Quim Torra

Quim Torra o la animadversión visceral hacia España

El gran paso hacia el independentismo radical lo dio a partir de 2011, cuando fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Catalana y vicepresidente de Òmnium Cultural

The leader of Catalonia's regional government Quim Torra delivers a statement at Palau de la Generalitat in Barcelona
The leader of Catalonia's regional government Quim Torra delivers a statement at Palau de la Generalitat in Barcelona, Spain, January 29, 2020. REUTERS/Nacho DoceNACHO DOCEReuters

Joaquim ‘Quim’ Torra (Blanes, Girona, 1962), presidente de la Generalitat desde 2018, pertenece al sector más duro e intransigente del independentismo catalán, aquel que siente una animadversión visceral hacia todo lo que signifique España. Nacido en una familia de clase media y licenciado en Derecho como único bagaje académico, su inicial trayectoria profesional estuvo alejada de la militancia política activa, ya que entre 1987 y 2007 fue empleado de la aseguradora Winterthur, los dos últimos años en Suiza.

Sus inicios políticos se remontan a mediados de la década del 2000 como militante de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), pero muy pronto se alejó de la moderación del partido de Josep Antoni Durán Lleida para unirse a las filas de Reagrupament, una escisión a la derecha de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). El gran paso hacia el independentismo radical lo dio a partir de 2011, cuando fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Catalana y vicepresidente de Òmnium Cultural, tal vez las dos organizaciones cívicas más batalladoras en favor de la independencia de Cataluña.

En las elecciones autonómicas de 2017 fue elegido diputado al Parlamento catalán, y al año siguiente fue designado candidato a la Generalitat por Carles Puigdemont, su verdadero mentor político, que abandonó la presidencia de la Generalitat en 2018 tras ser destituido de su cargo el año anterior en virtud de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Torra fracasó en su primer intento de ser investido presidente, en mayo de 2018, por no reunir los apoyos necesarios, pero en la segunda votación sí logró su objetivo.

Su llegada al Palau de la Generalitat, jalonada por las primeras disputas internas entre JxCat y ERC, significó la parálisis del Parlament, que en el primer año de su constitución sólo fue capaz de sacar adelante tres modificaciones legislativas. Torra y el independentismo no estaban interesados tanto en gobernar como en impulsar la independencia de Cataluña y lograr su reconocimiento internacional.

En abril del pasado año, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) le imputó un delito de desobediencia por negarse a retirar símbolos partidistas e independentistas de edificios públicos y oficiales, y en diciembre de 2019 de nuevo el TSJC lo condenó por otro delito de desobediencia a un año y medio de inhabilitación para cargos públicos. Finalmente, el pasado día 3 la Junta Electoral Central ordenó que se le retirara el acta de diputado, pero él sigue aferrado al cargo de presidente de la Generalitat, que se niega a abandonar. La situación es de tal confusión que a día de hoy ni el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sabe si Torra será su interlocutor en la reunión bilateral prevista para el próximo 6 de febrero.