Ciudadanos
Inés Arrimadas: La “antibaronesa” del centro político
Se lanzó a la vida pública con vocación de servicio y se metió en el «avispero» catalán en el momento más radical y violento
En poco menos de seis días, si no media una descomunal sorpresa que casi nadie contempla, Inés Arrimadas estrenará su cargo de presidenta de Cs. Su currículum y su experiencia laboral aun siendo muy joven, la destinaban hace apenas unos años a una provechosa vida profesional en alguna empresa privada. Pero en retos como los que asumió es donde se distingue a los patriotas que se lanzan a la cosa pública por sus convicciones ideológicas y por su vocación de servicio. Solamente así se entiende que se metiera sin dudarlo en el «avispero» catalán en el momento más radical y violento del independentismo. Con su frescura política, y a pesar de tan asfixiante clima y de la todopoderosa armada mediática de Puigdemont y Junqueras, Arrimadas fue capaz de imponerse en las urnas, haciendo historia y dinamitando muchos mitos. Pocas hojas de servicio hay hoy en nuestra clase dirigente tan veloces como la de Arrimadas. De parlamentaria anónima a vencedora de unas elecciones catalanas contra todo el establishment separatista, después a la portavocía de su partido en el Congreso de los Diputados, y de ahí, si todo sale como está previsto, a la presidencia de Cs. «Inés está pagando ahora los errores de otros, pero sabe que es ella quien los tiene que enmendar», llevan excusándose desde hace semanas sus más estrechos colaboradores. Y no es mujer a la que asusten los desafíos. Desde luego. Lo ha demostrado en circunstancias poco gratas. Destacados referentes del secesionismo la han querido incluso echar literalmente de Cataluña por sus orígenes andaluces. Pues bien, Arrimadas tiene ahora un plan para reflotar la formación naranja, convencida, como está, de que en este momento, más que nunca, es imprescindible en España reconstruir un espacio en el centro político entre la deriva radical de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y el populismo «trumpista» de Vox. Eso sí, en lo primero en lo que tendrá que afanarse es en atajar de raíz algunas tentaciones alentadas por su gran enemigo interno, Francisco Igea: ese «baronismo orgánico» que el ala socialdemócrata desea imponer en la nueva etapa. El segundo reto que Arrimadas tiene -y esto me lo confirman algunos de sus colaboradores cercanos- lo aprendió del doloroso hundimiento de Albert Rivera. Si algo debe ser el nuevo Cs es, antes que cualquier otra cosa, un instrumento útil a los españoles. De ahí su empeño personal en sellar la alianza con el PP en el País Vasco para no debilitar el flanco constitucionalista ante lo que prepara el nacionalismo vasco oliendo la debilidad extrema del inquilino de La Moncloa. Ciudadanos quiere renacer de sus cenizas para contribuir al fortalecimiento y la regeneración del centroderecha, frente a la verdad única y al revisionismo en el que se han embarcado PSOE y Podemos de la mano de algunos de los más contrastados enemigos de España. No va a ser fácil. Los roces entre Cs y Vox y el regate corto contra el PP están quedando a la vista de todos. Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid. Bien lo sufre Isabel Díaz Ayuso. Pero Inés Arrimadas, como Pablo Casado y Santiago Abascal, tienen la tarea de acertar en algún tipo de colaboración de los tres partidos que representan a la mayoría de los madrileños y de los españoles. En estas horas, y con la resaca del Día de la Mujer, Arrimadas afronta una semana decisiva. Otra más. Y su objetivo no es nada sencillo. Al revés. Nada menos que reflotar Ciudadanos, si ello es factible. Un proyecto que ilusionó a muchos que se fueron desencantando por el camino. Hoy, en las mismas filas naranjas, son legión los que consideran imposible esta misión.
Pero si algo ha demostrado Inés Arrimadas en poco tiempo es que no es de las que se dejan intimidar fácilmente. Estamos más bien ante una mujer, política, ejercitada en tiempo récord, y especializada en aceptar contiendas que otros no han querido siquiera descubrir.
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