Partido Popular

Casado desoye al PP y mantiene a Cayetana Álvarez de Toledo por miedo a Aznar

Cayetana Álvarez de Toledo refuerza su pulso y su estrategia de ir por libre. Recuerdan que se ufanaba de que «fue el PP el que la buscó a ella, y no ella al PP»

Álvarez de Toledo marcó ayer distancia con el PP sobre el 8-M para acercarse a las posiciones de Vox
Álvarez de Toledo marcó ayer distancia con el PP sobre el 8-M para acercarse a las posiciones de VoxCristina BejaranoLa Razón

Cayetana Álvarez de Toledo no rectificó ayer su ataque a la libertad de prensa. Redobló el órdago, no ya al medio de comunicación, sino, de fondo, a su propio partido, donde nadie respaldó públicamente sus declaraciones. Y, por elevación, al presidente nacional del PP, Pablo Casado, que está atado de manos ante la decisión de «ficharla», que impuso contra el criterio mayoritario de su organización, para proyectarla, por cierto, en una carrera política meteórica, también contra el criterio mayoritario de su partido. De hecho, primeros «espadas» del PP le advirtieron personalmente entonces de que era una decisión equivocada, pero Casado ejecutó su designación como «número uno» por Barcelona, con unos resultados electorales malos para el PP catalán, y su nombramiento como portavoz en el Congreso.

Ahora, Casado está demostrando que no tiene autoridad para resolver el problema que representa para el partido que en el «número tres» del organigrama nacional haya alguien que va por libre, que se siente blindada por el apoyo que tiene de Aznar, y que tiene en contra a la mayoría de partido. «Para actuar contra Cayetana, tendría que enfrentarse a Aznar, y eso Pablo no puede hacerlo, aunque sea consciente de la gravedad del problema».

A ella, como se lamentan en el PP, «le da todo igual». «Cree que Casado no está en condiciones de desautorizarla, y, además, siempre ha presumido de que no necesita al PP, que fue el PP quien fue a buscarla a ella. No al revés». Ella lo ha ido contando así a dirigentes populares, que ahora recuerdan esas palabras suyas para poner en situación los hechos y la imagen que está dando la portavoz. En esas conversaciones privadas, Álvarez de Toledo dijo en su día que fue el PP el que la pidió ayuda, que fue Casado quien también le pidió ayuda en Cataluña, y que fue él quien le propuso la portavocía, ante lo que, según su narrativa, ella incluso llegó a decirle al líder que quizás era un cargo para el que hacía falta tener experiencia. Al menos así lo explicó en el relato que construyó en determinados ámbitos. Esto conecta con lo que ahora lamentan en las filas populares.

«Su posición de estar por encima del partido, al que cree que no le debe nada» y «nunca rectificará por su alta concepción de sí misma y porque tampoco necesita la política para vivir por su altísima solvencia económica». La posición económica es una cuestión privada, lo que preocupa en el PP es que traslade una imagen «de suficiencia aristocrática» con la que no se identifica el voto moderado del partido. «Ni tampoco pueden identificarse las mujeres, salvo una minoría, porque tiene un discurso de señora de Palacio que desconoce cuáles son los problemas reales de las mujeres en el día a día», apunta una de sus compañeras en el Comité de Dirección. La radiografía la hacen «en fuentes» porque en el modelo de partido cesarista, nuevos tiempos, pero el mismo funcionamiento de siempre, nadie se atreve a enfrentarse directamente con Casado. Al menos sin buscar caminos alternativos para protegerse.

Aznar es el único apoyo de Álvarez de Toledo porque dentro del PP está sola. No tiene el apoyo de ninguno de los barones, como ayer quedó de manifiesto. También tiene en contra a dirigentes de peso del Comité de Dirección del PP, y su situación en el grupo parlamentario es de aislamiento, salvo por el clan de afines, afines también a Aznar, del que se ha rodeado. Y que son las esencias del «aznarismo» y de FAES. En el grupo explican que el secretario general del Grupo Parlamentario, Guillermo Mariscal, mantiene la interlocución que impone el cargo, pero se testa que en la bancada no se ha ganado simpatías como para que se pueda sostener que tiene un ejército detrás dispuesto a dar la cara por ella ante su situación de máxima debilidad.

Ayer insistió en embestir con mentiras contra la línea editorial de la cadena que ha colocado en el centro de la diana, La Sexta, sirviéndose para ello de la negación de la corrupción que creció bajo la mesa de su «padrino» político, el ex presidente del Gobierno José María Aznar, y negando también los errores que cometió el Gobierno de Rajoy en la gestión de las cargas policiales para evitar «in extremis» el referéndum ilegal del 1-O, después de que hubiera fallado en la información y en la logística para cumplir el compromiso de que no habría urnas.

Pero, además, Álvarez de Toledo pasó por encima de la posición fijada por el PP en relación a la celebración del Día de la Mujer, el próximo domingo 8 de marzo. Y desde una exhibición de elitismo intelectual copió los planteamientos de ese negacionismo radical de quienes cuestionan que en la batalla por la igualdad real todavía haya que trabajar «para conseguir la equiparación real en el mundo laboral, en la conciliación, que a mismo trabajo mismo sueldo o incluso para desterrar por completo los abusos machistas de poder». Así hablan otras dirigentes del PP que ocupan altos cargos. Y figuras tan relevantes para la historia del PP, como la ex ministra de Sanidad Ana Pastor, se han significado, y se siguen significando, por defender el feminismo por encima de la política de la izquierda de apropiarse de la pancarta, y por trabajar para desmontar las mentiras de Vox en este terreno.

Casado intenta calmar las aguas en privado, pero, como ayer quedó en evidencia, sin la autoridad para exigirle que respete los intereses de las siglas del partido y que deje de actuar como un verso libre que, en estos momentos, perjudica la campaña del PP en Galicia. Hay una revuelta general contra Álvarez de Toledo, que Casado conoce. Y con mala perspectiva de arreglo porque para tomar medidas tendría que asumir como un error su decisión de elevarla a la portavocía del Parlamento. El líder nacional, que llegó prometiendo una nueva etapa, ha ido creando un modelo de partido que hace agua territorialmente por todas partes. Ha impuesto a los suyos, pero a costa de dañar las estructuras que luego tendrán que hacer campaña por él en las generales. Un ejemplo de ello es el País Vasco, con símbolos como la imposición de Carlos Urquijo, desconectado del PP vasco y de la vida en el País Vasco, para cobrarse la cabeza de quienes trabajaron con Alfonso Alonso. «La política de tierra quemada para poner a los míos se acaba pagando siempre en política. El camino es largo y los muertos en política tienen alta capacidad de hacer daño», comenta un veterano dirigente autonómico.