Coronavirus

«Los niños están con los abuelos. No es lo mejor»

Cuarentena Los parques de Vitoria, llenos de niños. Las escuelas ofrecen la opción de clases virtuales

Abuelos cuidan de los niños tras suspenderse la actividad docente en Vitoria
Una abuela cuida de sus nieto este martes en un parque de Vitoria / EfeJON RODRIGUEZ BILBAOEFE

Los parques de Vitoria rebosaban a media mañana de ayer de abuelos al cuidado de sus nietos. Y en los colegios y centros de enseñanza los profesores suplían el vacío de las aulas poniendo deberes 'online' a sus alumnos para hacer en casa. Mientras, miles de familias vitorianas se veían forzadas a buscarse la vida, de un día para otro y sin previo aviso, para contrarrestar el enorme impacto en sus vidas cotidianas de la decisión del Gobierno vasco de suspender las clases durante las próximas dos semanas para hacer frente a la expansión del coronavirus en esta ciudad apacible, hospitalaria y de aire provinciano de 255.000 habitantes.

Pasear ayer bajo el tibio sol de final del invierno por los alrededores de los centros educativos de Vitoria era una experiencia un tanto extraña: sin alumnos, sin recreos, sin bullicio... El panorama era idéntico en El Niño Jesús, el Olavide, los Corazonistas, el Urkide, el Ekialde o Jesús Obrero, por citar sólo unos cuantos. El único detalle que revelaba que tras los muros de los colegios sí había cierta actividad era el de los coches aparcados en el interior de los recintos, que delataban la presencia de sus propietarios, profesores que, pese a la suspensión de las clases, están obligados a trabajar, y la mayoría lo hace manteniendo telemáticamente el cordón umbilical con sus alumnos.

"La Consejería de Educación ha dado libertad a cada centro para disminuir en lo posible el impacto académico de la suspensión de las clases", explica Josean, profesor de Primaria en uno de los 70 centros educativos de Vitoria, tanto públicos como concertados, afectados por el cierre forzoso. "Yo, por ejemplo, envío a mis alumnos material audiovisual para que practiquen inglés desde casa. Otros compañeros les dicen que escriban un diario, o les encargan tareas por correo electrónico, o les piden que lean un libro que luego comentarán en clase, cuando acabe todo esto y vuelvan a las aulas. Todo con tal de que no estén mano sobre mano durante dos semanas, relata Josean.

La consejera de Sanidad, Nekane Murga, dijo el lunes que si los niños "no tienen síntomas, se les toma la temperatura y están controlados, pueden estar con sus abuelos". Lo que no detalló fue el 'manual de instrucciones' para los padres que no tienen la suerte de poder recurrir a los abuelos, bien porque han fallecido, porque viven en otra comunidad autónoma o porque están delicados de salud. Este último es el caso de Edurne, 36 años, ingeniera informática, separada y madre de una niña de cinco años. "Como la canguro que a veces cuida de mi hija tampoco tiene clases, pues le he pedido que venga estos días a casa hasta que yo regrese del trabajo. Me va a costar un dinero, pero no me queda otra", cuenta mientras apura el café de media mañana.

Vitoria tiene una nada despreciable colonia de ciudadanos chinos, que en su inmensa mayoría regentan bazares, tiendas de comestibles, fruterías, restaurantes y bares. Están por todas partes: el barrio de San Martín, el de El Pilar, Lakua, Zabalgana... Pero ayer resultaba casi imposible encontrar abierto uno de esos establecimientos, en cuyas puertas colgaban carteles de "cerrado por reforma", "cerrado por vacaciones"... Extraño, ¿no? "¡Qué va, es por el coronavirus!", interviene el joven Quiang en un castellano más que aceptable, apostado en la puerta de su frutería abierta al público, no muy lejos del centro cultural Artium. "Casi todos se han aislado porque tienen miedo al coronavirus, pero yo no puedo cerrar. ¡Tengo muchas facturas que pagar!".

Lejos de allí, en el hospital de Txagorritxu, convertido en centro de referencia para el tratamiento de los contagiados por coronavirus, siguen sin dar abasto. Las operaciones quirúrgicas no urgentes se han aplazado, las pruebas diagnósticas se han suspendido ‘sine die’, las Urgencias están saturadas, 35 enfermos seguían ayer en aislamiento... Y, pese a todo, este martes no fue un mal día en el centro hospitalario, porque ya han empezado a reincorporarse lentamente a sus puestos de trabajo los cerca de 100 profesionales sanitarios que han permanecido en aislamiento en sus domicilios durante dos semanas tras haber estado en contacto con varios compañeros contagiados.