De Twitter a X
¿Hay algo rescatable de la caótica gestión de Elon Musk de la antigua Twitter (X)?
Hace dos años, pocos dirían que Elon Musk iba a comprar Twitter y cambiarla de nombre
El 28 de octubre del año pasado se cerraba un acuerdo que llevaba coleando al menos 6 meses y que, a quien preguntaras poco antes, daría como algo imposible. Elon Musk se hacía con la propiedad de Twitter por 44 000 millones de dólares.
El entonces hombre más rico del mundo y quizá el magnate tecnológico con mayor influencia de la actualidad se hacía con los mandos de una red social con escaso rédito económico pero que era la más simbólica y también con mayor influencia.
Y todo esto, para acabar y a la vez dar comienzo a toda la retahíla de rarezas, titulares impensables y situaciones ilógicas que llegarían, empezaba con Elon Musk entrando en las oficinas de la compañía con un lavabo.
La antigua Twitter, ahora renombrada desde julio como X fue lugar de innumerables historias inverosímiles, memes y una cascada continua de información. Y aquella escena seguramente no podría ser más autoreferencial.
Pero ya ha pasado un año con Elon Musk al frente. Un tiempo que ha dado para despidos, suscripciones premium, cambios de funcionalidades, de nombre, crisis de anunciantes y, desde luego, mucha polémica. Quizá la pregunta más en boga ahora mismo es pensar si celebraremos un segundo aniversario de la llegada de Musk a Twitter o no.
Esta es la retrospectiva de un año que jamás imaginamos en el panorama de las redes y plataformas sociales.
Llegada y despidos
Lo bueno y lo malo de la llegada de Musk a Twitter es que fue completamente tuiteada (hoy nos dirían que dijéramos posteada) y retransmitida en directo, hasta el punto de resultar agotador. Las primeras semanas fueron una montaña rusa, pero sobre todo estuvo protagonizada por el despido inicial del 50% de la plantilla sin apenas explicaciones ni garantías, proceso que iría a más con una purga de supuestos empleados desleales o poco comprometidos.
La imagen de aquellos primeros días seguramente sea la de Esther Crawford, responsable de Twitter Blue, durmiendo en las oficinas como había señalado como pertinente Musk.
Hoy Crawford, exCEO de Squad, app en cuyo código por cierto se ha basado ahora X para su futura funcionalidad de videollamadas, es una más de las despedidas.
Del verificado de pago a la monetización de creadores
Al poco tiempo siguió el cambio en Twitter Blue. La suscripción premium, preexistente a la llegada de Musk, elevó su precio hasta los 8 dólares, hizo que se enfrentara a las comisiones de Apple y se lanzó con el check de verificado como mayor reclamo. Por contra, periodistas y rostros conocidos que ya lo tenían lo perdieron.
Los primeros días estuvieron protagonizados por cuentas falsas que simulaban ser otras personas aprovechando el cambio. Hoy esto se ha corregido relativamente, pero la verificación y el pago consiguió dio a luz a la primera red social con usuarios rasos de primera y de segunda: los que pagan, y los que no.
Esto se ha trasladado en que en mensajes que generan debate los comentarios de las cuentas premium siempre se sitúan primero. También, en que cualquier cuenta al poco de empezar puede comprar la insignia. No ha existido nunca una vocación real de verificar y asociar al servicio un respaldo sobre un documento de identidad.
En cualquier caso, la apuesta de Musk, que se estima que usan un millón de cuentas —y apenas podría suponer un porcentaje residual de sus beneficios— es el primer intento serio por diversificar las fuentes de ingresos de una red social e Instagram, instauró un sistema similar, poco después.
Desde julio llegaron los pagos a creadores y las suscripciones. Las cuentas podían ahora recibir una parte de los ingresos que generaban con las impresiones de sus tuits. Un montante que empezó con algunas capturas escandalosas y que ahora parece haberse ido reduciendo.
Musk, en definitiva, ha intentado también llevar Twitter/X hacia una plataforma más de contenidos, como Youtube o Tiktok, apostando por la monetización y el vídeo.
Algoritmos, libertad de expresión y transparencia hasta que toca a Elon
Musk llegó a Twitter con la promesa de abanderar la libertad de expresión. Retornó su cuentas a varias personalidades apartadas, como Donald Trump, y cumplió con su promesa de liberar el algoritmo de recomendación. Aunque antes, lo toquiteó, y mucho. La parte más llamativa de esta historia seguramente fuera cuando, durante unos días, debido a un cambio solicitado a propósito, los tuits de Elon Musk no dejaban de aparecer en cualquier timeline.
También prohibió temporalmente los enlaces hacia Substack después de que la plataforma de newsletters creara un clon de Twitter, ha eliminado los titulares de los enlaces y reactivó la funcionalidad de ‘Notas de la Comunidad’ (un sistema que permite a los usuarios corroborar o cuestionar información) con un uso que a veces deja buenas impresiones y otras no tanto.
El último bache en este tira y afloja entre libertad y control de expresión ha sido el que ha tenido directamente con la Unión Europea por la difusión de bulos sobre el conflicto palestino que, no obstante, ha estado presente en otros muchos foros y portales. Cabe recordar que Musk despidió a todo el equipo íntegro de moderación.
Su supuesta batalla contra los bots, que no parece estar ganando, parece pasar ahora por la idea de cobrar un dólar a cada nuevo usuario registrado.
Nace X: la SuperApp encaminada a ser el reino de Elon Musk
En julio, Twitter oficialmente dejó de existir, reemplazado por X. Musk había avanzado desde el inicio que su objetivo final con Twitter era crear una aplicación para todo, al estilo WeChat, y el nombre de X, ligado a él desde siempre, estuvo en el candelero.
Pero seguramente nunca lo esperamos tan rápido ni tan radical. Igual que un día nos despertamos con el logo de Shiba Inu en lugar del pájaro, al otro fue la 𝕏. Pero esta vez se quedó, demasiado desconcierto.
El hombre al que Jack Dorsey, reverenciado como una especie de mesías tecnológicos por algunos y su visión idílica de Twitter, había confiado bendecido como el mejor para llevar hacia el futuro la plataforma solo necesitó nueve meses para borrar su nombre de la existencia.
Los datos no mienten: deuda y pérdida de usuarios
La pérdida de anunciantes ha sido otra de las contantes del año I de Musk, quien debe levantar una deuda insana tanto de la plataforma como suya. No parece que vaya por buen camino, ni tras la llegada de Linda Yaccarino como nueva CEO.
Al ser ahora una empresa privada, X no publica informes económicos, pero hay algunas estimaciones. Haciendo cuentas, los ingresos por X Premium (Twitter Blue) apenas suponen 120 millones de dólares al año, frente a los ingresos de 4500 millones que venía generando Twitter en publicidad al año antes de la compra.
No hay que pensar que el colapso sea solo responsabilidad de Musk. Twitter era mucho más deficitaria que rentable antes de su llegada, pero desde luego la situación no parece haber mejorado.
Según datos de la firma de inteligencia de mercado Sensor Tower, los cinco principales anunciantes de X están gastando un 67% menos en anuncios de lo que lo hacían antes de la adquisición.
A nivel de usuarios, la cifra de 350 millones mensuales en los que se movía antes de la compra —cuyo peso se puede comparar con los más de 2.000 de Instagram— ha caído un 16% en los últimos años, según Sensor Tower. Y más preocupante, el abandono de usuarios, es decir, aquellos que dejan de usar la aplicación, aumentó más del 30% en comparación con el año anterior hasta septiembre de 2023.
Yaccarino, sin embargo, ha afirmado que la plataforma tiene “500 millones de usuarios en todo el mundo que aparecen varias veces al día".
Otras encuestas sobre aspectos internos también dan malas vibraciones. En Blind, una red anónima para discutir lugares de trabajo, se les pidió a los empleados actuales y anteriores que votaran esta semana sobre si el producto de X era mejor o peor que el de Twitter hace un año. En el momento de la publicación, el 79,4% por ciento de los empleados dijo que el producto era peor.
Los muchos Twitters que esperaban reemplazarlo sin conseguirlo
En los primeros días después de la adquisición, Mastodon atrajo a una gran cantidad de refugiados tuiteros. En mayo, surgió Bluesky, construido sobre un protocolo descentralizado financiado por Dorsey. Substack lanzó sus Notes y, en julio, llegó el rival más fuerte.
Meta lanzó Threads, un clon básico de Twitter que llegó en un momento de grave crisis ganó tracción al permitir ligar y conservar tus seguidores de Instagram.
En una semana, atrajo a más de 100 millones de usuarios registrados y se convirtió, según algunas medidas, en la aplicación con el crecimiento más rápido de la historia, y todo a pesar de no estar disponible en Europa.
Seguramente Twitter nunca volverá a ser Twitter, pero también es probable que ningún espacio o producto reproduzca su idiosincrasia. En sí, durante mucho tiempo ha sido una quimera: una red social con una influencia mucho mayor a la que debería tener por usuarios y rentabilidad.
Twitter era un artefacto muy imperfecto antes de la llegada de Musk, y ahora como X es otra artefacto imperfecto, que no se parece nada al anterior pero en cierto modo tampoco a otra cosa. Hace dos años, pocos dirían que Elon Musk iba a comprar Twitter. Hace un año, seguramente nadie diría que cambiaría de nombre. Quién sabe cómo estará o si existirá la plataforma en un año.
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