Artur Mas

El regreso de Artur Mas: “Tengo que estar”

El ex presidente de la Generalitat está decidido a volver a la primera línea institucional tras cumplir su condena de inhabilitación y aspira a presidir el Parlament

Sin apoyos para presidir la Generalitat pero con la intención de volver a primera línea en un puesto institucional, que podría ser el Parlament de Cataluña. Este es, hoy por hoy, el deseo de Artur Mas, según fuentes de su entorno. El próximo 23 de febrero termina el periodo de inhabilitación que le impuso el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), por lo que el ex presidente planea ya su futuro político. En las últimas semanas, Mas se ha reunido con varios empresarios para pulsar su apoyo. En su mayoría, no le verían con malos ojos si ejerce como una figura de contención y vuelta al catalanismo de la antigua CiU. En estos encuentros, Artur Mas les ha trasladado su intención de volver a la arena en algún cargo relevante, en desagravio por los males pasados. «Cree que se lo merece por haber abierto las puertas del soberanismo», comentan dirigentes empresariales. «Yo empecé esto y yo tengo que estar», les aseguró en una de estas reuniones.

En plena batalla electoral, el mundo neoconvergente está completamente dividido a la hora de designar candidatos. Todas las fuentes consultadas en el PDeCAT, JuntsxCat y la Crida coinciden en que Mas no tiene adeptos en el partido y que la mejor baza sigue siendo Carles Puigdemont. Por ello, Artur Mas no tiene intención de rivalizar con el fugitivo de Waterloo y su aspiración pasa por un cargo institucional que le permita resarcirse de su dimisión y posterior calvario judicial. En su entorno apuntan a la presidencia del Parlament de Cataluña, siempre y cuando los resultados electorales sean favorables. La guerra con Esquerra Republicana es absoluta y tanto Puigdemont como Mas están de acuerdo en un choque frontal con el partido de Oriol Junqueras. «Unos traidores que apoyan a Pedro Sánchez a cambio de nada», dicen en los sectores radicales. La relación entre los dos ex presidentes de la Generalitat es buena y Mas ha viajado varias veces a Bruselas para verse personalmente con su sucesor.

Carles Puigdemont planea ser el candidato de JunsxCat a las elecciones autonómicas sin renunciar a su escaño europeo. «No tiene por qué dimitir», aseguran en su círculo próximo. Sería un candidato simbólico, con un número dos fuerte, al que después cedería el testigo para quedarse en la Cámara de Estrasburgo. Y es aquí dónde aflora la división entre los neoconvergentes ante un baile de nombres. Puigdemont quiere a Jordi Puigneró, consejero de Políticas Digitales, y Artur Mas prefiere al de Territorio y Movilidad, Damiá Calvet. Por su parte, Quim Torra apuesta por la portavoz en el Congreso, Laura Borrás, y otros dirigentes del PDeCAT apuntan los nombres de Elsa Artadi, Albert Batet o Angels Chacón. Un auténtico batiburrillo que al final se saldará con la voluntad de Puigdemont. «El Puchi decide», aseguran. Su escenario ideal de las elecciones es septiembre-octubre para desgastar al máximo a ERC. La fecha, no obstante, queda pendiente de la sentencia firme del Tribunal Supremo sobre la inhabilitación definitiva de Torra, por lo que no descartan convocarlas antes del verano.

En sus encuentros con empresarios y financieros Mas se ha mostrado muy crítico con Pedro Sánchez y ERC. «Sánchez se ha metido en un jardín», les dijo sobre la actuación del presidente del gobierno en el conflicto catalán. En opinión de Mas «con ERC siempre se acaba mal». En este sentido, les recordó el calvario que atravesó el PSC tras el tripartito y cómo dejaron colgado a Sánchez con los Presupuestos. «Es un partido que nunca cumple su palabra», advirtió el ex president. Por ello, algunos sectores empresariales recelan de la intención del PSC para reeditar un Govern a tres con ERC y los Comunes, algo que levanta ampollas en los sectores más radicales de Esquerra liderados por la fugada en Suiza Marta Rovira.

Así las cosas, en plena pugna por el número dos de la candidatura, Puigdemont y Mas se reparten los papeles. «El Puchi», de acuerdo con Quim Torra, maneja el as de la fecha electoral y diseña en tromba duros ataques contra los republicanos, a quienes acusa de traidores al «procés». Por su parte, Mas acaricia el final de su inhabilitación y está en un periodo de reflexión «abierto a todo», según su entorno. Para unos es el auténtico destructor de CiU, el verdadero artífice del conflicto. Y para otros puede ser todavía un mediador balsámico frente a los delirios independentistas radicales. En lo que todos coinciden dentro del PDeCAT y JxCat es en el choque frontal con ERC en una campaña electoral «a cara de perro». Los tres inquilinos de La Generalitat –Mas, Puigdemont y Torra– opinan que su apoyo a Pedro Sánchez les pasará una fuerte factura en Cataluña.

El sucesor de Jordi Pujol, el «hereu» que llevó a la poderosa federación nacionalista al auténtico desastre, quiere ahora cobrarse la pieza. El declive empezó la noche del 25 de noviembre de 2012, un mazazo para Mas, porque CiU acababa de perder doce diputados en las autonómicas. Un fracaso en toda regla tras el cual, en medio de una fuerte depresión, intentó tirar la toalla. Pero arengado por sus dos ideólogos de cabecera, Francesc Homs y David Madí, decidió pasar a la historia como el mártir soberanista de Cataluña. Fue entonces cuando abanderó el soberanismo y vino a Madrid en plan chulesco para poner en un brete a Rajoy. La jugada le salió mal, el gallego no entró al chantaje y Mas inició un camino sin retorno que llevó a su partido desde el poder a la nada, y a Cataluña al mayor enfrentamiento que se recuerda. Pero ya se sabe que la política da mil vueltas.

En efecto, con Mas empezó todo y Mas quiere terminarlo. Durante la cena celebrada en el Palau el pasado martes, en la que Torra decidió anunciar las elecciones, Puigdemont intervino por videoconferencia y también Mas fue consultado. Los tres acordaron no desvelar la fecha concreta para desgastar a ERC y ponerles en un brete ante los Presupuestos de Pedro Sánchez. Como advierten algunos empresarios: «Se avecina la gran tormenta».