Política

El calvario de Sánchez

Detalle de las manos de Pedro Sánchez durante la reunión con Torra
Detalle de las manos de Pedro Sánchez durante la reunión con TorraBernat ArmangueAgencia AP

Los independentistas han conseguido lo que querían, poder y protagonismo. No hay más que echar un vistazo a la agenda política para comprobar que tienen intención de controlar los tiempos y los debates parlamentarios más importantes, como la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.

Ayer se produjo la primera reunión de la mesa de diálogo con Cataluña, hoy ERC tiene que votar el techo de gasto y la senda de estabilidad del gobierno, primer paso para aprobar las cuentas públicas.

La estrategia separatista siempre deambula entre lo posible y lo inalcanzable. Sabedores de que no van a conseguir la independencia, participan en el juego democrático de las instituciones para ir arrancando compromisos que les conduzcan hacia el mismo lugar.

Detestan al Estado español, pero cortan a rebanadas buenos trozos en cada negociación económica, ponen condiciones ante cualquier votación o aprobación en las Cortes y la moneda de cambio siempre es la misma, más autogestión y más dinero.

Ese deambular entre la utopía y lo concreto es lo que alimenta la esperanza de sus adeptos que sueñan con llegar a la independencia de un salto, pero tampoco les importa subir, uno a uno, los peldaños de la escalera de la secesión.

Por si fuera poco, ahora preparan las elecciones autonómicas y eso siempre es motivo de desunión entre ellos. JxCat y ERC compiten por la medalla de oro y no están dispuestos a desaprovechar ninguna ocasión. La última, una votación en el Senado exigiendo al gobierno el abono automático de más de 3.000 millones de euros a las Comunidades Autónomas y a los Ayuntamientos.

La cosa no tendría mayor importancia si no fuese porque hace dos semanas la misma propuesta fue del PP y no salió adelante, pero ahora la han promovido los ex convergentes y Esquerra se ha sumado para no darles ni un centímetro de ventaja electoral.

La mesa de diálogo va a ser el calvario de Pedro Sánchez y si fuese cierto que la presencia en el ejecutivo de ministros podemistas le estuviese produciendo insomnio, como afirmó cuando convocó las elecciones de noviembre, las exigencias de ERC deberían provocarle la necesidad de ayuda profesional.

Pero también puede ocurrir que el desvelo no sea tan grave y que sopesando la contrariedad que supone no dormir frente a la satisfacción del poder, resulte que el precio a pagar no le parezca demasiado caro.

Si eso es así y los independentistas lo intuyen, que nadie tenga duda de que están afilando sus herramientas para diseccionar adecuadamente la pieza y llevarse la mejor tajada, como han hecho toda la vida.

Si después de las elecciones catalanas hay presidente de JxCat se acabará el apoyo de ERC al gobierno y adoptarán posiciones más duras que los de Puigdemont, si gana ERC, dispondrá en cada mano de una tenaza para arrancar de cuajo lo que necesite de España, ya saben, susto o muerte. Eso sí, mientras tanto, el PSOE al servicio de sus intereses electorales.