Pedro Sánchez

De crisis en crisis: Semana “horribilis” en Moncloa

El Gobierno ha acumulado, en apenas siete días, rectificaciones por Cataluña, la polémica del «caso Ábalos» y la rebelión del campo, que han eclipsado sus primeras medidas estrella

CUMBRE "Amigos de la cohesión"
Pedro Sánchez, ayer en la localidad portuguesa de Beja, preparándose para la foto de familia de los jefes de gobierno europeos en la cumbre «Amigos de la cohesión»José Manuel VidalEFE

1.400 días de legislatura y han bastado apenas siete para poner en jaque al Ejecutivo. Pedro Sánchez anunció tras su primer Consejo de Ministros que aspiraba a liderar un «gobierno de acción. Resolutivo y activo, que no pierde el tiempo». No era para menos, después de ocho meses de parálisis era hora de empezar a funcionar. En la agenda más inmediata, un ambicioso paquete de medidas comprometidas, que trasladaran ilusión. Ese tándem entre el efectismo y el progresismo del Gobierno de coalición. Se revalorizaron las pensiones un 0,9%, se acometió la subida del sueldo de los funcionarios y también el incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a 950 euros, con un –nada despreciable– acuerdo entre el Ejecutivo, la patronal y los sindicatos. Sin embargo, esta carta de presentación en apenas un mes de vida ha quedado superada por una semana «horribilis» en la que la borrasca «Gloria» no ha sido el único temporal que han tenido que capear en Moncloa.

El último de este cúmulo de despropósitos, que ha ido coleccionando el Ejecutivo, se vivió el jueves. Tras quedar ciertamente noqueados por la decisión de Quim Torra de convocar elecciones en diferido, una vez que se aprueben los presupuestos catalanes, el Gobierno salió a reaccionar con un movimiento que salvaguardaba sus intereses, pero que dejaba desprotegidos a sus socios de ERC. Moncloa emitió un comunicado en el que suspendía la puesta en marcha de la mesa de diálogo entre gobiernos hasta que se conformara un nuevo Govern tras los comicios. Con una legislatura «agotada» y sin un interlocutor válido, Moncloa no tenía nada que ganar sentándose a negociar con los actuales responsables de la Generalitat. Sin embargo, esta estrategia perjudicaba notablemente a ERC, que mostró su malestar y obligó al Ejecutivo a rectificar.

Apenas siete horas después, desde la Secretaría de Estado de Comunicación se lanzaba un nuevo comunicado en el que se abrían a negociar antes de los comicios. Un paso atrás que demuestra debilidad y denota la importante dependencia que se ha adquirido de los republicanos para la supervivencia de la legislatura. No fue el único traspiés. La primera nota aclaratoria se lanzó, en gran medida, para confirmar que la reunión con Quim Torra seguía en agenda, después de que la vicepresidenta Carmen Calvo la dejara en el aire. Una descoordinación que da muestra de la pugna interna que existe entre la «número dos» del Gobierno y el jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo. La polémica hizo, en todo caso, que la firma en Moncloa con pompa y boato de la subida del salario mínimo con patronal y sindicatos, quedara totalmente eclipsada.

Pero si algo ha tenido un efecto cegador en los últimos días sobre la acción del Gobierno ha sido la reunión del ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, con la «número dos» de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, en Barajas. El «Delcygate», sobre el que todavía se ciernen numerosas incógnitas, ha supuesto un verdadero embrollo que ha dejado al descubierto errores de comunicación y ha obligado a aplicar una suerte de «cuarentena» sobre el ministro, que evitó durante días a los medios y anuló un viaje programado a Colombia. Aunque el apoyo tanto de Sánchez como del partido fue explícito, las suspicacias sobre el posible «fuego amigo» desde dentro del Gobierno y la soledad de Ábalos, que «se ha comido el marrón él solito», siguen aún latentes.

Y es que el «fuego amigo» también ha sido una constante dentro del PSOE. Si hace unos días era el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, quien se erigía en oposición al Gobierno, demandando la devolución de las cantidades de IVA adeudadas a las comunidades y criticaba la intención del Ejecutivo de modificar los delitos de rebelión y sedición, esta semana ha sido el de Extremadura, quien ha elevado la voz contra Sánchez. Guillermo Fernández Vara ha recriminado la afectación que la subida del salario mínimo tiene para su región, asegurando que ha contribuido a la caída del empleo en el campo. Y es precisamente en el sector agrario donde ha surgido otro conato de rebelión contra el Gobierno. A la oleada de movilizaciones previstas en toda España de ganaderos y agricultores, se sumaron las polémicas imágenes de cargas policiales en Don Benito (Badajoz) que han elevado el alcance de sus reivindicaciones.

A todo esto, hay que sumar las salidas abruptas de la estructura del Estado del responsable de Red Eléctrica, Jordi Sevilla, por «injerencias» de la vicepresidenta Teresa Ribera y el relevo, comunicado por teléfono, de la secretaria de Estado para el Deporte, María José Rienda, por Irene Lozano, un perfil de la máxima confianza de Sánchez, pero sin ningún bagaje en lo deportivo. Con este clima, la única satisfacción que el presidente del Gobierno ha podido experimentar en los últimos días ha sido escuchar a su otrora rival interna, Susana Díaz, reconocer que se equivocó, y que él tenía razón cuando se opuso a la abstención para que gobernara Mariano Rajoy.