Investidura de Pedro Sánchez

El apunte de Francisco Marhuenda: “Sánchez, un genial camaleón político”

Escaño de Pedro Sánchez
Escaño de Pedro SánchezJesus G. FeriaLa Razon

La primera jornada del debate de investidura se desarrolló dentro de lo que era previsible en un país donde se ha instalado el frentismo político. Estamos en un estadio parecido a lo que sucede en el fútbol donde el fanatismo es lo habitual. Hace años que defiendo que a la mayor parte de aficionados no les gusta el fútbol como deporte sino como vía para descargar sus afectos y desafectos en una sociedad vertiginosa y consumista. El objetivo no es ver un buen partido sino que el equipo rival sea, no sólo derrotado, sino incluso humillado. Lo mismo sucede en la política. No es algo que nos tenga que sorprender porque sucedía en el Circo en Roma o en las carreras en Bizancio.

La mayor parte de las intervenciones fueron previsibles e incluso tediosas. Era difícil no entrar en el aburrimiento e incluso en una cierta somnolencia.

Que a estas alturas aceptemos que los políticos lean los discursos, e incluso en el caso del candidato Sánchez la réplica a Casado, es insólito. El regreso a la Guerra Civil o el franquismo es también una anomalía democrática que muestra el uso partidista de una izquierda, donde hay mucho hijo o nieto de franquista, que utiliza la historia por motivos partidistas. España tiene que dejar atrás su pasado pero como es rentable políticamente parece que seguiremos abrazados a este despropósito.

Sánchez demostró una vez más su capacidad de resistencia y de adaptación que no tiene parangón en la política española desde la Transición. Pablo Iglesias, su enemigo público número uno con Albert Rivera hasta hace unas semanas, es ahora su mejor amigo. Por supuesto el 155 fue un error y la crisis de convivencia en Cataluña es un conflicto político. Es camaleónico Sánchez, que al final es el más listo y los ha liado a todos. Era gracioso ver a Susana Díaz convertida en la suma sacerdotisa del Sanchismo más desaforado, o a Simancas erigido en el portavoz de las bondades del nuevo Mesías. Al final Sánchez los utiliza y, cuando le convenga, prescindirá de ellos. Y como colofón final Rufián, el de las 155 monedas de plata, que en cualquier momento acepta un ministerio o una secretaría de Estado o lo que le den. Bueno, escuchar a Borràs ya fue alucinante con su visión de la política española y la justicia, como si España no fuera una de las grandes democracias del mundo. Cuando resulta que ellas y sus colegas vulneraron el ordenamiento constitucional, estatutario e incluso sus propias leyes de desconexión. Al menos tuvo a Iglesias defendiendo a presos condenados y políticos huidos de la justicia. Y resulta que se dicen constitucionalistas.