España
España pisa el acelerador en el caza de combate del futuro
Nuestro país ya trabaja en igualdad de condiciones que Francia y Alemania para que el mayor programa militar europeo esté listo en 2040
España ha acelerado el paso estos días para tratar de alcanzar a sus socios (Alemania y Francia) del Futuro Sistema Aéreo de Combate (conocido por las siglas en inglés FCAS), en el que los tres se han comprometido a colaborar en iguales condiciones. El mayor programa militar que Europa tiene previsto para los próximos años dará lugar a un avión de combate que deberá superar las capacidades del ahora aparentemente imbatible F-35 Joint Strait Fighter estadounidense, que es el caza más avanzado del mercado mundial actual.
El proyecto del FCAS arrancó en el verano de 2017 en un inusual Consejo de Ministros conjunto de los gobiernos de París y Berlín, encabezado por sus respectivos líderes, Emmanuel Macron y Angela Merkel. España mostró meses después su interés en adherirse al plan, y el pasado junio lo logró. La presentación entonces de la primera maqueta a tamaño real del futuro avión de combate, en una de las mayores ferias mundiales del sector (Paris Air Show), coincidió con la oficialización de la entrada de Madrid en la iniciativa.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, fue la encargada de representar al país en una ceremonia en la que estuvo acompañada de sus homólogas de Francia, Florence Parly, y de Alemania, que entonces era Ursula von der Leyen, la actual presidenta de la Comisión Europea. Tras ellas planeó la sombra amenazante de Reino Unido, que ha optado por un programa propio de nuevo avión de combate, el Tempest, al que ya ha conseguido implicar a Italia y Suecia.
¿Competirán ambos programas europeos en el futuro mercado mundial de aviones de combate de próxima generación? Los expertos están convencidos de que eso no es posible: no hay espacio para dos nuevos cazas en el viejo continente si se quiere pugnar con unas mínimas posibilidades frente al todopoderoso Estados Unidos, y con Rusia y China de fondo. La única salida posible parece la confluencia de ambas iniciativas.
De hecho, miembros del sector de la entidad de los consejeros delegados de las compañías Leonardo (principal firma italiana implicada en el Tempest), Alessandro Profumo, y Airbus (empresa que lidera el proyecto del FCAS en Alemania), Guillaume Faury, ya han expresado su deseo de que Europa acabe sacando adelante un único avión de combate de próxima generación tras la fusión de los dos programas actuales.
De momento, este año 2020 es clave para que España pueda ponerse a la par de Francia y Alemania, por delante por los meses de más que llevan inmersos en el programa. Precisamente este mes de febrero nuestro país ha suscrito una serie de compromisos que además implica a la industria nacional. Las compañías Indra, Airbus, ITP, Sener, GMV y Tecnobit son las elegidas para liderar la parte española del proyecto.
Más que un caza: un sistema de sistemas
En realidad, el FCAS es mucho más que un nuevo caza. Se trata, como explican sus artífices, de un sistema de sistemas, que incluye además medios aéreos remotos que operarán coordinados con el aparato principal (conocido como NGF por las siglas en inglés de avión de nueva generación) y con otros recursos militares, gracias a la creación de una nube de comunicaciones propia. De hecho, el programa se asienta sobre siete pilares que, además del caza y su motor, que constituyen los dos primeros, están conformados por los citados sistemas remotos y la nube de comunicaciones, además de sensores, tecnologías de baja visibilidad y el denominado laboratorio de simulación. El conjunto completo es el FCAS.
Lo más llamativo del FCAS es el avión de combate, indudablemente. Con él se sustituirá a partir de 2040 a los actuales Eurofighter, el principal caza que ahora presta servicios en las fuerzas aéreas de España y Alemania, y al Rafale, que es el modelo con el que opera Francia. En estos dos aviones se encuentra precisamente el precedente más similar al proyecto emprendido ahora. Los dos derivan de la iniciativa que hace casi cuarenta años se plasmó en el entonces conocido como European Fighter Aircraft (EFA).
Aquel proyecto, denominado posteriormente EF 2000, dio finalmente lugar al actual Eurofighter, en el que además de España y Alemania también se implicaron Italia y Reino Unido. Francia, que formó parte de la iniciativa en su origen, acabó abandonándola para desarrollar un avión de combate propio: el Rafale, que ahora es el principal competidor europeo del Eurofighter en el mercado mundial de aviones de combate.
En el caso del FCAS, parece que el futuro pasará por la confluencia con el citado Tempest británico, antes que por una escisión que dé lugar a dos aviones, como ocurrió con el EFA. Sin embargo, la sombra de Estados Unidos, en un momento de especial desencuentro de ese país con Europa en materia militar, ya se va acercando. Más allá de la potencial amenaza futura, para sus intereses comerciales, que le puede suponer el desarrollo de un avión europeo que pueda alcanzar cierto éxito, hay algo que ya molesta en Washington, y en este caso del proyecto Tempest.
Los británicos han iniciado conversaciones con Japón para que se sume a su programa. Tokio trabaja en la actualidad en un proyecto propio de avión de combate de quinta generación (esa es la generación del avanzadísimo F-35), el denominado F-3, por lo que no le vendría nada mal unir fuerzas con alguna iniciativa que ya esté avanzando hacia un aparato superior. El problema es que desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, Japón solo ha adquirido aviones de combate de desarrollo estadounidense. Que esto deje de ser así es lo que no gusta a la Administración Trump, que ha comenzado a presionar para que su socio del oeste del Pacífico no deje de ser un cliente preferente.
Lo que de momento es seguro es que los futuros combates en el aire implicarán a sistemas avanzados con tecnologías que aún nos parecen de ciencia ficción, como el uso muy extendido de aviones sin piloto que operarán junto a otros tripulados. En cambio, las luchas que tratarán de imponer estos desarrollos en el mercado continuarán librándose en tierra, en los despachos de las cancillerías y los gobiernos de distintos países, con Estados Unidos como jugador siempre inevitable.
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