Congreso de los Diputados

“¿Investidura con las uvas?”

Los independentistas fueron los protagonistas pese a no estar en el Congreso: el presidente cede y llevará la reunión del 10 a Barcelona. Podemos apunta a una investidura rápida entre Nochebuena y Nochevieja

Sesión solemne del Día de la Constitución
El presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez hace declaraciones a los medios a su llegada al Congreso de los Diputados para asistir a la celebración del 41 aniversario de la Constitución. EFE/Emilio NaranjoEmilio NaranjoEFE

Las negociaciones para la investidura encaran una semana decisiva. El próximo martes se antoja la fecha clave con el inicio de las consultas de Felipe VI con los partidos políticos en Zarzuela y con la tercera reunión entre los equipos negociadores PSOE y ERC. Después de registrar «avances» y suscribir un comunicado conjunto esta semana, ahora se da un nuevo paso formal, trasladando el lugar del encuentro a Barcelona. Un cambio de emplazamiento que deslizó ayer el presidente del Gobierno en conversación informal con los periodistas durante la conmemoración del Día de la Constitución en el Congreso y que posteriormente confirmaron fuentes republicanas. Se trata, por tanto, de un nuevo gesto de los socialistas en el marco de la negociación, tras aceptar la retórica independentista en lo relativo al «conflicto político en Cataluña». En Moncloa consideran que la reunión es «importante» pero no quieren darle la trascendencia de «definitiva» por el mero hecho de ser en Barcelona y siguen trabajando en la «última oferta» que trasladarán a los republicanos. La cautela es máxima después de que en ERC se molestaran por considerar que Sánchez había dado por hecho el acuerdo, cuando anunció que, de darse, éste sería público y dentro de la legalidad. Fuentes del equipo negociador aseguran que las dinámicas de Esquerra son diferentes a las del PSOE y que, si es necesario, se reunirán más de una vez la próxima semana. El contacto entre ambos partidos es muy fluido, ya hay intercambio de documentos y las conversaciones se dan a diario y a varios niveles, trascendiendo las delegaciones oficiales. Esta interlocución directa la reivindicó el propio Sánchez a su llegada al Congreso, defendiendo el «pacto entre diferentes para resolver la gobernabilidad». No obstante en Moncloa no quieren dar fechas y aseguran estar centrados en el «qué antes que en el cuándo». Hace días que se enfría la expectativa de que la investidura pueda producirse antes de Navidad, una eventualidad que –en cualquier caso– reconocen que está en manos de ERC.

Y es que la fecha de la investidura es casi la única incógnita por despejar. En torno a esta cuestión, el secretario general de Podemos abrió ayer una nueva posibilidad dentro del abánico de opciones que se venía barajando: que la sesión de investidura se programe entre la Navidad y la Nochevieja. En el partido morado son optimistas, aunque cautelosos también, respecto al curso de las negociaciones entre el PSOE y ERC y perciben como síntomas positivos el comunicado conjunto y el traslado de la reunión a la capital catalana la próxima semana. Aunque Iglesias restó ayer trascendencia al hecho de que la investidura y la conformación del Gobierno puedan verse trasladadas a enero, la prioridad de la dirección de Unidas Podemos sigue siendo la de tener el Gobierno de coalición ya operativo antes de que acabe el año o en los primeros días de enero. Advierten de que una eventual complicación del escenario político en Cataluña, que podría pasar por la convocatoria de elecciones autonómicas o por novedades judiciales respecto a la situación, por ejemplo, de Carles Puigdemont, podría llevar a estrechar en enero el margen de ERC para defender ante sus bases una abstención en Madrid.

En paralelo a las negociaciones con los republicanos para que desbloqueen la formación del Gobierno están las conversaciones con Podemos para tejer ese Ejecutivo. El propio Sánchez reconoció ayer que la estructura del Gabinete está prácticamente cerrada. Un diseño en el que habrá novedades y alguna sorpresa, además de los cambios obligados. Con este frente –que tantas discrepancias generó en julio– ya resuelto, las últimas reuniones se están centrando en el programa. Los encargados de encarar este asunto son María Jesús Montero (PSOE) y Pablo Echenique (Unidas Podemos) que ya tienen experiencia y tejieron una buena relación con la negociación de los Presupuestos.

Sánchez reconoció sentirse muy «ilusionado» y «contento» con la posición más institucional que ha adoptado Podemos, a pesar de que esto le pueda generar contradicciones que, por otro lado, están dispuestos a asumir. El presidente confesó que se ha generado un vínculo muy fuerte y que ambos líderes han aprendido la lección que los españoles les dieron en las urnas, para retomar con otra actitud las negociaciones tras el 10-N. Como prueba de esta distensión, ambos han mantenido en las ultimas semanas varias reuniones de trabajo –la última, este mismo viernes en Moncloa– en las que han terminado de diseñar el reparto ministerial y han supervisado las líneas del acuerdo programático. Esta satisfacción y agradecimiento no es compatible con el principal partido de la oposición. Especialmente duro se mostró Sánchez con el Partido Popular, señalando que el Partido Regionalista Cántabro tiene más sentido de Estado que la formación de Pablo Casado. La llamada al líder popular se pospondrá hasta que el presidente en funciones reciba oficialmente el encargo del Rey, pero el líder socialista no olvida que desde Génova se pidió su dimisión con los sondeos a pie de urna el 10 noviembre, antes incluso de que comenzara el escrutinio.

Un rol privilegiado le otorga, sin embargo, Sánchez a Ciudadanos. El presidente en funciones está dispuesto a verse en los próximos días con Inés Arrimadas en Moncloa y emplaza a los naranjas a que asuman que, a pesar del descalabro electoral de hace un mes, tienen un papel decisivo que jugar en los próximos meses. Tanto en la gobernabilidad como en la formación de gobierno, en caso de que ERC no transija. Sánchez quiere una legislatura de cuatro años, aunque reconoce que ahora mismo no se dan los mimbres para encarar ni la reforma de la Constitución ni la de los estatutos de autonomía por la falta de consensos, sí cree que se debe ser la que sirva para encauzar la situación política en Cataluña.