España

Sánchez y Colau engrasan el futuro tripartito en Cataluña

La alcaldesa se ofrece al Gobierno como la «principal aliada» para la «nueva etapa» de interlocución con la Generalitat

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, recibe este viernes en la sede del Ayuntamiento al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dentro de la visita institucional de dos días a Cataluña. EFE/ Toni Albir
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, recibe este viernes en la sede del Ayuntamiento al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dentro de la visita institucional de dos días a Cataluña. EFE/ Toni AlbirToni AlbirEFE

Pedro Sánchez no solo ha salido vivo de sus dos jornadas en Barcelona, sino que ha sido capaz de fraguar una red de alianzas que lo afianzan en su condición de jefe del Ejecutivo, extendiendo sus tentáculos más allá de los límites de La Moncloa. El presidente del Gobierno ha salvado el campo minado que suponía su reunión con Quim Torra y –en lo que algunos querían ver diluida su cita con el president de la Generalitat– ha avanzado ententes que se materializarán en un plazo mucho más corto que la famosa resolución del «conflicto político en Cataluña». El Gobierno se ha ocupado –en estos dos días y tras años de maltrato soberanista– de mimar a empresarios, sindicatos y eventuales socios. Es el caso de los Comunes. Sánchez rubricó con la alcaldesa de Barcelona un convenio de capitalidad cultural y científica que, más allá de regar con más 25 millones de euros a la ciudad condal, sienta las bases para el entendimiento futuro con la confluencia morada. Ada Colau se erigió en la «principal aliada» del Ejecutivo en la nueva etapa de interlocución con la Generalitat. Una nueva era, tildada de «punto de inflexión», que vislumbra con «esperanza» y que tendría su apogeo en la rúbrica de un tripartito entre ERC, PSC y En Común tras las elecciones catalanas, aún sin fecha.

Aunque socialistas y republicanos se afanen en negar esta vía, la realidad es que supone la única alternativa a la deriva soberanista. Y ambos partidos lo hacen, porque en su negativa al tripartito radica la mínima posibilidad de que la entente prospere. ERC necesita visualizarse –más allá de las encuestas– como el partido hegemónico del independentismo pragmático y evitar la fuga de votos que le supondría abrirse a una opción que elimine a Junts per Catalunya de la ecuación secesionista. Por su parte, el PSC está obligado a atraer al votante huérfano de Ciudadanos, mucho más al centro que su electorado tradicional, y que saldría despavorido si se barruntase que sus votos servirán para mantener a los de Oriol Junqueras en el poder. Esto obligará a que ambos se profesen un odio casi visceral en campaña y duros ataques en cualquier intervención pública que se precie. No cabe dejar un mínimo resquicio de duda que haga crecer las aspiraciones electorales de un JxCat aún sin candidato y que solo tiene opciones de revalidar el poder si es de la mano de los republicanos. Una pieza que no están dispuestos a ceder.

«Tres en raya»

En este escenario, los Comunes tampoco lo tienen fácil. Necesitan visibilizar cierta autonomía respecto a ERC y el PSC, aunque estén llamados a apuntalarlos en el poder, mientras se revuelven ante el «bocado» electoral de los antisistema de la CUP. El partido de Colau pugnará por dejar de ser muleta de gobiernos y granjearse su propia cuota de poder en un eventual tripartito. Cómo se resuelva el puzzle, ante un Ciudadanos en descomposición y un independentismo a la gresca, puede ser decisivo para las opciones del PSC, que pescará en río revuelto.

Pero lo cierto es que los tres actores se necesitan en un triple escenario, una suerte de «tres en raya» en el eje España-Cataluña-Barcelona, para cuya supervivencia –escenificada en la forma suprema de los Presupuestos– requiere de la connivencia de todos ellos. Y mientras todas las piezas van encajando, el presidente se rodeó ayer de lo más nutrido del Ibex, una representación empresarial encabezada por Planeta, Agbar, La Caixa, Sabadell o Endesa, entre otros, que dan buena cuenta de que acercarse a Sánchez, ahora en Cataluña, no supone quemarse.