizaría a Otxandiano esa mayoría absoluta para la que, como se esperaba, los socialistas tienen la llave. Incluso sin el respaldo socialista a Pradales, el candidato de EH Bildu tendría el camino despejado para ser elegido lendakari en segunda votación, en la que a Otxandiano le bastaría con aunar el mayor número de votos, sin necesidad de la mayoría absoluta que se requiere en primera votación.

No obstante, se antoja improbable que –tras el frente abierto por la negativa de Otxandiano a calificar como grupo terrorista a ETA–, el PSE se preste a ese frente de izquierdas para orillar a un PNV que, al fin y al cabo, sigue siendo la fuerza más votada en el País Vasco amén de socio preferente para el Gobierno central.

En todo caso, el pacto con el PNV garantizaría a Pedro Sánchez el respaldo de los nacionalistas vascos –que ya fueron claves en la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018–, pero al mismo tiempo esa estabilidad se vería amenazada por la reacción de EH Bildu, que seguramente elevará sus exigencias a Sánchez si los socialistas –como todo parece apuntar– hacen presidente al candidato del PNV.

Con las últimas encuestas afianzando progresivamente esa victoria abertzale, EH Bildu no solo tuvo que lidiar en la recta final de la campaña con la renuencia de Otxandiano a etiquetar a ETA como banda terrorista. También tuvo que hacer frente a la decisión de la Audiencia Nacional de abrir diligencias para investigar a Otegi por el asesinato de un empresario en 1980.

De Herri Batasuna a EH Bildu

La victoria de la izquierda abertzale supone la culminación de la trayectoria política de los herederos de las marcas proetarras, impulsados electoralmente por el final de ETA –que en 2012 le convirtió ya en segunda fuerza, aunque a seis escaños y diez puntos porcentuales del todopoderoso PNV– y por su progresiva normalización como aliado político por parte de los gobiernos de Pedro Sánchez (el «blanqueamiento» contra el que claman las víctimas del terrorismo).

En el último cuarto de siglo, la marca abertzale ha pasado del 18,3 por ciento que obtuvo Herri Batasuna en 1990 (con un peor resultado del 10,1% en las elecciones de 2001, ya con Euskal Herritarrok como apuesta electoral) al 32,48% de este 21A.

Ese recorrido electoral ha mantenido a EH Bildu al acecho del PNV en las urnas desde las elecciones de 2012, aunque sin que los nacionalistas vieran amenazada su hegemonía. En los últimos comicios, por ejemplo, la marca de la izquierda abertzale se sitúo en 2020 a cien mil votos, diez escaños y once puntos porcentuales de la lista jeltzale. Una diferencia notable que en solo cuatro años el PNV ha visto cómo la formación de Arnaldo Otegi ha enjuagado culminando el temido sorpaso que mantenía en vilo a la formación peneuvista.

En 2020, Urkullu logró el respaldo del 38,70% de los votantes y el PNV fue la fuerza más votada en los tres territorios históricos, también en Guipúzcoa, feudo por excelencia de la izquierda abertzale, donde la diferencia por la supremacía electoral se resolvió por apenas tres mil votos en beneficio de la candidatura jelztzale (109.554 frente a 106.027 de EH Bildu). En Vizcaya, sempiterno caladero de votos del PNV, la formación nacionalista obtuvo una holgada victoria, casi duplicando en votos a la izquierda abertzale. Tampoco en Álava su condición de primera fuerza se vio amenazada, con diez mil votos y tres escaños más que EH Bildu. Un escenario completamente distinto al que surge tras este 21A.