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Sánchez se abre a la vía PP-Ciudadanos

El PSOE quiere trasladar a sus socios que todos los escenarios están abiertos. Con un preacuerdo con Podemos y mientras negocia la abstención de ERC, inicia en paralelo contactos con Ciudadanos y llamará la próxima semana a Génova

Sigue el juego de apariencias y de presiones cruzadas de cara a la investidura. Pedro Sánchez no tardó ni 24 horas –tras las elecciones generales del 10 de noviembre– en sentar las bases de un futuro gobierno de coalición con Unidas Podemos. El preacuerdo con los morados parecía allanar el camino hacia La Moncloa, a costa de asumir el alto precio de aceptar a Pablo Iglesias como vicepresidente del Ejecutivo, pero la búsqueda de apoyos –hacia los mágicos 169 escaños– siempre topa con el mismo muro: el de los partidos independentistas.

Tras tumbar los Presupuestos Generales del Estado o malograr el nombramiento de Miquel Iceta como senador por designación autonómica en el Parlament, los socialistas se perjuraron que era mejor acudir a las urnas anticipadamente que hacer descansar la gobernabilidad de España en los soberanistas. «No les entregaremos España», decían en la dirección del PSOE. Pero si la realidad es tozuda, los números lo son más y, tras el 10-N, el devenir de Sánchez está de nuevo en manos de los 13 diputados de ERC, que deberán abstenerse en la segunda votación de la investidura para que haya Gobierno. Ya se negocia.

Desde Ferraz se anunció el día después de los comicios que el partido exploraría la vía del apoyo de Ciudadanos para desencallar la situación, pues se asumía que –tras su compromiso electoral de contribuir al desbloqueo y la debacle del 10-N con dimisión de Albert Rivera incluida– la decisión de facilitar un Gobierno progresista sería más permeable entre los diez diputados que se salvaron de la «quema» en las urnas. Ya se han iniciado contactos discretos, en este sentido, desde La Moncloa –una llamada de Carmen Calvo a Inés Arrimadas para «ver si se ven»– y la próxima semana la negociadora oficial, Adriana Lastra, procederá no solo a llamar a Ciudadanos, sino también a ponerse en contacto con el PP. Esto supone un giro en la estrategia de los socialistas que, hasta hace escasos días, declinaban si quiera demandar la abstención a Pablo Casado –la misma que habían pedido insistentemente en julio y en septiembre– bajo la premisa de querer asimilarle a Vox por «haber ligado su destino al de la ultraderecha». Desde ambas formaciones, sin embargo, ya se ha explicitado que mientras siga viva la alianza con Iglesias, no hay nada que avanzar por el flanco derecho.

En el PSOE tratan, con estos movimientos, de trasladar a sus futuros socios que todos los escenarios están abiertos. También la presión de que ante una alianza infructuosa con los morados, incapaz de conseguir los apoyos suficientes en el Congreso, el preacuerdo firmado con tanta pompa y boato con Iglesias decaería. No es la pantalla que toca ahora en plena búsqueda de apoyos, pero tampoco es descartable. Los estrategas socialistas cuentan a su favor con la baza de que no puede haber unas terceras elecciones y que, tras el paso dado por el PSOE en pro del desbloqueo, serán el resto de formaciones quienes tengan que moverse. Además, partidos como el PNV e incluso ERC son conscientes de que para sus intereses es más favorable un gobierno de corte progresista, en lugar de uno sustentado por el conservadurismo de derechas.

Mientras, el destinatario de toda esta presión, Esquerra Republicana, responde con más presión. Los soberanistas mantienen abiertas actualmente conversaciones con Adriana Lastra. Contactos de baja intensidad –«hablamos constantemente», dicen en el PSOE–, pero demandan un paso más, esto es, que sea el propio Pedro Sánchez quien asuma las riendas del diálogo a través de una mesa de negociación específica. ERC se encuentra en su encrucijada particular. Ya advirtió en verano que su apoyo sería más difícil después de la sentencia del «procés» y ante una convocatoria electoral que está en manos de un Quim Torra que la impulsará en el momento que más perjudique a los republicanos. La formación que lidera Gabriel Rufián en el Congreso se descolgó ayer con una consulta a su militancia que se resolverá el lunes y que busca atraer al Gobierno a negociar, al tiempo que presiona a Junts per Cataluña.

Apoyo «in extremis»

Fuentes socialistas no creen que este movimiento busque romper el tablero, sino dotarse de una suerte de parapeto ante los suyos. La redacción de la pregunta no traslada, a priori, nada inasumible para el PSOE –ni referéndum de autodeterminación ni presos–, simplemente retomar la relación donde se dejó en Pedralbes. Una vía de diálogo abierto y bilateral que se abandonó abruptamente por Moncloa tras la negativa independentista a las cuentas públicas.

En todo caso, desde el sector soberanista se ha demandado en privado al PSOE más tiempo, un cierto margen de maniobra que les permita armar un discurso interno y de cara al independentismo –con vistas sobre todo a Waterloo– para poder desbloquear la situación sin resultar damnificados electoralmente en una futura pugna en las urnas con JxCat. Cabe recordar que ERC se ha dejado en las elecciones del 10-N dos diputados y 150.000 votos, mientras que Junts y la CUP mejoraron sus resultados. En el PSOE no esperan, por tanto, que los republicanos se muevan con rapidez. Será un apoyo «in extremis», no solo en la segunda votación –en la primera votarán «no»–, sino en el tiempo de descuento para evitar el desgaste político.