España

La investidura en un “ay”

Sánchez llega con el agua al cuello El nuevo escenario de última hora con ERC complica aún más la investidura del líder socialista el 7 de enero. El anuncio ayer de la abstención de BNG y Coalición Canaria sería insuficiente sin el apoyo de los independentistas

La sesión de investidura que hoy arranca en el Congreso reflejará la crisis política, institucional y territorial que ha agravado la política de pactos del PSOE. El candidato socialista, Pedro Sánchez, llega con el agua al cuello al Parlamento después de haber cedido en todo lo que le ha exigido el líder de ERC, Oriol Junqueras, porque la inhabilitación de Quim Torra como presidente de la Generalitat, acordada ayer por la Junta Eletoral Central (JEC), convirtió anoche la política catalana en un polvorín de impredecible evolución. Tanto que esta mañana se reúne ERC y hay dudas sobre qué posición fijará después de haber conseguido el todo en la negociación con el PSOE. El socio independentista de Sánchez tendrá además que pronunciarse esta tarde ante la exigencia de Torra de un Pleno en el Parlamento catalán para aprobar la desobediencia a la JEC.

La última cesión del PSOE ha sido la decisión socialista de añadir a la Junta Electoral a la lista de instituciones puestas a los pies de los caballos por necesidad partidista. Si entre los objetivos del secesionismo está el desprestigio de las instituciones españoles y su degradación, el PSOE remó ayer a favor al arremeter contra la JEC por no atender a sus presiones para salvar a Torra. La portavoz del PSOE, Adriana Lastra, instó al Tribunal Supremo a corregir su decisión de proceder a la «inhabilitación exprés» de Torra en aplicación de la condena del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por no retirar los lazos amarillos. Y hasta vinculó el pronunciamiento de la JEC con una ofensiva «de la derecha y de la ultraderecha» contra la investidura de Sánchez.

Hoy se someterá precisamente a examen la decisión de Sánchez de convertir a un partido, con su líder condenado a 13 años de cárcel por sedición, en el árbitro de la política española, con una legitimación de su discurso y de todas sus exigencias, incluida la consulta sobre la organización territorial de España, pero en la que sólo voten los catalanes.

A la vez, la unidad constitucionalista saltará en añicos y sin vuelta atrás al menos hasta que no haya un nuevo reparto de papeles en otras elecciones generales. Y todo al servicio de evitar el fin de la carrera política del líder del PSOE, que no resistiría una nueva investidura fallida ni unas terceras elecciones. El PSOE se afanó ayer en cerrar los últimos apoyos, en el saco entra el BNG, hasta que la JEC les puso contra la realidad en la que sigue moviéndose el secesionismo.

Se mire por donde se mire el candidato socialista se enfrenta hoy a un infierno político, y el relevo en la Generalitat amenaza con anular los efectos de su claudicación ante ERC y del mercadeo con las minorías de derechas, de izquierda o simplemente regionalistas para blindar la colaboración en su investidura.

No hay programa de Sánchez, porque su programa se lo han ocupado los socios que no quiso en abril y sobre los que durante casi seis meses estuvo renegando. Ya que, como bien explicó entonces a todos los españoles, suponían un riesgo para el interés general, tanto Podemos como los apoyos secesionistas.

Por eso después de meses de política vacua, sin más contenido que la pelea partidista, se ha fraguado una investidura a la que, como se ha hecho con las negociaciones, también se ha intentado dar la mayor opacidad posible. No hay un proyecto de gobierno común para España entre quien se presenta para presidir ese Gobierno, que debería ser para todos los españoles, y los que han anunciado su apoyo para facilitarle el sillón de La Moncloa. Y ésta es la gran debilidad que hoy no podrá tapar Sánchez en el Congreso.

Al final, en el debate, que se cerrará en segunda votación el próximo martes, hay un hilo conductor entre Sánchez y ERC, el del juego del engaño. El candidato socialista tendrá por primera vez que enfrentarse personalmente al contraste entre lo que el PSOE cuenta del pacto y la versión que da ERC.

Sánchez no puede hacer el discurso que hizo en su investidura fallida del verano pasado. Tampoco puede hacer el discurso de la campaña electoral. Y la única opción que tiene es refugiarse en un discurso social e ideológico de izquierdas, que quiera o no acabará comandando su vicepresidente Pablo Iglesias.

Aquel «avatar» como valedor del constitucionalismo y de la «mano dura» contra el independentismo, que jugó electoralmente, tampoco le vale, y no tiene más estrategia que intentar pasar de puntillas por las cesiones a ERC, que han supuesto ir mucho más allá del relator que rechazó hace un año a cambio de sacar adelante sus Presupuestos.

Con todo en contra, el salvavidas del líder del PSOE es intentar engañar a ERC en cuanto pueda si, finalmente, se hace efectiva la investidura. Estirar «el chicle» hasta los Presupuestos, como mínimo, y luego tratar de soltar lastre, pero el coste para el interés general y para el PSOE puede no tener marcha atrás. Y como ha ocurrido durante estas semanas de negociación, ERC utilizará el debate parlamentario para engrandecer las cesiones que ha conseguido en cuanto al reconocimiento de su relato secesionista y de la solución que exige para atender al «conflicto político», que también ha asumido el PSOE. La incógnita es cómo salvará ERC las presiones de Carles Puigdemont y de JxCat contra su «colaboracionismo» con Madrid después del «golpe» a Torra.

Entre los daños más graves de la crisis general que hoy se verá en el Parlamento nacional, uno de los más significativos es el que afecta a la quiebra de la unidad de acción constitucionalista frente al desafío de las fuerzas que defienden la ruptura de España. La presión de Podemos y de ERC no sólo ha roto la tradicional unidad de acción entre el PSOE y el PP, como se verá en la sesión de investidura, sino también ha dado pie a que explote la unidad de acción dentro del bloque de la derecha.

La derecha no se presenta hoy unida, ni con una voz ni con una misma estrategia, y los codazos por ver quién lidera la ofensiva contra el Gobierno de Sánchez pueden acabar generando un efecto boomerang en contra. Y que el rédito se lo apunte mayoritariamente Vox.