Investidura de Pedro Sánchez

El «tamayazo» recorre el PSOE: Sus diputados deberán pernoctar esta noche en Madrid para evitar “bajas sobrevenidas”

Sánchez envía un mensaje a sus diputados para que pasen la noche del 6 al 7 de enero en Madrid y evitar así bajas sobrevenidas que frustren la investidura

Mayo de 2003. Dos diputados del PSOE, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, que habían logrado un escaño en las recientes elecciones autonómicas, no acuden a votar en la sesión de investidura del socialista Rafael Simancas y frustran su candidatura para presidir la Comunidad de Madrid. Su ausentismo, ligado al apellido del primero, no solo permitió mantener una hegemonía del PP en la región que llega hasta nuestros días, sino que dio lugar al «tamayazo», uno de los casos más célebres de transfuguismo democrático y que ahora vuelve a la memoria colectiva. La precaria mayoría que Pedro Sánchez a duras penas ha logrado tejer para conseguir superar su investidura –y que se expondrá a su examen final mañana en el Congreso– ha resucitado este fantasma 17 años después y con él un miedo cierto recorre ya las filas del PSOE. Tanto es así, que el propio candidato socialista quiso ayer atajar cualquier atisbo de duda, asegurando ante los medios de comunicación su certeza de que el próximo martes será investido presidente. «¡Claro, hombre!», exclamó.

Pero no todos mantienen esa seguridad. Quien sufriera la traición en sus propias carnes, Rafael Simancas, que hoy ostenta el cargo de secretario general del Grupo Socialista en el Congreso y que ha liderado –junto a Adriana Lastra– los contactos con las fuerzas minoritarias imprescindibles para que la investidura de Sánchez salga adelante, se está ocupando personalmente en las últimas horas de que nada falle. De que los 167 diputados requeridos ocupen sus escaños a partir de las 12:45 horas del próximo martes y de que emitan el voto comprometido y necesario para hacer el Gobierno realidad. No en vano, los diputados del PSOE han recibido instrucciones precisas y el siguiente mensaje: «El martes día 7 votaremos a primera hora de la mañana. Por tanto, teniendo en cuenta las dificultades del tráfico madrileño en un día laborable, es preciso que todos y todas pasemos en Madrid la noche del día 6 al día 7. Saludos». La advertencia no es baladí y no se circunscribe únicamente a los socialistas, pues tanto Unidas Podemos como ERC, los dos socios concernidos en que todo salga adelante, también se han ocupado de evitar cualquier ausencia de última hora entre sus filas que dé al traste con la operación.

El frágil equilibrio de fuerzas ha quedado de relieve más que nunca en las últimas horas. En los cálculos de Sánchez figuraban 169 votos afirmativos, insuficientes para superar la primera votación, pero lo suficientemente solventes –respecto al bloque del «no», 163– para una segunda. Sin embargo, esta fortaleza se ha ido diluyendo a medida que se acercaba el momento decisivo. El diputado del PRC, José María Mazón, cambió su voto afirmativo a negativo tras conocer el pacto con ERC. Del mismo modo y por iniciativa propia actuó la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, que –contraviniendo la decisión de su Ejecutiva– optó por votar en conciencia y oponerse a la investidura.

167 «síes» frente a 165 «noes»

Estos movimientos apretaron los números. 167 «síes» frente a 165 «noes». Un diferencial positivo de dos diputados en favor de Sánchez, que resulta ciertamente peligroso, pues, de producirse un empate –a 166 votos–, su investidura decaería. En esta situación de estado de nervios ayer se produjo una baja sobrevenida, la diputada de En Común, Aina Vidal se ausentó de la primera votación por enfermedad de última hora. Este hecho, hizo que las alarmas volvieran a saltar ante la posibilidad de que o bien dos ausencias inoportunas o un cambio de voto –del «sí» al «no» como el del PRC o CC– acaben frustrando la investidura. Desde PP y Ciudadanos ya se han hecho llamamientos a que «algún valiente» dé la sorpresa y desde Teruel Existe, uno de estas formaciones minoritarias que a día de hoy avalan a Sánchez, se han denunciando «presiones insoportables» e incluso pintadas en su región para que cambien el sentido de su voto.