España
El apunte de Francisco Marhuenda: “El pin parental y la ofensiva socialcomunista”
Hay que reconocer que la izquierda es muy buena en la agitación callejera y la propaganda política. A partir de una cuestión que inicialmente parecía tener un alcance limitado e incluso irrelevante como es el denominado “pin parental” que ha pedido Voz en Murcia han conseguido montar una campaña espectacular. La espiral de declaraciones ha llegado, incluso, a que la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, la magistrada podemita Rosell, haya amenazado con aplicar, nada más y nada menos, que el artículo 155 en Murcia. Mi frase favorita para esta legislatura, que será larga, es “no hay que sorprenderse”. Por supuesto, la exigencia de Vox ha merecido el ataque más duro y contundente de la izquierda mediática que siente una repugnancia inmensa por esta formación. Es curioso que no le pase lo mismo con Bildu, los herederos de ETA, y los independistas de ERC.
En estos tiempos evanescentes ideológicamente, lleno de neojuristas de wikipedia y con el gobierno montado en el tigre del populismo nada nos puede sorprender. A la Generalitat independentista no sólo no le mandan ningún requerimiento por sus innumerables incumplimientos, sino que Sánchez está pendiente de reunirse con ese gran demócrata y constitucionalista que es Torra. ¡Manda narices! Hemos pasado de no cogerle el teléfono a esperar ansioso ese encuentro para conseguir el voto que le permita aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Ahora sabemos que “los hijos no pertenecen a los padres” sino que, se supone, son propiedad del Estado o del Gobierno, que para la izquierda radical es exactamente lo mismo. Es el adoctrinamiento duro y zafio que emana de una concepción totalitaria de entender el papel del Estado en la sociedad. El requerimiento enviado por el ministerio de Educación, que siempre permanece inane ante lo que sucede en Cataluña, al gobierno de Murcia aclara que el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus creencias es “accesorio”.
Hay que aclarar que esta desmedida campaña sustentada en una sobreactuación mediocre es una cortina de humo, algo habitual cuando gobierna del PSOE, para no hablar de la chapuza del relevo en la Fiscalía General del Estado o el giro de 180 grados con respecto al independentismo. El gobierno de Sánchez considera que las instrucciones de la consejería de Educación de Murcia vulneran el artículo 27.1 CE, la LOE y creo que el tratado galáctico de reeducación social-comunista vigente la mayor parte de planetas habitados del universo. Por supuesto, estamos ante una manipulación, porque se olvida de citar el apartado 3 de ese artículo que establece que “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Celaá debe pensar que es una nimiedad. Algo irrelevante que hay que ignorar.
No quiero ni imaginar qué tipo de proyecto de ley será capaz de alumbrar el dirigismo fanático de este gobierno en sus deseos de reeducar a la sociedad en materia educativa. Hay que crear “buenos ciudadanos” que estén correctamente adoctrinados en las bondades del feminismo militante de izquierda radical y la doctrina LGTBI, es posible que me olvide alguna letra, lo siento. Por cierto, tengo familiares y amigos que viven su homosexualidad con absoluta normalidad sin necesidad de tanta sobreactuación y partidismo. Toda mi vida me ha parecido execrable el machismo, el racismo y la homofobia. Lo he dicho y escrito en infinidad de ocasiones y por supuesto no cejaré nunca de hacerlo. Son la expresión de prácticas tan intolerables como repugnantes que solo cabe luchar para erradicarlas. El problema es que a la izquierda solo le interese la utilización política de estos temas tan importantes por motivos estrictamente partidistas. Lo que busca es meter sus zarpas manipuladoras en las aulas para impartir su ideología. Es algo, simplemente, inaceptable.
La educación ha sido, es y seguirá siendo, desgraciadamente, un terreno muy grato para la izquierda en sus ansias de modificar la sociedad y conducirla al terreno que más le conviene desde una perspectiva partidista. Una vez más me gustaría equivocarme, pero algunos miembros del gabinete y sus equipos apuntan maneras. ¿No se pueden promover valores democráticos sin caer en el fanatismo izquierdista? ¿No es posible luchar contra la homofobia, el racismo y el machismo sin convertirlo en instrumentos de lucha partidista? He de reconocer que nunca he sido de izquierdas, ni siquiera en mi juventud me dejé seducir por el comunismo, y siempre me han repugnado los totalitarismos de cualquier tipo. He sido, soy y seguiré siendo un liberal. Por ello, me parece un despropósito y una indignidad la doble vara de medir del gobierno arremetiendo y estigmatizando a los gobiernos de centro derecha mientras es sumiso hasta límites vergonzosos, como vimos en el debate de investidura y lo que ha venido luego, con el independentismo catalán o los antiguos cachorros de ETA reconvertidos en parlamentarios de Bildu.
Director de La Razón y profesor titular de Historia del Derecho y de las Instituciones (URJC)
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