El Gobierno de Pedro Sánchez

Sánchez, rehén de sus socios

El presidente defiende a Ábalos ante una crisis desatada por las hipotecas de Podemos con Maduro mientras la resistencia de Torra complica sus planes con ERC

Hace un año España lideraba en la Unión Europea el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y presidente encargado de Venezuela. Pero ahora Pedro Sánchez ha multiplicado las señales de distancia con Guaidó mientras que su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, le rebajaba a la categoría de mero dirigente de la oposición. En Cataluña la asimilación del discurso de ERC ha llegado a tal nivel que esta misma semana, después de la decisión del Tribunal Supremo de validar la decisión de la Junta Electoral Central de retirarle el escaño a Quim Torra, desde una de las baronías socialistas ya acusaban el golpe de que «basta con escuchar a Rufián para saber lo que vamos a decir nosotros».

Sánchez está desplegando su apuesta más arriesgada, comenta a modo de confidente un emblemático dirigente socialista. Como en un circo con varias pistas y en las que el presidente del Gobierno ha decidido jugárselo «al todo o nada». Así pasa en Cataluña. Y así parece que va a pasar también en su «baile» con Podemos. La «fontanería» de Moncloa, o quizás está mejor dicho el «fontanero» de Moncloa, ha pasado a ocuparlo todo y en la misma oposición reconocen fuera del circuito de los argumentarios oficiales que el líder socialista juega en un escenario muy complejo, «en el que puede ganar mucho, estabilidad, Presupuestos..., o arruinarse en muy poco tiempo». Si fracasa habrá además una crisis de Estado de alto voltaje porque para supuestamente tratar de resolver el problema catalán, aunque el principal motivo de fondo haya sido sacar adelante la investidura, Sánchez ha superado límites muy peligrosos que se derivan de la letra pequeña del acuerdo firmado con ERC. Torra, inhabilitado, puede llevárselo todo por delante si no dimite o convoca elecciones.

Cataluña está inmersa en un proceso de colapso institucional agravado hasta una situación insostenible por la decisión del Supremo de avalar la retirada del acta de diputado a Torra, después de la condena por desobediencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Y éste es el factor que está absolutamente fuera del control de La Moncloa porque escapa a la dinámica del acuerdo sellado con ERC. Torra ha llegado al final del camino y no tiene más salida que la dimisión o elecciones. Si no cede hará saltar por los aires la hoja de ruta de Sánchez para resistir en Moncloa porque si el Parlamento catalán y Torra no obedecen al Tribunal Supremo y a la Junta Electoral Central no habrá Gobierno que pueda sostener la desjudicialización del «conflicto político» sin colocarse a su vez fuera de la legalidad.

En el tema catalán Sánchez parte de una posición precaria, de clara desventaja por sus cesiones –reforma penal a medida de Junqueras, oferta de reunión con Torra pese a estar inhabilitado, desgaste de la Fiscalía, cambio en el discurso político, silencio ante un Junqueras que reconoce que la lección del 1-O es que lo volverían a hacer, por ejemplo–, y si ahora Torra se aferra a su acta de diputado y a su discutible condición de presidente de la Generalitat, sería un suicidio que el presidente del Gobierno de España se reúna con él y no participe de la obligada respuesta judicial a la nueva desobediencia. Y fin al diseño de Sánchez: Presupuestos, mesa de negociación y reforma penal.

Con el tiempo es con lo que juega Sánchez, que está dando ya muestras de que le ha comprado al gurú de Moncloa la «mercancía» de que ahora es el momento de hacer todo lo que tengan que hacer, por costoso que sea, para blindarse en el poder, porque si ganan tiempo, explican las «gargantas profundas» socialistas, entonces tendrán margen para borrar después la «podemización», la radicalización y las cesiones al independentismo. Para volver entonces a la socialdemocracia, que es la única posición desde la que el PSOE puede ganar elecciones.

En estos primeros pasos Sánchez está dejando que los «socios» le metan mano en la cartera. Iglesias se ha olvidado de su compromiso de no desentonar en las cuestiones de Estado con el presidente del Gobierno por aquello que alegaba Sánchez para negarse al Gobierno de coalición tras las elecciones de abril, lo de que existía el riesgo de tener dos gobiernos en un mismo gobierno. Iglesias ha reafirmado su mensaje de siempre en política exterior en la visita de Guaidó , y lo mismo está haciendo en Cataluña con los políticos «exiliados». El riesgo de los dos gobiernos lo está taponado de momento Sánchez por la vía de desplazarse él hasta la zona de confort de Podemos. Así el incidente del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, con la «número dos» del Gobierno de Nicolás Maduro y el avión venezolano más parece planificado por la «fontanería» de Podemos que por la de Moncloa. Sánchez respaldó ayer a Ábalos. «Puso todos los esfuerzos para evitar una crisis diplomática y logró evitarla». Una «crisis diplomática» y una crisis con Podemos. El ministro respondió también a las críticas vertidas contra él. «Yo vine para quedarme y no me echa nadie». Ábalos ha dirigido la negociación con ERC para salvar a Sánchez, a costa de rectificarse también a sí mismo después de haberse significado por ser una de las voces socialistas que con más dureza ha plantado cara al secesionismo.

Moncloa busca salvar el «primer round», resistir, aprobar los Presupuestos y ganar tiempo para poder desvincularse después, poco a poco, de «estos socios tan incómodos». El Gobierno va a hacer uso para la mayoría de sus iniciativas de la vía de la tramitación parlamentaria como proposición de ley de su grupo porque así evitan los trámites previos y consiguen que vaya mucho más rápido la agenda ideológica, social según el mantra de la coalición, con la que Sánchez pretende reforzar el eje izquierda-derecha, abundar en la tesis de que no hay más alternativa que la que representa la radicalización de Vox, y aglutinar a la mayoría de la investidura.

La oposición puede hacer mucho ruido político, y también lo hará en el plano judicial, pero en el ámbito parlamentario Moncloa actuará con la libertad que le da el saber que esa oposición está atada de manos por su posición minoritaria en la Mesa del Congreso de los Diputados.

La verdadera oposición, donde Sánchez se juega su futuro, la controlan Carles Puigdemont y Torra. Al líder del PSOE le interesa aprobar los Presupuestos cuanto antes y a partir de ahí que haya elecciones en Cataluña, también cuanto antes. Presupuestos en verano y elecciones en otoño, éste sería un calendario ideal para los intereses del presidente del Gobierno. Pero los planes socialistas pueden desbaratarse si Torra no se aparta del camino.