Política

Rasputín en la Corte de Sánchez

Sánchez, la Liga y los equipos grandes
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Para algunos, lo de Iván Redondo no tiene calificativo, para otros es digno de estudio. A pesar de que su imagen es la de un auténtico mercenario de la política, ha trabajado con casi todo el espectro, siempre al servicio del mejor postor.

Con el PP extremeño hizo las prácticas como asesor áulico de José Antonio Monago. Allí mostró su capacidad para dañar al adversario utilizando todo, incluso lo no imaginable, como por ejemplo, husmear en la vida privada de Guillermo Fernández Vara para intentar encontrar alguna cosa. Después, sirvió armas con Xavier García Albiol, acercándose a posiciones en las que Vox estaría más que cómodo.

Finalmente, Pedro Sánchez vio algo en él que hizo que naciese un enamoramiento que llega hasta el día de hoy.

Redondo representa a ese grupo de profesionales a los que las ideologías les parece cosa del pasado, solo creen en la táctica y el manejo de los medios y las redes sociales.

También es un experto en salir ileso de las debacles. Así, por ejemplo, justificó el hundimiento de Monago porque le desoyó en un par de ocasiones y el de Albiol, porque no daba más de sí.

El cerebro, que ha sido arquitecto de la catástrofe de la repetición de las elecciones, ha construido una imagen pública de profesional solvente e invencible que le hace cotizar al alza.

En este momento, para tener más poder, se ha fijado otro objetivo a batir, la vicepresidenta Carmen Calvo. El enfrentamiento no es nuevo y la eficacia de Redondo es mayor que la de la Calvo, prueba de ello es que ha sabido minimizar los aciertos de la vicepresidenta, así como agrandar sus errores y debilidades.

Desde esa perspectiva, no es de extrañar que el jefe de gabinete de Sánchez esté más próximo, en este momento, a Podemos que a una buena parte de los ministros socialistas.

Para rematar a su adversaria en el gobierno, ha aprovechado la última crisis con los morados, debilitando a su cliente, el PSOE, y aliándose con los ministros de Iglesias en contra de la vicepresidenta.

Recuerda a Rasputín, un campesino de la Rusia del siglo XVIII que logró llegar a la corte del Zar y hacerse poderoso. Utilizó todo lo que tuvo a su alcance, no solo para ganarse el favor de la familia real, sino que también buena parte de la aristocracia se rindió ante él.

Pocos historiadores dudan de que la influencia de este personaje fue decisiva para el hundimiento definitivo de la monarquía rusa en un momento en el que era débil.

Hace semanas, un destacado dirigente opinaba que es difícil la convivencia cuando en un corral hay dos gallitos. Sin embargo, lo que hay en realidad, es un Rasputín en la Corte.

Ya veremos si termina hundiendo a su cliente, aunque, si eso ocurre, rápidamente fichará con cualquier otro partido como Podemos o Vox, porque Iván Redondo no tiene bandera y siempre es responsable de los éxitos y sus clientes de los fracasos.