Coronavirus

La directriz de ERC: “Sánchez, de cara a la pared”

Los republicanos endurecen el discurso para contrarrestar a Torra

Cada vez más alejados de Pedro Sánchez y puestos en evidencia por el presidente de la Generalitat, Quím, Torra, ante el mundo soberanista. Así están ahora los dirigentes de Esquerra Republicana dentro de una nueva estrategia ordenada por Oriol Junqueras desde la cárcel de Lledoners. Según fuentes republicanas, todos cuántos hablan con el líder de ERC por videoconferencia, desde su confinamiento impuesto por la pandemia, han recibido un claro mensaje de Junqueras: «Hay que poner a Sánchez de cara a la pared». Así se lo ha expresado el preso independentista y así lo enfatizó el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, en el último debate parlamentario dónde exhibió un cambio de discurso, muy distanciado del presidente del Gobierno y sin respaldar, con su abstención, ningún decreto del Ejecutivo. Las cosas adquieren ya otro giro en las relaciones de Sánchez con sus socios separatistas de la investidura.

Dirigentes y diputados de Esquerra Republicana reconocen que Torra, y desde su refugio en Waterloo Carles Puigdemont, les llevan ventaja. «Nos está ganando la partida», admiten estas fuentes, tras destacar la última jugada de Torra al retirar competencias de su consejero de Trabajo y Asuntos sociales, Chakir el Homrani, por la crisis de gestión del coronavirus en las residencias de ancianos de Cataluña. ERC asume el desgaste político de este asunto, que ha despojado de poder al conseller republicano a favor de la titular de Salud, Alba Vergés, también de ERC, pero muy criticada por su labor al frente de la pandemia y la sanidad catalana. En Esquerra ven esta maniobra de Torra como un intento de sembrar la división en el partido y forzarles a secundar su enfrentamiento con Madrid. En la Generalitat y en JuntsxCat reclaman competencias de Sanidad e insisten en su advertencia: «Nosotros lo habríamos hecho mejor».

La tragedia del coronavirus ha dado un giro al escenario político soberanista. Por un lado, Quím Torra se siente fuerte, esgrime un discurso radical contra Madrid y lidera el independentismo. Su inhabilitación definitiva por el Tribunal Supremo queda alejada por la pandemia, que ha paralizado prácticamente la vida judicial, y por ende las elecciones catalanas. Por el contrario, ERC aparece como un partido descabezado con su líder en prisión. Los intentos de pasar el confinamiento en su domicilio han fracasado y la posibilidad de un indulto es ahora imposible. Por ello, Oriol Junqueras se encuentra bajo de ánimo y enojado con Pedro Sánchez. «Está muy molesto y utiliza a Rufián para dar estos bandazos», aseguran dirigentes republicanos. El portavoz en el Congreso, clásico bufón de su líder, tuvo una intervención en la Cámara Baja cargada de despropósitos con salidas de tono y ataques al Gobierno, al Ejército y al Rey Felipe VI.

El desgaste político de ERC se agrava con el estado actual de su cúpula directiva. Oriol Junqueras sigue en prisión sin un próximo horizonte de salir. La número dos, Marta Rovira, permanece fugada en Suiza pero lidera el sector más radical del partido contra Madrid. El vicepresidente del Govern, Pere Aragonés, está prácticamente desaparecido y confinado en cuarentena en su casa de Pineda de Mar por haber dado positivo en el coronavirus. A la secretaria general adjunta, Marta Vilalta, la crisis le ha pillado en Barcelona, fuera de su pueblo, Torregrossa, y desde su retiro mantiene videoconferencias con Junqueras y otros dirigentes. Gabriel Rufián ejerce su papel de «bufonete», a lo que le digan. Y los dos consejeros, Ckakir el Homrani y Alba Vergés, están muy cuestionados por su gestión de la pandemia en las áreas de la tercera edad y la salud catalanas. «No estábamos preparados para esta situación, nos ha desbordado», admiten los republicanos.

Todo ello y el continuo «choque de trenes» de Quím Torra contra Madrid obliga a ERC a un giro en su estrategia. La tragedia del coronavirus refuerza al presidente de la Generalitat y JuntsxCat, mientras Esquerra se desmarca de Pedro Sánchez. Según fuentes del partido, la incertidumbre política provocada por la pandemia impide ya cualquier acuerdo y las presiones de Torra les dejan en evidencia. A su líder, Oriol Junqueras, no le pueden sacar de la cárcel y a quienes están en el Govern, su presidente les deja cada vez más fuera de juego. En esta línea debe entenderse el cambio de discurso de Gabriel Rufián en el Congreso y la opinión mantenida en La Moncloa y el PSOE: «ERC actúa siempre en clave catalana», advierten los socialistas.

Mientras tanto, Quím Torra sigue abanderando el confinamiento total en Cataluña, más allá de la fechas decretadas por Pedro Sánchez. Su última llamada ha sido para pedir a los alcaldes catalanes que blinden sus municipios y prohíban todo tipo de movimientos. Desde la Generalitat se montó un gran dispositivo policial para impedir desplazamientos en esta Semana Santa y días posteriores. Torra es partidario de un parón absoluto, frente a las peticiones de los empresarios que reclaman una vuelta gradual al trabajo para frenar la destrucción económica y el tejido productivo. Su acusación de que «Madrid tiene la culpa» de esta crisis es constante y a ella se suma ahora Esquerra Republicana. Los antiguos socios separatistas de Pedro Sánchez coinciden en que el gobierno español ha actuado con lentitud, descoordinado y afrontando la crisis «en diferido».

Una vez más, quien no se queda quieto es Carles Puigdemont, pues aprovecha la crisis para cargar en cuánto tiene ocasión contra el Gobierno. Desde su refugio en Waterloo, el fugitivo insiste en que la decisión de mantener la ciudad de Madrid abierta es una grave irresponsabilidad. «Cada hora cuenta, su concepción del Estado es anacrónica, radial, ineficaz y arriesgada», asegura el prófugo y actual eurodiputado. En su opinión, la decisión de Pedro Sánchez de declarar la alarma «llega tarde y ha creado más dudas que certezas». Por el contrario, alaba la valiente gestión del Govern catalán, al confinar algunas comarcas como toda la del Ódena y adoptar decisiones difíciles. Hasta en la trágica crisis el fanatismo del «procés» sigue vigente.