Eutanasia
La inyección letal
Tiempo atrás, cuando la pena de muerte estaba vigente con carácter universal, se ejecutaba sin compasión humana. No creo necesario recordar aquellos métodos que tuvieron su punto de inflexión con la guillotina –por lo demás, tan profusamente utilizada por los revolucionarios– pero concebida como un procedimiento más humanitario, sin sufrimiento y menos dolor. En países que en la actualidad mantienen la pena de muerte, «progresa» el método de la inyección letal.
No deja de ser paradójico que, mientras que en el mundo se deroga progresivamente la pena de muerte, la ayuda a morir a enfermos y mayores se presente como un derecho. Y es llamativo que el procedimiento utilizado en ambos casos sea el mismo: la inyección letal. Un aparente contrasentido que debería inducir a una profunda reflexión a quienes la promueven.
Se trata de una expresión más de la conocida como «cultura de la muerte» de una sociedad que, en lugar de ser beligerante en la defensa de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, «progresa» en sentido radicalmente contrario. El aborto y ahora la eutanasia, son su expresión más lacerante. España tiene invertida la pirámide demográfica, estando a la cabeza del mundo en tasa de longevidad, y en la cola en cuanto a natalidad, lo que afecta a la sostenibilidad de nuestro Estado de bienestar. La solución del Gobierno parece ser administrar la inyección letal. Es lo propio de civilizaciones en crisis y sociedades decadentes.
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