Sin Perdón

El apunte de Francisco Marhuenda: “El esperpento de los merluzos en el Congreso”

El Rey es el jefe del Estado y como titular de esta alta magistratura merece la consideración que cualquier persona bien educada, aunque sea republicana o independentista, le debería otorgar

Aplausos a Felipe VI ayer en el Congreso
Aplausos a Felipe VI ayer en el Congresolarazon

Nada tengo que objetar a que un diputado sea independentista o republicano. Está en su derecho. Otra cosa distinta es el comportamiento poco ejemplar que mostraron algunos diputados con motivo del acto solemne de inauguración de la XIV legislatura por Felipe VI. Mis padres me enseñaron que no ofende quien quiere, sino quien puede y desde luego entre estos no incluyo a los merluzos, con ello no pretendo ofender a las merluzas, que organizaron este lunes un espectáculo esperpéntico para hacerse notar. El Rey es el jefe del Estado y como titular de esta alta magistratura merece la consideración que cualquier persona bien educada, aunque sea republicana o independentista, le debería otorgar. Nos representa a todos, incluso a los que se sienten muy cómodos montando numeritos.

En primer lugar están los diputados de Unidas Podemos que decidieron no aplaudir, aunque otros prefirieron no asistir a la sesión. La otra cara de la moneda fueron los ministros de esta formación que sí lo hicieron. Estamos ante una pintoresca bipolaridad política que ni siquiera es un desplante, sino un gesto ridículo que espero que con el tiempo se corrija. Pueden seguir siendo republicanos, como sucede con diputados de otros grupos que no abandonan la cortesía y el respeto hacia el jefe del Estado. Ni siquiera estamos ante un comportamiento excéntrico, sino que es un reflejo de una incoherencia e inconsistencia que sería bueno que se la hagan mirar. Felipe VI tiene una gran calidad humana, desarrolla su papel institucional de una forma ejemplar y es el primer servidor público. En estos tiempos convulsos que hemos vivido y que me temo que seguiremos viviendo es una suerte extraordinaria que el jefe del Estado no sea el representante de un partido político.

Estamos ante una legislatura tan frágil como la minoría que sustenta al gobierno, porque el PSOE y Unidas Podemos solo suman 155 diputados, lo que está lejos de los 176 de la mayoría absoluta. Es cierto que Pablo Iglesias, sus ministros, altos cargos y asesores están felices en sus nuevos cargos, aunque según se está viendo con pocas, muy pocas, competencias reales porque Sánchez les ha levantado la cartera una vez más. Era habitual que el PSOE lo hiciera en los gobiernos autonómicos, pero tenía mis dudas de que lo consiguiera en el gobierno de España. Y lo ha conseguido y además ha acertado dando un mayor poder a Iván Redondo, que realmente es el vicepresidente en la sombra.

El ridículo intento de hacer un desplante al jefe del Estado es una muestra de las dificultades de fondo y de forma de este gobierno de coalición. Hubiera sido mejor tenerlos agotados trabajando que dedicados a este activismo político de la “señorita Pepis”. Me temo que es sólo el principio, aunque no tengo ninguna duda de que serán leales porque una vez probadas las mieles del poder nada querrán saber de las hieles de perderlo. No hay pegamento más sólido que un buen cargo.

El otro factor distorsionador de la galaxia que envuelve al presidente del Gobierno son sus socios independentistas. Fue una merluzada enorme. ERC, EH Bildu y BNG, los pintorescos socios que permitieron que Sánchez sea presidente, arremetieron contra Felipe VI, con el apoyo de JxCat y la CUP, porque quiere imponer proyectos y valores antidemocráticos y además viene del franquismo. ¡Las cosas que hay que oír! No fueron más que una sarta de tonterías. Hablar de franquismo en el año 2020 es una solemne estupidez y más si se escucha de boca de formaciones que vulneraron el ordenamiento constitucional y estatutario mientras que los otros tienen en su seno la herencia sangrienta de los asesinos de ETA.

Los independentistas Gabriel Rufián y Laura Borras deberían sentir repugnancia de estar acompañados por la gente de EH Bildu, aunque ese mismo sentimiento deberían sentir los dirigentes del PSOE cada vez que se produce alguna coincidencia con ellos. Estos aliados de Sánchez decidieron ausentarse de la sesión solemne, aunque en el fondo es de agradecer porque quedaron en evidencia e hicieron que fuera, si cabe, aún más solemne. Es una lástima que el gobierno de España esté en manos de unos grupos parlamentarios que no hacen más que mostrar su indignidad. Los votos que obtuvieron no blanquean su estéril y lamentable comportamiento. Me gustaría que Sánchez tuviera una mayoría más coherente y cohesionada que no estuviera impregnada del fanatismo de unos independentistas que desde hace décadas manipulan mí querida Cataluña, donde nacieron mis padres y mis hijas. Unos radicales que promueven unos mensajes de odio que han dividido a la sociedad catalana.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).