Coronavirus
El confinamiento de los Franco en tiempos de coronavirus
Francis Franco advertía a primeros de marzo de la gravedad de la pandemia. Vive en el campo desde su regreso de Estados Unidos mientras el letrado de la familia prepara el juicio del Pazo de Meirás y la Fundación Franco ha cancelado sus actividades
Han sido protagonistas estos dos últimos años después de que el Gobierno de Pedro Sánchez pusiera todo su empeño en exhumar a Francisco Franco de su tumba del Valle de los Caídos. «Profanación», por cierto, que el imaginario popular no tardó en señalar como una nueva «maldición de Tutankamón» en forma de pandemia en cuanto se tuvo noticia del fatídico Covid-19. La familia, representada por el nieto favorito de Franco, conocido como Francis en su entorno cercano; su portavoz y letrado, Luis Felipe Utrera-Molina, y el presidente de la fundación que preserva el legado del «Generalísimo», Juan Chicharro, viven días de confinamiento a la espera de recuperar la rutina que todos dejamos atrás.
En una entrevista en su casa el pasado 7 de marzo, antes de entrar en materia –el recién presentado recurso ante el Tribunal de Estrasburgo por la exhumación de su abuelo–, ya sabíamos que Francisco Franco Martínez-Bordiú era reacio a un saludo tan tradicional como el apretón de manos. Así que evitamos el gesto habitual de cortesía e, inevitablemente, surgió el tema de la entonces incipiente pandemia. «Me llamaban agorero porque dije que íbamos a llegar a los 300 casos cuando acabara la semana», advertía [ese día se alcanzaba la cifra de 430].
Algo podía barruntar con conocimiento de causa Martínez-Bordiú, que es médico, una profesión que nunca ha ejercido, según ha explicado en más de una ocasión porque su especialidad, la cirugía estética, no le hubiera perdonado «un solo fallo» al estar «tan vinculada al marketing» y tratarse la suya de una figura expuesta a la crítica como pocas. Al día siguiente iba a viajar a Estados Unidos y se preparaba desde poco antes en sus salidas a la calle para el inminente desplazamiento usando un guante en su mano derecha que le recordara el peligro que acechaba.
«Ojalá me hubiera equivocado», nos decía unos días después desde tierras de Trump, a la vista de la evolución del virus, cuando el mal se extendía de forma imparable. Al regreso de su periplo americano, Francisco Franco se fue directamente «al campo», y allí se encuentra aislado desde entonces mientras dura el estado de alarma.
En declaraciones a este periódico, asegura que lo que está sucediendo era algo «absolutamente previsible». «El único que no quiso verlo, y además engañó al personal, fue el Gobierno», critica desde su retiro.
Por su parte, el abogado de los Martínez-Bordiú Franco permanece atento desde su casa en Madrid al otro gran frente judicial que espera a los siete nietos del «Caudillo» mientras el Tribunal de Derechos Humanos (TEDH) decide si admite o no a trámite su reclamación contra la exhumación que tuvo lugar en el Valle de los Caídos el pasado 24 de octubre.
Luis Felipe Utrera-Molina asegura que el pleito por el Pazo de Meirás, previsto para el 6 de julio, sigue su curso. «No hay previsión de aplazamiento, por lo que se mantiene en la fecha inicialmente señalada». Dice el letrado que continúa estos días con la preparación del juicio, ya que se trata de «mucho trabajo y muchos testigos» que deben aportar su testimonio.
Mientras, la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF), permanece cerrada, «como si estuviéramos en agosto», señala su presidente ejecutivo, Juan Chicharro. Al circunscribirse el trabajo en este momento «a la vía telemática, las tareas cotidianas persisten, si bien con limitaciones, incluyendo la página web», explica. Pero, «como es normal», el resto de sus actividades se han visto afectadas por la epidemia, porque «así se encuentra España entera».
Visitas al Pazo
Una de sus principales responsabilidades es la gestión de las visitas al Pazo de Meirás, de las que se encarga la entidad desde hace casi tres años, pero también se ha visto restringido el acceso de investigadores al archivo de su sede en la capital, por lo que han tenido que anularse «numerosas citas programadas de investigadores españoles y extranjeros», y de la misma manera ha sido «inevitable» suspender «sine die» actos culturales previstos en Málaga, La Coruña, Santander y Bilbao, «sin que podamos prever cuándo y si se podrán celebrar», advierte el general de Infantería en la reserva.
Asimismo, se ha tenido que posponer sin fecha alternativa «un importante evento cultural que estaba previsto realizar en el mes de mayo o junio» en un «importante auditorio» con participación de «cuatro personas de relieve nacional» y con un tema a tratar: «Franco en 2020». Los nombres de los ponentes prefiere no darlos, «pues aunque ya estaban contactados todo estaba en “stand by”».
En estos días en que no faltan muestras de solidaridad, la Fundación Franco está apoyando económicamente –«en la medida de sus posibilidades»– a diferentes organizaciones» que contribuyen «a combatir la pandemia». De esta labor se han beneficiado una treintena de parroquias, conventos y residencias en Madrid capital y otras en Pozuelo de Alarcón, Fuente el Saz, Guadarrama o Cubas de la Sagra, entre otras, que han recibido numeroso material sanitario –guantes, mascarillas, gel desinfectante, etc.– y alimentos.
Apunta Juan Chicharro «la importancia que, ante la crisis sanitaria y a pesar de los años transcurridos desde su muerte», mantiene el legado de Franco, ya que «la columna vertebral» de la lucha contra el coronavirus «tiene su base en la política sanitaria del régimen social» del antiguo jefe de Estado. Y cita el militar «la ley de bases de la Seguridad Social de 1963, germen de la Seguridad Social», o «en el aspecto formativo, los MIR». En su opinión, «todos los días oímos hablar de determinados centros hospitalarios, casualmente todos creados por Franco, y la mayoría incluso inaugurados por él». «A todos les han cambiado el nombre», dice. Entre otros, nombra el presidente de la FNFF «el hospital 12 de Octubre; La Paz; el Ramón y Cajal; Puerta de Hierro; el Hospital de Cruces de Bilbao o La Vall d’Hebrón en Barcelona».
Para Chicharro «está claro que tras la muerte de Franco sí se han hecho cosas, pero nunca con su dimensión social. Han proliferado las iniciativas privadas, pero en lo público se está a años luz de la obra social franquista», considera. Lamenta en este sentido «recordar la demolición de todos los grandes centros hospitalarios militares como, por ejemplo en Madrid, el del Aire o el Generalísimo Franco; o en Sevilla también. Todo en beneficio de la sanidad privada, a la que se derivaron todos sus pacientes». «Cómo se echan de menos hoy esos hospitales», asegura, y en cambio «vemos cómo se han de construir hospitales de campaña que serían innecesarios de haberse mantenido».
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